Por Roberto Ruiz Rebo
“Mis libros no hay quien se los lea, son difíciles”, me confesó sonriente el Dr. Ángel Velázquez Callejas en una de nuestras primeras conversaciones. Sin embargo, no tomé en serio aquel comentario, que emanaba de su inigualable sentido del humor. Pronto descubrí en sus libros de ensayos y en los textos que publica con regularidad, más allá de esa broma, a un académico profundamente comprometido con el análisis de la historia y la realidad cubana. Sus reflexiones, plasmadas con una solidez inusual, son fruto de una investigación rigurosa y sostenida.
Muchos de los escritos del Dr. Velázquez Callejas se encuentran publicados bajo diferentes seudónimos, reflejando su afición por enmascararse, literalmente y literariamente. En más de una ocasión, se le ha visto aparecer con antifaz y traje negro, una imagen que no oculta tanto como revela su talante juguetón y su vocación para el divertimento.
No se deje intimidar por la aparente complejidad de sus temas. Aunque el Dr. Velázquez aborda cuestiones de hondura filosófica que podrían parecer inaccesibles, sus contenidos nos tocan profundamente y nos interpelan a todos. ¿A quién no le interesa reflexionar sobre la cubanidad o sobre los destinos de la sociedad contemporánea? En sus análisis, desde las claves de “ser cubano” hasta su crítica al autoritarismo, pasando por su lectura de Saint-Exupéry y su diálogo con la mirada escrutadora de Friedrich Nietzsche, el Dr. Velázquez demuestra su capacidad para entrelazar pensamiento y cultura con singular lucidez.
Entre los libros de Velázquez que atesoro en mi biblioteca, destacan El mito Bayam y otros ensayos sobre la formacion de la nacionalidad cubana, donde examina las narrativas históricas y culturales que configuran el nacionalismo cubano; El azúcar de Cuba, un análisis del desarrollo de la industria azucarera y la sociedad manzanillera entre 1880 y 1898; y Antoine de Saint-Exupéry, el arte de pensar y narrar, un compendio extraordinario en el que el autor desentraña la narrativa existencialista del escritor francés. Otro texto fascinante es El concepto y el sentido de la vida: libro perdido de José Martí, en el que, desde una perspectiva nietzscheana, aborda la búsqueda martiana de la elevación espiritual del hombre.
No puedo omitir su labor como organizador de eventos. El Dr. Velázquez es el alma detrás de la Convención de la Cubanidad, una cita anual donde escritores e intelectuales de la diáspora miamense analizan a fondo la cultura, la historia y la comunidad cubana en el exilio. Su capacidad como editor también es notable: junto a Roger Castillejo, ha llevado a Éxodus a la publicación de cerca de cien volúmenes, consolidando así su impacto en la literatura y el pensamiento cubanos.
Les invito ahora a sumergirse en esta conversación abierta con Ángel Velázquez Callejas, donde exploraremos los aspectos más controvertidos y fascinantes de sus más de veinte obras. En ellas, la filosofía, la literatura y el análisis histórico-cultural se entrelazan para ofrecer una visión única y esclarecedora.
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ROBERTO RUIZ REBO: Dios ha muerto, dijo Nietzsche, y en muchos de tus trabajos y publicaciones, haces referencias al poeta y pensador alemán y a sus postulados, que han sido tergiversados, por sus cuestionamientos a la moral y a la sociedad. ¿Crees que necesitamos nuevos valores, y una nueva moral en el presente?
ANGEL VELAZQUEZ CALLEJAS: Es evidente que nos enfrentamos a un imperativo categórico. Nietzsche, al escribir Así habló Zaratustra, subtitulado Un libro para todos y para nadie, no solo planteó ideas radicales, sino que también proyectó un horizonte filosófico que esperaba fuera comprendido plenamente siglos después. Su noción de la muerte de Dios no es una simple afirmación, sino una fórmula inmunológica: una advertencia y una guía frente a los valores decadentes de una civilización anclada en la tradición.
Nietzsche puede ser considerado un mecenas literario no solo por su capacidad para influir en generaciones de escritores, sino también por su forma única de compartir ideas. Su «patrocinio» no implica propiedad ni deuda; al contrario, se basa en una generosidad intelectual que incentiva la creatividad y la expansión del pensamiento. A través de aforismos, poemas y reflexiones, Nietzsche ofrece un modelo de riqueza interior que desafía al lector a trascender el resentimiento y a encontrar en la creación una forma de nobleza. Su propósito no es dominar ni monopolizar el pensamiento, sino fomentar una competencia creadora en la que el verdadero poder radicar en la capacidad de inspirar, no en la imposición.
