Por Carlos Manuel Estefanía Aulet
La participación de Cuba en los movimientos de liberación africanos ha sido presentada oficialmente como un acto de solidaridad internacionalista, pero una mirada crítica revela que esta intervención fue, en realidad, una forma de imperialismo marxista-leninista. A costa del sacrificio humano y material del pueblo cubano, el régimen de Fidel Castro utilizó estas incursiones para expandir su influencia ideológica y consolidar alianzas geopolíticas con la Unión Soviética, en un contexto de Guerra Fría que definía la política exterior de la isla.
Expansión y Costo Humano
La intervención cubana en Angola, Guinea Bissau, Cabo Verde, Argelia, Etiopía y Mozambique no fue simplemente una respuesta altruista a los llamados de ayuda de estos países. En realidad, representó un esfuerzo sistemático por exportar la revolución marxista-leninista a África, en consonancia con los intereses de la URSS. La magnitud de la participación cubana es impresionante: cerca de 450,000 combatientes y colaboradores fueron enviados a África, de los cuales al menos 2,655 murieron. Estos números no reflejan únicamente la voluntad de ayudar, sino el alto costo en vidas humanas y recursos que Cuba tuvo que asumir sin recibir un beneficio tangible para su propia población.
En el caso de Angola, la Operación Carlota (1975–1991) supuso el despliegue de 300,000 soldados cubanos y el envío de 1,000 tanques y aviones de combate. Lejos de ser una ayuda desinteresada, este apoyo bélico garantizó la permanencia en el poder del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), un gobierno alineado con el bloque socialista y afín a los intereses cubanos y soviéticos. Esto demuestra que la intervención cubana en África no fue un simple gesto de solidaridad, sino una estrategia para consolidar regímenes afines a su ideología.
Consecuencias para el Cubano
El despliegue masivo de recursos humanos y materiales en África tuvo un impacto devastador en la economía cubana. Mientras la isla sufría escasez de alimentos, medicamentos y productos básicos, el gobierno destinaba una cantidad exorbitante de recursos a conflictos extranjeros. Miles de familias cubanas vieron a sus hijos partir a una guerra que no era la suya, con la única recompensa de discursos patrióticos que exaltaban el sacrificio por la «revolución internacional». La muerte de miles de cubanos en tierras lejanas fue minimizada por el régimen, que promovió una narrativa heroica mientras ocultaba la desesperación y el sufrimiento de las familias afectadas.
Mozambique: Caso Menos Militarizado, Pero no menos Ideológico
En Mozambique, el apoyo cubano fue menos militarizado en comparación con Angola, pero igualmente estratégico. Desde 1977, miles de jóvenes mozambiqueños fueron enviados a Cuba para ser adoctrinados en los principios del socialismo. La formación académica y técnica que recibieron no fue solo un acto de cooperación educativa, sino un intento de garantizar que las futuras élites mozambiqueñas fueran ideológicamente leales a La Habana.
Aunque Cuba envió asesores militares y apoyo logístico al FRELIMO durante la guerra civil (1977–1992), su intervención en Mozambique se centró en la creación de una estructura de dependencia política y económica.
La salud y la educación, dos de las áreas clave de cooperación, fueron utilizadas como herramientas de influencia: los médicos cubanos y los programas de alfabetización no solo atendían a la población, sino que también difundían la ideología castrista.
El revisionismo de los movimientos de liberación africana, en particular el caso de Mozambique, revela una serie de contradicciones y fracasos que han llevado a una situación de crisis política y descontento social tras décadas de independencia. A medida que Mozambique se aproxima a su 50 aniversario, se hace evidente que las promesas de liberación han sido eludidas en favor de la perpetuación de regímenes autoritarios que han traicionado los ideales por los cuales se luchó durante la colonización.
Los movimientos de liberación, que en su momento ofrecieron esperanzas de emancipación y justicia, han degenerado en sistemas políticos que se asemejan más a los regímenes opresivos que antes luchaban por derribar. En Mozambique, el partido FRELIMO se ha mantenido en el poder desde la independencia, pero la manipulación electoral y el control absoluto de las instituciones estatales han llevado a una crisis de representación, generando un profundo descontento entre la ciudadanía. Cuba, lejos de ser un mero espectador, tuvo un papel clave en consolidar este régimen, al proporcionar apoyo político y técnico que permitió al FRELIMO sostenerse en el poder a pesar de la creciente oposición.
Las elecciones recientes han estado marcadas por acusaciones de fraude electoral y represión violenta de las manifestaciones populares. A pesar de momentos de movilización enérgica contra la opresión, el régimen ha respondido con fuerza bruta, lo que ha resultado en el aumento de las tensiones sociales y la percepción de que el sistema político actual se ha desviado del camino de la verdadera libertad. La frase «segunda independencia» resuena entre los movimientos emergentes que abogan por un cambio real, sugiriendo que la lucha contra el colonialismo ha sido reemplazada por una lucha contra la dominación interna de las élites políticas.
Un fenómeno notable es la creciente desconexión entre los antiguos movimientos de liberación y las necesidades reales de la población. El apoyo a figuras como Venâncio Mondlane, quien ha declarado formar un «gobierno paralelo» desde el exilio, ejemplifica el vacío de autoridad y legitimidad que sienten muchos ciudadanos hacia el régimen vigente. Esto señala que las luchas por la liberación no han sido simplemente una cuestión de independencia política, sino también de empoderamiento civil y participación en la vida democrática. Cuba, al consolidar la estructura del FRELIMO, ha sido cómplice en la marginación de estas demandas populares.
Resumiendo; la intervención cubana en África no puede reducirse a un acto de nobleza internacionalista. Fue, en esencia, una forma de neocolonialismo «socialista» que instrumentalizó los recursos de una nación empobrecida para expandir un modelo político en territorios estratégicos. La supuesta solidaridad ocultaba una agenda imperialista que costó miles de vidas y debilitó aún más la ya frágil economía cubana. Mientras la élite gobernante cubana fortalecía su posición en la escena internacional, el pueblo cubano pagaba el precio con sangre y miseria.
Lejos de ser un ejemplo de altruismo, la intervención en África fue una carga impuesta sobre una nación que ya enfrentaba múltiples carencias. La historia demuestra que estos sacrificios no trajeron ninguna mejora sustancial para Cuba, sino que solo sirvieron para consolidar la imagen de Fidel Castro como un líder revolucionario a escala global, mientras el pueblo cubano continuaba sumido en la precariedad.
Fuentes
- Wane, M. (2025). «The crisis of African liberators». Africa is a Country. Enlace.
- MINREX (2023). Informe de cooperación Cuba-Mozambique (1975–2023).
- República de Mozambique (2015). «40º Aniversario de la Independencia: Homenaje a Fidel Castro». Archivo Histórico Nacional.
- Gleijeses, P. (2013). Visions of Freedom: Havana, Washington, Pretoria, and the Struggle for Southern Africa, 1976–1991. University of North Carolina Press.
- Shubin, V. (2008). The Hot «Cold War»: The USSR in Southern Africa. Pluto Press.
- Machel, S. (1980). Discurso en la Isla de la Juventud, Cuba.
- BBC Mundo (2023). «Cuba y Mozambique: 50 años de cooperación en salud y educación».
- Granma (2015). «Mozambique nombra comunidad en honor a Fidel Castro».
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”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”
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