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Playa Albina (un Estado de las letras)

Por Rogelio García

¡Ah, la evolución de «Playa Albina»! Parece que cada vez más se convierte en un refugio para los intelectuales y eruditos, ¿no es así? Mis últimas andanzas por esos lares me han confirmado esta tendencia. ¿Quién diría que estos enclaves costeros se transformarían en una suerte de república literaria? Es como si los pensadores y artistas se hubieran autoproclamado guardianes de un reino intelectual.

Recuerdo las palabras del Dr. Sanguinetty, siempre tan elocuente. Hablaba de este lugar como una especie de reproducción a gran escala de capital social, donde la vida académica y mundana se entrelazan de manera singular. García Vega lo veía como una especie de sociedad secreta al estilo platónico, donde los artistas y escritores sustituyen a los filósofos en el gobierno de una peculiar polis.

Martí, con su anhelo de una ciudad guiada por una ciencia del espíritu, buscaba una estabilidad estática. Pero, como suele pasar, la dinámica de la comunidad prevaleció, transformando ese anhelo estático en un frenesí de autoexpresión. Ahora, aquí tenemos una comunidad rebosante de sabiduría, con maestros, profesores, investigadores y oradores por doquier. Es casi como si «Playa Albina» fuera un Estado de las Letras en sí mismo… ¡una curiosa evolución, sin duda!

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