En este contexto, es innegable que necesitamos una nueva moral. Dos mil años de sistemas éticos heredados ya no se ajustan a las exigencias de la modernidad. Nietzsche lo comprendió con claridad y por ello proclamó que su nueva buena era portadora de un nuevo evangelio para todos y para nadie. Este no busca la comodidad de respuestas universales, sino el rigor de la reinvención: una invitación a construir valores que respondan al presente, no al pasado.
¿Por qué hacía esta afirmación? Porque veía que el homo sapiens comenzaba a peligrar como especie biológica. Para Nietzsche, la cultura, lejos de ser una certeza, era lo más improbable: un logro precario frente a las fuerzas destructivas de la naturaleza y la decadencia inherente al ser humano. La necesidad de una nueva moral surge, entonces, como un esfuerzo por evitar la autodestrucción, trascender las viejas estructuras y forjar una humanidad capaz de redefinir su propósito. Nietzsche no veía en esta tarea un simple cambio, sino una urgencia existencial, una lucha contra la inercia que amenaza con arrastrar al ser humano a su propia extinción.
RRR: Generalmente te lanzas a investigar sobre aspectos de la historia de Cuba de un modo controversial. Recientemente has publicado un libro donde explicas el levantamiento del 10 de octubre de 1968 de modo sorprendente para muchos de nosotros. ¿Es tu forma de provocarnos? ¿Opinas que la manera en que explicas los hechos pudiera convencer a los lectores e investigadores o los metería en un mar de dudas?
AVC: La literatura, como toda forma de conocimiento, depende del discurso. Y la historia, por supuesto, no es la excepción. Nietzsche, en su aguda crítica a la verdad absoluta, lo dejó claro: los hechos no existen, solo las interpretaciones. Así que, en este pequeño libro, me atrevo a dar una vuelta a la historia oficial. Olviden los datos y las fuentes empíricas, lo que realmente quiero es mostrarles una versión alternativa de los hechos, una que ha sido convenientemente borrada del relato oficial.
Tras bucear en los archivos de Manzanillo y Santiago de Cuba, he encontrado algo que cambia la perspectiva de todo lo que se nos ha contado sobre aquel día. Resulta que el famoso Grito de La Damajagua no fue el acto de heroísmo impulsado por el ardor patriótico de Céspedes, como nos han vendido. No, lo que realmente sucedió fue un reclamo de miles de campesinos que le exigían cuentas al abogado Céspedes, a quien acusaban de ser el culpable de las hipotecas impagables que los ahogaban. Céspedes, atrapado por sus propios demonios, se vio forzado a encontrar una salida. Y aquí está el truco: en lugar de ceder a la presión, transformó el reclamo en un grito revolucionario. Así, lo que debía ser una denuncia económica se convirtió en el primer paso hacia la independencia.
Pero no se confundan, este libro no se trata solo de desempolvar el Grito de La Damajagua. La mayor parte de su contenido está dedicada a una hipótesis radical: la regionalización de la historia socioeconómica de Cuba en el siglo XIX, un tema que todos prefieren ignorar. Mientras que Fernando Ortiz nos habla de la antinomia entre la «plantación esclavista azucarera y cafetalera» y la «pequeña propiedad tabacalera», yo voy más allá y revivo un capítulo olvidado: la hacienda patriarcal ganadera. Sí, esa que floreció en la región del Cauto, ajena al mercado global y completamente ignorada por la historiografía oficial.
Este sistema autárquico, que muchos prefieren pasar por alto, es clave para entender cómo se configuró la economía y la cultura cubanas. No es casualidad que, al margen de los grandes negocios de azúcar y tabaco, esta estructura haya perdurado y haya dejado una huella profunda en el imaginario nacional. En este trabajo, mi propósito no es solo cuestionar lo que sabemos, sino también incitar a pensar fuera de las narrativas establecidas. Porque, al final, ¿quién se atreve a cuestionar lo que se nos ha dicho sobre la independencia y el nacimiento de Cuba? ¿Quién se atreve a ir más allá de los discursos tradicionales y exponer la historia tal como fue, con todas sus contradicciones y complejidades?
RRR: Según un colega cercano, existe cierto rechazo y desinterés por la obra martiana, sin embargo, has escrito un libro donde, de acuerdo con el escritor Manuel Vázquez Portal, y cito: encuentras respuestas necesarias para adentrarse en las respuestas que José Martí buscó durante toda su vida. ¿Piensas que, en la era de la inteligencia artificial y los teléfonos inteligentes se impone una nueva interpretación del pensamiento martiano?
