Mujeres (1895)

Por Jose Raúl Vidal Franco

(Fragmento de Lo de Puerto Príncipe. Jose Martí entre armas, bandidos y traidores., de José Raúl Vidal y Franco)

La incorporación del Camagüey a la guerra no es exclusivamente generacional, por los tantos jóvenes que se lanzaron a la manigua; sino además de género, porque incluye el protagonismo decisivo de la mujer amambisada junto al hombre, también de machete y fusil. Cientos de ellas sobrevuelan la llamada  literatura de campaña sin aparente protagonismo, pero de presencia decisiva desde el anonimato. Útiles y prácticas, trascendieron en la manigua el espacio que en la sociedad le era negado. A contrapelo, su imagen estereotipada, desde una concepción androcéntrica, era reivindicada en el campo. Allí, nos descubren la historia dentro de la historia, redefiniendo la distribución de género. De mujer a soldado, de madre a enfermera, de hija a emisaria, de compañera a laborante, complementaron la labor patriótica del hombre. Sin casa, comida ni ropa, realzaron la moral del insurrecto en medio de las privaciones de la guerra. A diario, mientras el hombre andaba de batallas, estuvieron expuestas a los desmanes de la insurgencia y bandidos  entre prefecturas y hospitales de sangre.

Desde poblados y ciudades, enviaban a la manigua medicinas, periódicos y correos, con datos sobre posibles movimientos de las tropas españolas. Asimismo, servían de enlace para cursar correspondencias al extranjero y divulgar de paso las noticias de los combates.

En el exilio, fundaron clubes que, entre abril de 1893 y marzo de 1895, recaudaban cuantiosos fondos para la guerra y promovían el ideal independentista. Allí se quedaron muchas luego de terminada la contienda en 1898, viudas, anónimas, sin hijos ni dinero para regresar a la patria: todo lo habían dado.

Con la mujer, familias enteras se fueron a la guerra sin desfallecer. En Puerto Príncipe, según el testimonio de Wenceslao Gálvez y del Monte en carta a su tío José María Gálvez, presidente de la Junta Central del Partido Autonomista, con fecha 14 de junio de 1895, leemos lo siguiente:

Puede decirse que aquí la guerra la han secundado el Marqués  y las mujeres. Estas últimas hiriendo el amor propio de los jóvenes los han lanzado a la manigua. Cuéntase de una que en dos o tres viajes a la Habana ha traído otros tantos baúles de parque [Caridad Agüero Betancourt]. Ha sido imposible contener a los jóvenes por la manera especial como se sirve aquí. Del Zanjón acá se han estado alimentando los hechos de la guerra y con las hazañas realizadas; abundan los oficiales y esto entusiasma a los hijos y sobrinos que quieren conquistar los mismos lauros y para las mismas privaciones. Agrego a esto que el camagüeyano pasa la vida en el campo y se encuentra tan holgado en la charretera como bajo el chaqué; baila un danzón en el Liceo con la destreza con que enlaza un toro en la sabana y juega con el machete como pudiera hacerlo con el bastón. [Boletín del Archivo Nacional 237-39]

En verdad, centenares de mujeres, hoy sin nombres,  protagonizaron en la manigua —junto a esposos e hijos—, las más bellas muestras de amor incondicional la patria y a la familia. Su presencia en los campos libres de Cuba sirvió de soporte espiritual al insurrecto, que tras la batalla se reencontraba con una familia donde todos luchaban por igual: las Concha Agramonte, Eva Adán y Betancourt, Leocadia Adán y Betancourt  y Caridad Agüero Betancourt, entre muchas. Un día habrá que reivindicar el aporte generoso de estas mambisas y rendirles, no el honor que merecen, sino el que les corresponde por ofrenda y deber.

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