Matrixiología

El error de la “matrixiología” consiste en que, en vez de ver en la lógica y en las categorías de la razón medios para vincular al mundo a fines utilitarios (por consiguiente, “en principio”, en vez de crear una falsa utilidad), se cree estar en posesión del criterio de la verdad o, lo que es lo mismo, de lo real. El “criterio de la verdad” no será, en efecto, más que la utilidad biológica de un semejante sistema de alteración por principio, atenido a que una especie animal como la del hombre no conoce nada más importante que conservarse, por lo cual tendríamos, por consiguiente, el derecho de hablar aquí de “verdad”. La ingenuidad de la matrixiologia estribaba simplemente en tomar la idiosincrasia antropocéntrica por la medida de las cosas, como norma de lo “real” y de lo “irreal”; o lo que es lo mismo en hacer absoluta una cosa condicionada.

Mas de repente el mundo se divide en dos partes: un “mundo-verdad” y un “mundo-apariencia”; y, precisamente, el mundo en que el hombre había imaginado instalarse por su cuenta y riesgo comenzó a desacreditarse. En vez de utilizar las formas como instrumentos para hacer el mundo manejable y determinable para su uso, la “matrixiología” y su locura descubrieron que, detrás de estas categorías, se ocultaba la concepción de este mundo, al cual no correspondía sino este en que vivimos. Se interpretaron mal los medios, considerados como medidas de valores y utilizados para condenar su primera intención…

El proyecto consistía en engañarse de una manera útil, en medio de fórmulas y de signos por medio de los cuales se pudiese reducir la multiplicidad turbadora a un esquema útil y manejable. Pero, lastimosamente, se puso en juego una categoría moral; ninguna criatura desea engañarse, ninguna criatura, mejor dicho, debe engañarse; y, por consiguiente, no hay más que una voluntad de lo verdadero. ¿Qué es la “realidad”? La antinomia brindaba este esquema: el mundo-verdad, cuyo camino se busca, no puede vivir en contradicción consigo mismo, no puede cambiar, devenir, puesto que no tiene principio ni fin. Se comete un gran error, la verdadera fatalidad del error sobre la tierra: en las formas de la razón se creía poseer un criterio de la realidad, aunque solo se mantuvieran estas formas para dominar a la realidad, para malentender la realidad de una manera inteligente.

Y he aquí que el mundo adquiere un tono falso, a causa, justamente de las cualidades que constituyen su realidad: el cambio, el devenir, la multiplicidad, los contrastes y las contradicciones, la guerra. Desde ese momento irrumpió la fatalidad. 1) ¿Cómo nos podríamos desembarazar del mundo falso, del mundo que no es más que apariencia? (este era en realidad el mundo verdadero, el único). 2) ¿Cómo adquirir, en lo posible, el carácter contrario al del mundo apariencia? (concepción del ser perfecto, el opuesto a todo ser real, más exactamente, lo opuesto a la vida…). Toda la corriente de los valores incidía sobre la calumnia de la vida; se creó una confusión del dogmatismo ideal con el conocimiento en general: de suerte que el partido opuesto comenzó igualmente a detestar la ciencia.

Así es como el camino de la ciencia se vio obstruido doblemente: por la creencia en el “mundo-verdad”, de una parte, y por los adversarios de esta creencia, por otra. Las ciencias naturales, la fisiología, estaban: 1 ) condonadas en su objeto, 2 ) privadas de sus ventajas. En el mundo real, en donde todo se vincula y se constriñe en absoluto, condenar y alejar una cosa en la imaginación sería como alejar y condenarlo todo. Las expresiones “esto no debería ser o no hubiera debido ser así” son una farsa. Imaginando las consecuencias se destruiría la fuente de la vida, si se quisiera evitar lo que, en un sentido o en otro, es peligroso, destructor. ¡La fisiología demuestra lo dicho de mejor manera! Vemos cómo la “matrixiologia”: a) envenena toda la concepción del mundo; b) detiene la marcha hacia el conocimiento, hacia la ciencia; c) disuelve y mina todos los verdaderos instintos, enseñando a considerar sus raíces como inmorales. Ante nosotros se sitúa y trabaja un tremendo instrumento de decadencia, que llega a mantenerse bajo los nombres más sagrados, con las más santas actitudes. En vez de “matrxioligía” el mundo debería aspirar la “inmunología”.

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