AVC: Sobre la obra política e intelectual de José Martí, difícilmente se hablará más en el futuro inmediato. La globalización y el cambio de paradigma postmoderno introducido por las nuevas tecnologías han desplazado el interés por Martí, un autor que, lamentablemente, ya no encaja completamente en los cánones de las sociedades actuales. Aunque esta idea me resulta poco grata, siento que debo expresarla con sinceridad. Martí fue un ético y un metafísico de la época decimonónica, una época cuyo marco de referencia está cada vez más distante de las dinámicas contemporáneas.
Mi decisión de escribir ese libro sobre el sentido de la vida fue, en gran medida, un compromiso intelectual con una propuesta martiana que, hasta el momento, sigue sin concluir. Recuerdo cuando Vázquez Portal me sorprendió al decirme que había escrito un «tronco de libro». Aunque dudé de la afirmación, pues el texto había sido escrito más de una década atrás, acepté que mi proyecto no había sido una simple reflexión; había sido una invención personal. Mi intención era imaginar a un Martí ético, cuya obra parece balbucear al seguir los textos de Emerson, intentando dar respuesta a una cuestión fundamental en la literatura y la filosofía: ¿Cuál es el sentido de la vida?
No sé si logré cumplir con ese propósito, pues mi libro es, en muchos aspectos, una creación propia, pero sí quería poner a Martí junto a la obra de Nietzsche, particularmente Así habló Zaratustra, como un diálogo entre dos pensadores que, a su manera, enfrentaron la grandeza y la angustia existencial. Sin embargo, esa angustia, tan característica de los tiempos de Martí, ya no pertenece al mismo ámbito que la angustia que producen los tiempos postmodernos. El sentido de la vida, en la actualidad, adquiere otros matices, se reviste con nuevas referencias empíricas y teóricas, y se enfrenta a los desafíos que surgen de la era digital, la aceleración de la información y la disolución de las certezas filosóficas del pasado.
Claro está, los estudiosos y la gente común seguirán citando a Martí e incluso tomándolo como escudo ante cualquier advertencia ideológica, política y, por qué no, electoral. Esta tendencia ha existido desde que lo convirtieron en apóstol de Cuba, un símbolo que trasciende las complejidades de su pensamiento y se convierte en una herramienta para legitimar posturas políticas y sociales. Sin embargo, es necesario reconocer que esta utilización ideológica de su figura ha desvirtuado en muchos casos la profundidad de sus reflexiones, transformando al Martí filósofo y ético en una figura más manejable para las necesidades de las coyunturas políticas. Esta apropiación ideológica no debe, no obstante, hacernos olvidar que la auténtica vigencia de su pensamiento radica en su capacidad de abordar cuestiones universales y atemporales, que hoy se presentan bajo nuevas formas y desafíos.
RRR: El Wokismo que surgió como una postura de crítica y de lucha, es hoy un refugio para posiciones de tolerancia extrema que afectan a las mayorías. ¿Como se vería esta corriente desde una posición nietzscheana?
Como bien diría Armando de Armas, el Wokismo se ha convertido en una verdadera carcoma cultural. Este fenómeno no es más que el fruto podrido de la democracia liberal, un sistema que, en su afán por igualar a todos, ha abierto la puerta a las ideologías más disonantes y, a menudo, contrarias al sentido común. Nietzsche, como buen pensador crítico, fue un feroz antidemócrata y un elitista en toda regla. Su idea de la voluntad de poder rechaza el igualitarismo y reivindica la noción de la superioridad del individuo capaz de trascender las mediocridades colectivas.
Los wokistas, al parecer, han hecho un mal uso de la advertencia de Nietzsche sobre el poder de las interpretaciones. Han logrado tomar su idea de que «no existen hechos, solo interpretaciones» y la han torcido hasta convertirla en un juego de poder intelectual que les permite justificar cualquier tipo de «revolución moral» basada en victimismos y posturas radicales. En lugar de buscar la verdad en el ejercicio intelectual riguroso, han creado una especie de «interpretación selectiva» que se adapta a sus intereses políticos y sociales. Esto no es más que una tergiversación de la profundidad de Nietzsche, quien jamás habría apoyado una interpretación tan superficial y segmentada de la realidad.
El Wokismo no solo distorsiona la filosofía nietzscheana, sino que también refleja los fallos inherentes de un sistema democrático que, en lugar de fomentar la reflexión crítica y el libre intercambio de ideas, ha permitido que surjan movimientos que, en su nombre, pretenden imponer una moralidad uniforme.
RRR: En tu libro de ensayos sobre la obra de Exupery, uno se encuentra con una voluntad de desentrañar las interioridades creativas del autor francés. Uno de tus análisis fundamentales en ese contexto está en tu lectura de los personajes del lobo y la zorra, como portadores de mensajes positivos. ¿Dónde se cruza esa visión con la necesidad de nuevos paradigmas morales en la actualidad?
