Por Coloso de Rodas
La gente sigue confundida. Me relacionan como si fuera un filósofo de catedra universitaria y escolar. No; cursé malamente estudios en la carrera de Historia en la Universidad de Oriente, Cuba. Mi vida no es filosófica si no hedonista en el sentido del Ser. Soy más un Epicuro que un Hegel. Si algún enfoque filosófico se deja entrever en mis «palabrerías» es por pura necesidad. Siento la necesidad de explicar las cosas. La «alteridad», como pensaba Emmanuel Levinas, necesita ser explicada y enfocada bien. En el sí «Mismo» yo soy el «Otro». Por eso siempre digo, aunque no me halle presente en el momento y lugar, «Nosotros».
Ese «Nosotros», imbricado dentro de mí, se puede postular como una construcción del «Ego» frente al «Otro». Una relación erótica y afectiva frente al contumaz cansancio y el aburrimiento. Por ejemplo, en pocos días estaré publicando un librito cuya traducción mía del inglés son las «anotaciones personales» de Wittgenstein bajo el título «Cultura y valor». En estas anotaciones el filósofo, el lógico, el místico Wittgenstein bajo los efectos de una especie de «neurosis lord Chandos», había dejado de manifestarse en términos de analista del lenguaje.
Aburrido, cansado, melancólico, no apto para escribir ensayos e ideas coherentes, optó, a finales de sus días, por transformarse en un «médico de la cultura». Un médico con el objetivo de llevar a la práctica, a través de breves anotaciones en una libreta, un conjunto de propuestas para la sanación de la cultura.
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