Por Gregorio Vigil-Escalera
Hablamos de arte y de una verdad que no se deja desentrañar —¿de qué serviría?—, de una realidad inconmensurable de la que no se puede prescindir si se quiere seguir en la vida del tiempo y del espacio. Neruda decía que «el artista —el poeta— que no sea realista va muerto».
Y con ello no es que se incurriera en unos estrechos límites, en la configuración de unos significantes definidos y definitivos como presidios de varias entradas y una sola puerta de salida. Ni mucho menos. Porque, volviendo a Neruda, «el artista —el poeta— que sólo sea realista va muerto también».
Entonces es preceptiva la significación de que el campo de operaciones estético merodea igualmente por otros derroteros, aunque, citando de nuevo a Neruda, «el artista —el poeta— que sea sólo irracional será entendido únicamente por su persona y por su amada, y esto es bastante triste». Bien es verdad que esa irracionalidad nos concierne y nos penetra, testimonia lo impredecible y exalta la visión imperecedera, pero hasta cierto punto.
No obstante, nos negamos frecuentemente a ir o ver más allá, es preferible quedarse en el vano de lo empírico y racional para salvarse del susto y de algún que otro tormento, si bien sentencia Neruda, «el artista –el poeta- que sea sólo un racionalista será entendido hasta por los asnos, y esto es también sumamente triste».
Por consiguiente, ya tenemos dibujadas las coordenadas del mapa artístico, ahora toca habitarlo, hacerlo vivo, darlo a conocer y que sea el faro más iluminado para promover la contemplación y la reflexión.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)
© Roger Castillejo Olán. Detalle de Xilografía. 30 x 42 cm. sobre papel Canson de 300g
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