Estas piezas, integradas en la serie Aguas territoriales, se distinguen por una alternancia entre figuración y concepto, entre la imagen retiniana de la placidez del paisaje y la búsqueda constante del perfeccionismo visual, que lleva al artista a adentrarse incluso en las formas más puras; pero estas dualidades, lejos de encontrarse en pugna parecen complementarse y alentarse en las obras.
El mar para Antonio Espinosa es un estado evocativo, no solo de vivencias y referencias contextuales, sino también de su retroalimentación y diálogo con el trabajo de otros artistas. No existe un referente único para estas marinas; las instantáneas de las que parten los dibujos remedan la condición insular de su creador, pero también sus viajes y estancias en diversos puntos de la geografía. El artista se apropia del mar, sin etiquetas, no necesita referir su propio país para llamar la atención del receptor, dotando así a su obra de una grata atemporalidad.
Maeva Peraza
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