Un libro clave que desconocía: «Mitos del antiexilio»

Por Waldo González López

«En Mitos…, Armando de Armas desmitifica y muestra descarnadamente las mentiras, desmiembra falsedades, ilustra con destreza, sagacidad, transparencia, respeto y amor. Analiza los éxitos, los triunfos del exilio, y también coloca el incómodo reflejo de entender que no somos los deudores, que son los otros los que nos deben, los que les deben a la causa cubana y ¡tanto a nuestros ancestros como a los herederos!»   

                                                                  Zoé Valdés

Sin duda, fue de alta valía la aun reciente y 7ª. edición de la Convención de la Cubanidad, exitosamente celebrada el pasado 3 de agosto, por la calidad de las ponencias, como por los libros presentados por varias editoriales, en particular los títulos de temática filosófica, histórica y política de Ediciones Éxodus, de la Editorial Ego de Kaska.

   No poco valoro un volumen que, publicado en 2020, este insaciable lector desconocía. Se trata de Mitos del antiexilio ―publicado por Ediciones Exodus 2020, como en italiano por Editorial Spirali, Milán en 2008― del historiador, periodista y escritor cienfueguero Armando de Armas, autor de una fecunda labor en las vertientes arriba apuntadas.

   Cuando se abren las primeras páginas del bien diseñado volumen con sugerente cubierta a cargo del Director de arte Roger Castillejo Olán y cuidada edición de Ángel Velázquez, nos percatamos de que, tanto el «Prólogo» de la narradora, poeta, y periodista Zoé Valdés como la «Presentación» del presidente del Instituto de Liderazgo Hispano del Congreso Lincoln Díaz-Balart, coinciden en un punto esencial: la calidad del libro, primera y decisiva cualidad, que este comentarista constataría enseguida durante la provechosa lectura de sus apenas 134 páginas, tan disfrutables no solo por la brevedad y la brillantez de sus análisis, sino asimismo por su fina y aguda ironía, como su cáustico humor, virtudes que emparientan, a De Armas, justamente por su estilo, con los geniales narradores y humoristas norteamericanos Mark Twain y Will Cuppy: el primero con sus recordadas conferencias y el segundo con su clásico libro Caída y decadencia de casi todo el mundo, que disfruté en Cuba décadas atrás a través de las recordadas Ediciones Cocuyo.

   Y escribo arriba provechosa, porque, al margen de adentrarnos en el real acontecer histórico contemporáneo, Mitos… nos ofrece una válida y amena clase magistral de historia, no solo contemporánea, pues,  centrado en la particular de Cuba, no desdeña decisivos acontecimientos internacionales, que tuvieron y tienen que ver con nuestra maltrecha patria, que el maldito castrismo y sus secuaces, continúan intentándonos robar, difamándonos, luchando por desaparecernos.

   De tal suerte, desde De cómo surge la idea de este trabajo hasta Coherencia del exilio cubano ―como los cinco capítulos restantes tales «El exilio cubano es de derecha», «El exilio está dominado por el odio y la intolerancia», «Los cambios han de ser pacíficos y venir de dentro», «El anticastrismo de los unos y de los otros, el de los que llegaron primero y el de los que llegaron después» y «Coherencia del exilio cubano»―, De Armas ofrece a los lectores inteligentes un lúcido ensayo que merece la honda lectura, tan disfrutable como las mejores novelas, según constatarán los cubanos de valía.

   Lástima de otros, que en la Isla Cárcel sufrieron en carne propia y, llegados tiempo atrás a nuestro variopinto exilio, pretenden ignorar su ¿lejano? pasado, intentando borrar las afrentas sufridas bajo el feroz castrismo-estalinista, incluso llegando a confesar aquí, sotto voce, que ya no creen en ningún partido, a tal punto llega su ruptura con los valores que antes los dignificaron, y hoy los miniaturizan.

   Pero no quiero hablar del excelente contenido de Mitos del antiexilio, pues, gozosos lo descubrirán cuando lean este singular título; por ello, al margen de sus múltiples virtudes, ahora les ofreceré algunos avances de los numerosos hechos que De Armas nos da a conocer, acaso datos desconocidos por muchos, que nos hacen aún más atractiva la lectura de este invaluable volumen.

   El primero es que el verdadero autor del título de la autodefensa del luego tirano: La historia me absolverá, sería nadie menos que el recordado ensayista Jorge Mañach (Sagua la Grande, Cuba, 1898-San Juan, Puerto Rico, 1961), quien, además, sería el mejor biógrafo de El Hombre de la Edad de Oro, en su magistral Martí, El Apóstol. Mas, la frase sería, a su vez, tomada del filósofo alemán Friedrich Nietzche, por el no menos recordado autor de Indagación del choteo.