AVC: En El Principito, Saint-Exupéry nos ofrece una obra que, más allá de su aparente sencillez, alberga una profunda enseñanza moral y una visión esperanzadora sobre la naturaleza humana. Aquí, los desafíos del Principito y los encuentros con personajes simbólicos sirven como una guía para redescubrir valores esenciales que a menudo olvidamos en la vorágine de la vida cotidiana.
La figura del zorro encarna una sabiduría moral que trasciende las palabras, mostrando que el verdadero valor de las cosas radica en las relaciones que cultivamos con ellas. Cuando el zorro afirma que «solo se ve bien con el corazón», nos invita a mirar más allá de las apariencias y a encontrar en la profundidad de nuestras conexiones el sentido de nuestra existencia. Esta afirmación resuena con una ética del cuidado y del amor, donde conocer implica un compromiso auténtico y una responsabilidad hacia aquello que decidimos «domesticar». En este acto de conocimiento y cuidado, Saint-Exupéry nos muestra cómo podemos encontrar belleza y significado en lo que aparentemente es ordinario.
La rosa del Principito, a simple vista una más entre muchas, adquiere un valor único porque ha sido amada y cuidada. Este reconocimiento subraya una enseñanza moral: no es la excepcionalidad innata de las cosas lo que las hace importantes, sino el esfuerzo y la dedicación que ponemos en nuestras relaciones. Este mensaje, que podría leerse como una celebración del amor incondicional, nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras acciones y elecciones dan forma a nuestras experiencias y al mundo que nos rodea.
Incluso la figura de la serpiente a menudo vista como un símbolo de peligro o traición, en el contexto de El Principito toma un significado transformador. Su papel no es de destrucción, sino de facilitadora en el paso hacia un estado superior de existencia. Aquí, Saint-Exupéry nos recuerda que los finales no siempre son trágicos; pueden ser, en cambio, el comienzo de algo nuevo y mejor.
El Principito es, en esencia, un llamado a recuperar nuestra capacidad de asombro, nuestra habilidad para amar con sinceridad y nuestra disposición para cuidar lo que realmente importa. Nos muestra que la verdadera felicidad no está en la acumulación de bienes materiales o en las grandes ambiciones, sino en la calidad de nuestras relaciones y en la profundidad de nuestras conexiones con el mundo y con los demás. Al leer esta obra, se nos invita a adoptar una visión más compasiva, comprometida y optimista, recordándonos que siempre podemos elegir el amor y la bondad como guía en nuestras vidas.
PLAYA ALBINA
RRR: ¿Qué es Playa Albina, para ti desde el punto de vista creativo? ¿Puedes explicar un poco, para los lectores, de donde sale el nombre y qué representa?
AVC: El término Playa Albina para referirse a Miami fue acuñado por Lorenzo García Vega, y su uso va más allá de una simple ocurrencia lingüística. En mi caso, lo he adoptado como una metáfora pintoresca, casi lúdica, una forma de recrear imaginarios desde un tono ligero y recreativo, un divertimento que capta la esencia peculiar de esta ciudad. Sin embargo, para García Vega, el concepto tenía una carga mucho más crítica y profunda: representaba su rechazo hacia lo que percibía como la banalización de la cultura y el predominio del kitsch.
En ese sentido, Playa Albina no es solo un apodo ingenioso, sino una herramienta de interpretación cultural. Por un lado, es posible verlo como una descripción poética del desarraigo, un reflejo de cómo Miami se convierte en un espacio intermedio entre culturas, ni completamente cubano ni totalmente estadounidense, sino una suerte de híbrido inquietante. Por otro lado, en la lectura más ácida de García Vega, el término funciona como una crítica hacia lo que él percibía como el vaciamiento de contenido cultural en favor de un espectáculo superficial y consumista.
La tensión entre estas dos interpretaciones—la celebración de lo pintoresco y la denuncia del vacío cultural—ilustra cómo un término aparentemente simple puede abrir debates más amplios. Playa Albina no solo señala un lugar físico; también delimita un espacio simbólico donde conviven el juego y la crítica, lo bello y lo banal, lo autóctono y lo impostado.
RRR: La editorial Éxodus como parte de la Fundación Ego de K, ha sido una plataforma importante en la publicación de libros a muchos escritores de la diáspora. ¿Tiene Ángel, como artífice principal de esa fundación, algún nuevo plan para impulsar el trabajo con los escritores el próximo 2025?
AVC: En la Fundación Ego de Kaska y Éxodus, el próximo año está marcado por la ambición de trascender los límites actuales en el trabajo con escritores de la diáspora. El 2025 no será un año más; será un año para reimaginar cómo la literatura puede unir, provocar y transformar. Una de nuestras prioridades será la creación de nodos literarios globales, espacios de encuentro tanto virtuales como presenciales donde escritores puedan conectar con lectores, críticos y otros creadores en diferentes partes del mundo. Esto no es solo publicar libros; es construir comunidades literarias vivas y dinámicas.
