Por Jinete sin Cabeza
He convivido durante cinco años al lado del «conejo del ser». Duerme bajo la cama y vive eternamente en un «espacio circundante» en mi cuarto de dormir. Durante esos cinco años he observado su comportamiento esencial. Su mundo habita en un pequeño mundo mío. La vida del conejo es absolutamente aburrida, repetitiva si se quiere (comer y defecar), pero destila una asombrosa «acrobacia» muy lejos de nuestras perspectivas burguesas, de Bad Bunny.
Mientras el conejo intenta evolucionar más allá de su estado puro animal, intentando acercase a nosotros, a veces intentando hacernos saber por qué no puede contraer sexo, a veces defendiendo su espacio ya establecido, a veces exigiendo el horario de su comida, nosotros caemos víctima de una decadencia absoluta vital. ¿Qué es la vida? Nuestro aburguesamiento nos detiene, no puede comprender el guiño del conejo. Todo lo que se propuso hacer el movimiento artístico Dada hace 100 años va en correspondencia a la historia de este conejo.
Mientras el conejo juega, ejecuta sus acrobacias con los «no objetos» que se topa en su espacio donde habita, nosotros solo nos queda mirar asombrado. Mirar sin entender. La «vida» pide a gritos «alpinistas», escaladores, no aburguesados, como Jorge Mañach, que siendo un muchachón recién graduado de la universidad de Harvard, se atrevió hablar en términos crítico sobre la llamada «crisis de la alta cultura en Cuba».
De qué «alta cultura» habla este hombre, de los burgueses, de los «achantaos», de los que tomaron el poder en Cuba en 1959, se preguntaría el conejo que habita en la Casa del Ser. La cultura no es «alta» ni es «baja». Como ha dicho Wittgenstein, en una frase absoluta que se puede traducir del alemán en tres grandes dilemas: la «cultura es obediencia» o la «cultura es observancia», o la «cultura es el fundamento de una orden». El Conejo del Ser prefiere la primera denominación: la «cultura es obediencia». ¿Por qué?
Sobre esta abstracta definición, veremos más adelante en detalles….