Ouspensky, Paloma Cabadas y la conciencia lúcida

Por: El poeta en actos

La mente que sueña nunca alcanzará la conciencia lúcida. Al menos que se entienda esta a niveles de grados de conciencia, estaríamos clasificando un fenómeno de la vida, como son los sueños, aptos para el conocimiento de la ciencia. La conciencia es la negación del sueño, y de las imágenes, los símbolos y las metáforas, desde luego. De hecho, hablar en término de conciencia lúcida es tautológico. La conciencia es lucidez, y no podría dividirse entre conceptos epistemológicos. La conciencia no tiene que ver directamente con la ciencia, le precede y, por ende, no constituye concepto epistemológico, sino un «acontecer de la vida».

La conciencia es un don, un regalo del acontecer poético de la vida. Lo poético (la poética) se refiere aquí a que la conciencia no puede ser explicada, conceptualizada, teorizada, sino indicada a base de metáforas y analogías. Lo que evoca una poética es camuflar, el trecho que separa al soñador de la conciencia, el ego de la realidad. De que una persona puede estar consciente cuando ocurren el sueño tiene sus degradaciones epistemológicas, teóricas y especulativas, pero no indica a ciencia cierta que indique sentido de la verdad. ¿Quién puede comprobar que yo estuve consciente durante el sueño? De aquí surge, en términos mistérico, la pregunta esencial del siglo XXI. Por ahora, ya no queremos saber quiénes somos en realidad, sino comprobar hasta qué punto podemos estar consciente durante el sueño, fantasía e imaginación. Nos preocupamos por especular sobre lo que significa un «viaje astral».

Cuando en un texto anterior advertir que XXI sería el siglo de C. G. Jung, el inconsciente colectivo, me refería de algún el modo a los círculos científicos de la neurociencia y la psicología moderna (transpersonal), los cuales andaban acunando un tipo de categoría para estudiar los tipos de sueños: los sueños astrales del inconsciente colectivo, tras la vaga idea de la conciencia lúcida. Tras esta nueva categoría –conciencia lucida de los sueños– por supuesto se esconde el legado de Jung y una incipiente teoría científica que se empeña en elaborar una epistemología teórica sobre los sueños. ¿Por qué?

Una vez más la astucia de la mente científica, la epistemología y la teoría hacen gala de su poder: cada experiencia del mundo subjetivo/objetivo necesita ser representado a través de un aparato conceptual y categorial. Para demostrar que «yo soy consciente» de mis sueños debo crear una teoría, debo especular y crear todo un discurso racional y lógico. Debo escribir un libro. ¿Cómo hacer objetiva, creíble, la certeza de que mis sueños son conscientes? Si en verdad estuve consciente durante el sueño astral, una salida la conciencia de mi cuerpo físico, entonces la «conciencia» que atestigua no necesita de ningún vehículo propagandístico o ideológico para expresarse. No necesita de ningún catecismo.

El hecho de elaborar una teoría sobre los sueños, es un sueño en sí mismo. Muchos expertos en la materia viajan por el mundo impartiendo conferencias sobre el tema, pero no alcanzan dilucidar según las conferencias como se delatan de que nunca están conscientes de algo, ni de los sueños ni de la vigilia. En el instante de pronunciar la palabra «conciencia lúcida», como una categoría fenomenológica, caen en la trampa del sueño; comienzan a soñar y a proyectar imágenes. El soñador soñando se proyecta en el espejo del sueño. Por tal motivo, Ouspensky dijo:  de seguir las cosas así, el próximo siglo continuará navegando a través de la rigidez epistemológica y metafísica

Por eso dijo: «El hombre en sí mismo es muy charlatán». Una cosa es estar conscientes de que estamos dormidos –que ya es un gran avance–, y de que somos soñadores inconscientes, y otra cosa es poseer «conciencia lúcida» para dejar una prueba empírica concreta. En ello consistía la angustia del genio de P. Ouspensky. A sus discípulos, quería demostrarles la experiencia consciente; les había hablado durante veinte años sobre la «conciencia», sobre los estados de conciencia, pero la insatisfacción por la demostración de esa realidad lo sumergía en la angustia. Opinaba que la prueba no podía ser en el orden metafísico e intelectual. Tenía que ser un acto poético y vital.

Estaba muy enfermo e intuía que muy pronto su cuerpo moriría. Y entonces dijo: “Esta es mi oportunidad, ha llegado el momento de dar esa prueba deseada. Mi angustia tiene que ser cancelada ahora y la muerte es el mejor experimento”. Pero su médico le había informado que debía guardar reposo absoluto, de lo contrario podía morir.  Fue cuando llamó a sus discípulos y les dijo: “Acérquense, ha llegado el momento de la verdad. Les he hablado de la conciencia, pero nunca les es he ofrecido una prueba real. ¡Voy a morir consciente y quiero que vean el hecho!”. Sus discípulos cuentan que Ouspensky se puso de pie y comenzó a caminar por toda la habitación durante varios días, sin dormir, a pesar de la extrema debilidad de su cuerpo. Llegó el momento en que sintió que el sueño y la debilidad lo rendían, pero él se resistía y luchaba por no dormirse, por no acostarse. Hasta que llegó el momento en que comenzó a sentir el inicio de la implosión.

«Ahora presten atención –dijo Ouspensky a sus discípulos–, porque comienzo a morir. Se me doblan las piernas, pero Ouspensky sigue aquí; me falta el aire, pero Ouspensky sigue aquí; ya no puedo hablar, pero Ouspensky sigue aquí». Y fueron sus últimas palabras. La conciencia fue lo único que sobrevivió. El hecho da fe de que Ouspensky pudo haber muerto consciente. Pero es muy lindo hablar de los fenómenos de la conciencia sin ofrecer una prueba concreta. Lo mismo sucede con los sueños astrales. No sabemos si lo que dice la experta en “conciencia lúcida” Paloma Cabadas es una proyección, un sueño o la realidad de que la conciencia ha salido del cuerpo. Hasta ahora ofreció prueba a partir de conceptos y teorías. Sus tres libros así lo indican.

Para dar prueba de la conciencia durante el viaje astral hay que espera dos momentos:  la muerte del cuerpo físico y la definitiva: la muerte del ego. Por tanto, todo lo que podamos decir sobre los sueños en forma metafísica e intelectual seguirá siendo sueño, literatura, historia.

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