Además, estamos desarrollando una línea editorial que celebre la diversidad de las narrativas diaspóricas, con colecciones que aborden desde la memoria histórica hasta la innovación estética. Queremos mostrar al mundo que la diáspora no es solo un lugar de pérdida, sino un manantial inagotable de creatividad.
Otro eje central será el lanzamiento de un laboratorio de escritura experimental, pensado para romper las barreras de los géneros tradicionales. Aquí, los escritores podrán explorar nuevas formas narrativas, desde la hibridación de géneros hasta el uso de tecnologías digitales en la creación literaria.
La Convención de la Cubanidad 2025 será el epicentro de estas iniciativas, con una propuesta renovada que incluirá debates sobre el futuro de la literatura diaspórica en el contexto de un mundo cada vez más interconectado. No será solo un evento, sino un manifiesto colectivo.
Estas iniciativas buscan no solo publicar libros o apoyar escritores, sino reconfigurar el espacio literario de la diáspora como un territorio de innovación, resistencia y trascendencia. El 2025 será un año para sembrar futuro.
RRR: Ego de Kaska se ha convertido en una plataforma visitada con frecuencia por una buena parte de la intelectualidad cubana en la diáspora. ¿Qué le está faltando a pesar de las colaboraciones de tus colegas y amigos?
AVC: Ego de Kaska, como plataforma cultural y literaria, ha logrado convertirse en un espacio de referencia para la intelectualidad cubana en la diáspora, pero como todo proyecto vivo, siempre hay áreas por fortalecer. Uno de los principales desafíos que enfrentamos es el alcance intergeneracional y transdisciplinario. Si bien hemos logrado atraer a una parte significativa de escritores y pensadores consolidados, todavía necesitamos integrar de manera más activa a las nuevas voces emergentes, esas que representan el futuro de nuestra cultura.
Otro aspecto que nos falta consolidar es el diálogo con otras comunidades culturales diaspóricas. La diáspora cubana no existe en un vacío; forma parte de un entramado global de migraciones e intercambios. Ampliar nuestras conexiones con otras diásporas podría enriquecer el debate intelectual y abrir nuevas perspectivas sobre nuestra propia identidad.
Además, aunque hemos contado con el valioso apoyo de colegas y amigos, necesitamos una mayor infraestructura de recursos y apoyo institucional. Esto incluye desde financiamiento para proyectos de mayor envergadura hasta acceso a plataformas tecnológicas que permitan una mayor proyección de nuestros contenidos y eventos.
El desafío quizás más importante es mantener la frescura y relevancia del discurso. La intelectualidad tiene el peligro de encerrarse en sí misma, y nuestra misión es evitarlo a toda costa, creando contenidos que no solo convoquen, sino que también provoquen: que incomoden, cuestionen y revitalicen la conversación sobre nuestra identidad, historia y destino.
Lo que falta no son ideas ni talentos, sino mecanismos más efectivos para tender puentes, expandir horizontes y consolidar un legado que trascienda generaciones. Ego de Kaska está en una constante búsqueda de ese «algo más» que pueda potenciar su impacto, porque entendemos que, en la diáspora, como en la vida, nunca se está completo, siempre se está por hacer.
RRR: Muchas veces te he escuchado hablar de la Casa del Ser. ¿Qué es exactamente esa casa donde se discute sobe arte y política?
AVC: La Casa del Ser es más que un espacio simbólico; es una brújula en medio del laberinto cultural y político en el que se encuentra la diáspora cubana. Este concepto invita a re-imaginar nuestras raíces y nuestra proyección como comunidad, no desde la nostalgia o la ruptura, sino desde la construcción activa de un sentido de pertenencia más amplio.
En este refugio conceptual se busca un balance entre la reflexión estética y la crítica política. Es un lugar donde las preguntas sobre identidad, exilio y pertenencia encuentran resonancia en las discusiones sobre arte como lenguaje universal y política como acto de transformación.
Cuando se plantea la disyuntiva entre Cuba: exilio o diáspora, la Casa del Ser se sitúa en un terreno más fértil: no toma partido ni se limita a esas categorías. En su lugar, explora cómo estas experiencias moldean nuestras visiones del mundo y nuestras posibilidades de crear. ¿Es el exilio un desarraigo o una liberación? ¿Es la diáspora una pérdida de sentido o una forma de multiplicidad cultural?
