Vendaval en los cañaverales (1937) es una novela fundamentada en términos históricos-sociológicos sobre la realidad cubana post-Machadista.
Alberto Lamar Schweyer escribe en el exilio —París y Nueva York— la última de sus tres novelas, cinco años antes de morir en 1942.
Marcelo Pogolotti, destacado pintor y comunista cubano la calificó, pese a su aversión contra el narrador, como «la mejor novela que se había escrito hasta entonces en Cuba». Vendaval en los cañaverales avizora una rotunda crisis del patriotismo cubano, cuya identidad es la decadencia de la moral patriótica de la clase criolla nacional, embelesada de cara al creciente influjo del cosmopolitismo internacional, posterior a la Segunda Guerra Mundial.
El último clavel, un vendaval en un cañaveral.
El maldito concepto igualdad, refrendado por los neo-positivistas cubanos trajo consigo la noción de «racismo» en la época del constructivismo técnico nacional patriótico. Los esclavos negros nunca hablaron directamente de igualdad frente a sus amos, sino de justicia ascética, de un valor entrenado en la plantación. Pero la noción positivista de la igualdad racial se convertiría en teoría, en una larga data como si la raza no tuviera espíritu para intuir que se trataba de una degradación artística. ¿Qué pudo ejercer la raza negra (haitianos y jamaiquinos que trabajaron en los cañaverales cortando caña) sobre la evolución de la cultura que no pudo la raza blanca? El dilema es de perspectivas apolíneas, no eugenésicas.
Lamar publicaría en 1937 la novela más dionisiaca de su tiempo en Cuba: La vida apolínea se asumiría en abstracto, en una suerte de epojé que verificaría como el patriotismo cubano había muerto y la revolución mesiánica había ocupado su lugar. La derrota de la fuerza heroica del patriota cubano es descrita en la novela cuando Lamar pone en boca del narrador lo siguiente:
«Se había acostado tarde, después de jugar hasta pasada la una al póker con Mercy y Márquez, buscando distraerse y aligerar de tantas preocupaciones la cabeza cansada. Se ayudó con buenos tragos de whiskey porque el alcohol a la vez reavivaba sus pensamientos daba a la imaginación vuelos ligeros» (pág. 281)
Lamar intuía en sus investigaciones como en el patriotismo cubano, a pesar de reservarse una suerte de conservadurismo ideológico, cuajaba una forma trascendente de seguridad en las pequeñas comunidades campesinas, en los campos cubanos. Una pelea cubana de los campesinos y trabajadores agrarios contra la abusiva burocracia y el poder del capital industrial cañero.
¿Existe el espíritu entre las cosas concretas? ¿El anti-positivismo de Keyserling en su «Diario de viaje» logra influir en el alma de los intelectuales del siglo XX de América? Nada más relativo. Entre las cosas concretas, el espíritu se intercomunica creando una relación de amistad con la técnica. El espíritu en el siglo XX constituye la técnica visible en la concreción de algo empíricamente constructivo.
La enajenación por la técnica devora lo concreto y lo reduce a una visión abstracta. Una enajenación patriótica. Una burocracia administrativa proclive al turismo y a los viajes a Europa, sin importar lo que sucede en el cañaveral. De eso trata, en perspectivas epistémicas, la gran novela de Lamar Schewer «Vendaval en los cañaverales».
Comprar libro en Amazon
También te puede interesar
-
Sobre el dabate Trump vs. Kamala y viceversa.
-
PORTALES DE LA CALZADA DEL CERRO DE LA HABANA
-
Antonio Benítez Rojo, su versión de la Virgen de la Caridad del Cobre en «La isla que se repite».
-
La Nostalgia Radial: Un Homenaje a Nocturno desde Estocolmo
-
Sobre la «cientificidad» de la política anti-pandemia: el caso alemán