   Otro dato que ignoran muchos, como quien escribe, es que, tras la muerte de Franco, viajaría a España el Premio Nobel de Literatura y prestigioso narrador anticomunista ruso Alexander Solzhenitsyn quien, al ser entrevistado por la prensa, describió el panorama visto por él en la tierra de El Quijote mucho más libre que en la URSS, y puso numerosos ejemplos.

   ¿Resultado? «Antifranquistas y comunistas saltaron al cuello» del inolvidable autor de Un día de Iván Denísovich y Archipiélago Gulag, entre otras reveladoras narraciones. Mas, asombra saber que, entre los prestigiosos intelectuales de la derecha, estaba nadie menos que el asimismo Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela, autor de la clásica novela La familia de Pascual Duarte. Pero hay más: entre las ¿flores? lanzadas al enorme escritor ruso por figuras de la izquierda y… la derecha, se escucharon hermosos adjetivos, como, entre otros: payaso, paranoico, embustero, chorizo, espantajo, mercenario, bandido, viejo patriarca zarista…  

  Aun otro relevante ejemplo, por asombroso, es el siguiente: Salvador Allende aquel viejito con cara tan bonachona, en uno de sus viajes a Cuba, para recibir órdenes de su íntimo amigo Fidel, no dejaría de mostrar su pasión por ciertas obras plásticas (y este dato lo conocí en Cuba: WGL). Así, visitó el apartamento frente al Hotel Nacional del alcoholizado artista plástico René Portocarrero, quien obsequiara al chileno una de sus paupérrimas y repetitivas «Floras», pues el whisky había acabado con su ya exangüe talento.

   Mas, a lo que voy: De Armas refiere un significativo dato sobre el “buenazo” presidente, narrado por el historiador y catedrático de la Freie Universitat de Berlín, Víctor Farías, quien en su revelador libro: Salvador Allende, antisemitismo y eutanasia (Editorial Maye, 2005):confesaría que el camaján chileno «no era un socialista simplón, sino uno de ideas hitlerianas que proponía la esterilización de los enfermos mentales, que fustigaba a los homosexuales y catalogaba a los judíos como propensos a la estafa, la falsedad, la calumnia y la usura».

   Este dato, tomado de la tesis de grado con la que se graduara Allende de médico cirujano en 1933, ya en su título revelador, sería nada menos que Higiene mental y delincuencia, donde denuncia que la ideología nazi del buenazo de Allende no fue una fiebre de juventud, pues más tarde como ministro de Salud en el gobierno de Unidad Popular del presidente Pedro Cerda promovió una Ley de Esterilización para aplicarse a enfermos mentales, específicamente a quienes padecieran de esquizofrenia, psicosis maniaco-depresiva y alcoholismo crónico; por suerte, la ley del antisemita Allende fue derrotada aún antes de llegar a discutirse en el Congreso del país austral. Pero eso no es todo: Farias demuestra con documentos originales que al llegar a la presidencia Allende (1970-1973), rechazó deportar al nazi Walter Rauff, inventor del sistema de exterminio masivo con camiones de gas y responsable de la muerte de al menos un millón de personas en Auschewitz, quien permanecía refugiado en Chile; y lo demuestra con documentos irrefutables [Asimismo], deja establecidas las analogías  entre el proyecto de Adolfo Hitler y el de Salvador Allende, entre la Ley de Esterilización del segundo y La ley para precaver una descendencia con taras hereditarias, del primero.     

   Pero hay mucho más en la viña del Señor: así, otros datos del mayor interés los revela, en el importante volumen El gran engaño (Intermedio, 2007), el periodista uruguayo-alemán José Antonio Friedl, quien no solo pone de manifiesto las conexiones del régimen de Fidel Castro con el narcotráfico, calificándolo apropiadamente como el Cartel de La Habana, sino que saca a la luz, basándose en un informe de Inteligencia desclasificado de la DEA, que funcionarios castristas de alto rango se encontraron en Chile durante el verano de 1961 con el entonces senador Salvador Allende, para discutir el establecimiento de una amplia red de distribución de cocaína que ayudara a financiar la imposición del marxismo en el país austral.

 Hasta aquí, lectores de mis Notas al Margen. Les dejo como atractiva tarea pendiente la urgente lectura de Mitos del antiexilio, de Armando de Armas, publicado por Ediciones Éxodus.

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