La Casa del Ser actúa como un taller de ideas, un crisol donde se redefine qué significa ser cubano fuera de la isla, no desde la añoranza de lo que fue, sino desde el potencial de lo que puede ser. Es una plataforma para dialogar sobre el arte como herramienta de cambio, sobre la política como campo de batalla para las ideas, y sobre el acto de vivir en la diáspora como una oportunidad para construir nuevos mapas de identidad.
En definitiva, la Casa del Ser no es un lugar para respuestas fáciles, sino para el cuestionamiento constante y la creación colectiva, siempre con la mirada puesta en la posibilidad de trascender las fronteras físicas y conceptuales.
RRR: Hojeando uno de tus libros, me encontré con tus reflexiones y propuestas sobre los orígenes de la nacionalidad cubana, la idea de “ser cubano”, y la instrumentación por el poder político de esas categorías para justificar regímenes totalitarios, algo que quizás pueda parecer, y lo es, de cierta complejidad. A mí me parece que entender ese tipo de acercamiento pudieran dar luces a muchas eventos en Cuba e incluso en el contexto regional. Me estoy refiriendo al Mito Bayam, algo que personalmente no había escuchado antes. ¿De dónde sale el Mito Bayam y como se pudiera explicar de modo potable para gente interesada?
AVC: El mito de Bayam no debe ser confundido con un simple mitologema; es una leyenda concreta que fue forjada en el crisol de la historia, transmitida oralmente por sus ascendentes. Tal vez sus orígenes se remontan a los aborígenes de la región del Cauto, o quizá se gestó durante el choque de dos culturas. Sin embargo, lo que es indiscutible es que Bayam es un sonido —uno primordial— comparable al vibrante eco cósmico de om. Este sonido, con el tiempo, se convirtió en un mito, y el mito se convirtió en el pilar que sostiene la construcción espiritual de la identidad de un pueblo.
Mi acercamiento a esta obra comenzó en los primeros años de la década de 1990 en Cuba, y se culminó en el exilio, a mediados de la década del 2000. No soy el autor de este libro, sino su notario público. Imaginé este texto dentro del marco de los cuerpos sutiles, un concepto que me permite entender cómo Bayam, al igual que cualquier otro mito fundacional, se materializa en una comunidad identificada por un territorio y una lengua compartida. De Bayam surgió Bayamo, luego bayameses, y finalmente bayamesa. Así, la influencia de Bayam ha seguido expandiéndose, ejerciendo una fuerza cada vez más fuerte sobre el pueblo cubano, desde la región del Cauto hasta todo el archipiélago.
Este fenómeno espiritual ha alcanzado niveles inéditos, convirtiéndose en el único poder absoluto que reside en manos de los cubanos. A lo largo de los años, muchos han olvidado la grandeza de Bayam, especialmente después de la segunda guerra de independencia. Sin embargo, en la espera paciente de una oportunidad, Bayam nunca desapareció completamente, permaneciendo latente en el corazón de la nacionalidad cubana. Fue Martí, en un momento crucial de nuestra historia, quien invocó las fuerzas de Bayam para enfrentar la amenaza de rendirnos a la idea de la independencia. En esa invocación, Martí dijo: «Todo es vida y muerte y no cabe error.»
A través de la famosa frase de Balzac, «Hay misterios encerrados en toda palabra humana», nos invitamos a reflexionar sobre la inmensa complejidad del lenguaje. La palabra, en su esencia, alberga un enigma que no siempre se revela en sus formas ancestrales. Sin embargo, las palabras, aunque profundas en su origen, continúan evolucionando y nos sorprenden con nuevos significados, frescos y vitales. En este sentido, Bayam representa una de esas joyas lingüísticas, una palabra que, al ser pronunciada, se convierte en una imagen palpable del cubano, en el epicentro mismo de su identidad.
La palabra Bayam es intransferible a otros idiomas, y su sonoridad, a pesar de las dificultades de transcripción en lenguas ajenas, encapsula una carga cultural única. En inglés, por ejemplo, la aspereza de la palabra parece revelar todo su carácter esencialmente cubano. La fonética de Bayam evoca la presencia de elementos naturales, como el agua y el fuego, que con su vibración mantienen viva la creación misma. Es una palabra que se resiste a la quietud, un concepto que permanece en constante flujo, como la vida misma.
Cuando reflexionamos sobre por qué el sonido Bayam fue asociado a la vida armónica indígena, comprendemos que la vocal «a», presente en la palabra, refleja los elementos del agua y el fuego, esa dualidad de creación. La «a» es, en este contexto, el fonema que da forma a la creación, el inicio de todo poema, la primera letra que impulsa el alma a su búsqueda mística de descanso. Así, Bayam no solo es la palabra primigenia de Cuba, sino el poema inaugural que define la esencia misma del ser cubano.
La lengua cubana, entonces, se convierte en un espejo de las luchas internas, de la reconciliación entre los antiguos y los nuevos significados que se forjan en el tiempo. Bayam, como palabra, es la clave que nos permite acceder a esa rica historia que permanece latente en nuestra cultura. A través de este libro, intento arrojar luz sobre cómo el dominio de la racionalidad y la lógica en la intelectualidad cubana ha eclipsado la sensibilidad poética que siempre estuvo presente en el pueblo cubano, y cómo este mismo pueblo, a lo largo de los siglos, ha sido testigo de su propia transformación.
La cultura cubana ha sido históricamente dominada por un discurso racional que ha relegado a un segundo plano las fuerzas místicas y creativas del ser cubano. En este sentido, este ensayo busca proporcionar claves para entender por qué la tradición más pedestre, simbolizada por el «último hombre», ha logrado imponerse sobre la riqueza espiritual que la cultura cubana alberga. Este es el verdadero desafío, el que nos lleva a preguntarnos por las razones de esta dominación y a tratar de restaurar una sensibilidad más profunda y más auténtica a nuestra identidad.
Así, al final, la reflexión no solo es un análisis lingüístico o histórico; es un reclamo a una verdadera revalorización del ser cubano en su totalidad, a recuperar lo que nos pertenece: el mito, la palabra, y la identidad.
RRR: “El Azúcar de Cuba, capitalismo, nación y región” es una de tus obras que, a mi entender, a pesar del periodo que analiza 1880-1898, pudiera ser un excelente libro de consultas para entender el despegue y desarrollo que en algún momento alcanzó nuestro país. ¿Qué razones te llevaron a indagar en ese periodo y porque lo basas en la industria azucarera?
AVC: La elección del período 1880-1898 y el enfoque en la industria azucarera no es casual, sino una reflexión profunda sobre los procesos de concentración y centralización económica que marcaron la historia de Cuba, particularmente en su región oriental, con Manzanillo como un paradigma singular. Este período no solo representa la consolidación del azúcar como el principal motor de la economía cubana, sino también el momento de mayor intensificación de las contradicciones inherentes a ese modelo, cuya huella aún resuena en la estructura socioeconómica actual.
En este contexto, Manzanillo se erige como el epicentro de la concentración de la producción azucarera. La región se convierte en un microcosmos donde las grandes plantaciones, que operaban como centros productivos autónomos y autárquicos, ilustran a la perfección el proceso de centralización del poder económico en manos de una élite que controla no solo la tierra, sino también las fuerzas laborales y los mercados. Esta concentración no se limita a la producción, sino que se extiende a las relaciones de poder, transformando la región en un escenario de lucha constante entre los intereses de los grandes terratenientes, las fuerzas coloniales y los campesinos que eran absorbidos por la maquinaria del azúcar.
Lo que Manzanillo muestra, y que mi estudio trata de desentrañar, es cómo la industria azucarera, lejos de ser una actividad dispersa y diversa, se convirtió en un fenómeno de monopolio, donde los recursos humanos, tecnológicos y financieros se concentraron en unas pocas manos. La región, en ese sentido, no es solo un espacio físico, sino una metáfora de los límites del modelo capitalista colonial: un sistema que, si bien fomentó la modernización económica, lo hizo a costa de una profunda desigualdad social y racial.
La centralización de la producción azucarera en Manzanillo, en particular, es fundamental para comprender cómo la Cuba de finales del siglo XIX no solo estaba imbuida en las dinámicas del mercado mundial, sino que, al mismo tiempo, estaba atrapada en un círculo vicioso de dependencia y explotación que diluía las posibilidades de una autonomía real. Las crisis cíclicas del azúcar y los vaivenes de la demanda global provocaban una constante reconfiguración del sistema, pero nunca alteraban su estructura centralizada, donde el poder de decisión se concentraba en los grandes terratenientes y en los intereses foráneos, principalmente estadounidenses.
Al examinar este periodo, me interesa no solo el azúcar como una mercancía que definía el destino de Cuba, sino también cómo ese modelo económico, basado en la concentración de recursos y la centralización del poder, afectó las relaciones sociales, la política y la cultura de la región y, por extensión, de la isla. Manzanillo, como una de las grandes concentraciones de la industria azucarera, sirve como un ejemplo de cómo la estructura económica del país estaba inmersa en una red de interdependencias que no solo incluían los intereses de los grandes capitalistas, sino que también reflejaban las contradicciones y las tensiones internas que llevaron, finalmente, a la búsqueda de una independencia que, irónicamente, fue también la búsqueda de una autonomía económica y social.
Este enfoque regional en Manzanillo permite entender que la historia de la industria azucarera en Cuba no puede ser vista de manera aislada, sino que debe ser contextualizada dentro de un proceso mucho más complejo de concentración de poder, luchas de clase y tensiones económicas que siguen siendo claves para entender los dilemas contemporáneos del país. La región no es solo un testimonio de la gloria del azúcar, sino también un recordatorio de los límites y las huellas de un modelo que, para muchos, terminó resultando en una condena perpetua a la dependencia y la desigualdad.
RRR: ¿Podría en el futuro capitalista que con seguridad salvará a Cuba del futuro recuperar la industria azucarera al nivel que tuvimos en el pasado?
AVC: Es importante reconocer que, si bien la industria azucarera cubana vivió su auge en el pasado, el futuro de Cuba no depende únicamente de revivir viejos modelos económicos, por más que en su momento hayan sido exitosos. En lugar de intentar regresar al pasado, debemos centrarnos en cómo reconfigurar y adaptar nuestra economía a las realidades globales actuales y a las necesidades de desarrollo sostenible de la isla.
Ciertamente, el capital, la innovación y la inversión podrían desempeñar un papel crucial en revitalizar sectores como el azucarero, pero este resurgimiento no debería implicar simplemente una repetición del modelo anterior, con sus problemas inherentes de dependencia y concentración. Un enfoque más moderno y diversificado podría ser clave para integrar la industria azucarera dentro de una economía más globalizada y menos vulnerable a las fluctuaciones del mercado mundial, además de ser una industria más tecnificada y sostenible.
En este sentido, un futuro capitalista, que apueste por la innovación, la educación y una apertura a nuevas tecnologías, podría llevar a la Cuba de mañana a ser no solo un productor de azúcar, sino también un centro de desarrollo agroindustrial y energético, con un aprovechamiento integral de la caña de azúcar en biocombustibles y otros productos derivados. Este renacimiento no dependería exclusivamente de recuperar el nivel del pasado, sino de transformarlo en algo más dinámico, que apunte a la sostenibilidad y a la prosperidad inclusiva.
Así, lejos de quedarnos atrapados en la nostalgia de un pasado glorioso, podemos construir un futuro próspero en el que la industria azucarera sea solo uno de los pilares de una economía diversa, moderna y resiliente.
RRR: ¿Como ves la salud de la literatura y la cultura cubana en el exilio y en específico en Playa Albina?
AVC: La literatura y la cultura cubana en el exilio, y en particular en Playa Albina, atraviesan una etapa de redefinición. Si bien es cierto que la diáspora cubana ha preservado con vigor la tradición literaria, su situación geográfica dispersa y las tensiones internas han generado una fragmentación que impide la consolidación de un frente unitario y fuerte. Las voces más representativas del exilio cubano continúan produciendo obras de gran calado, pero a menudo carecen del tipo de apoyo institucional y colectivo necesario para generar un impacto más amplio, tanto dentro como fuera de la comunidad cubana.
En Playa Albina, este fenómeno se refleja de manera significativa. La literatura cubana ha encontrado nuevas formas de expresión, más libres de las restricciones del régimen, pero a su vez, se enfrenta al desafío de mantener su relevancia cultural en un contexto globalizado. La mezcla de influencias y el ajuste a las nuevas realidades sociales ha dado lugar a una creación literaria rica, pero también, en ocasiones, dispersa, sin una clara dirección común. A ello se suma la preocupación de que muchos escritores en la diáspora se ven atrapados entre la nostalgia del pasado y la necesidad de adaptarse a nuevas realidades, un dilema que puede afectar la autenticidad de la propuesta literaria cubana en el exilio.
En términos generales, la salud de la literatura y la cultura cubanas fuera de la isla es una cuestión de complejas tensiones. Si bien la producción sigue siendo constante y a menudo de gran calidad, existe la necesidad de consolidar una red de colaboración y apoyo mutuo que permita la evolución de la literatura cubana en la diáspora sin perder su vínculo con sus raíces, sin que se pierda en la nostalgia o en el intento de adaptarse a un mercado global que muchas veces no comprende la complejidad de nuestra identidad. La pregunta que queda pendiente es si la literatura cubana en el exilio podrá reinventarse lo suficiente como para trascender los límites impuestos por su propio contexto histórico.
RRR: Es evidente que asistimos a una época de cambios; los cambios, se producen en épocas de profundas crisis, y en nuestro caso, el desarrollo de las tecnologías y la AI han puesto al mundo de cabeza. ¿Piensas que el mundo es una mierda y que vamos a una debacle absoluta de todo lo que hasta ahora ha creado la humanidad?
AVC: Sí, sin duda estamos viviendo una época de profunda transformación, y como sucede en momentos de crisis, esos cambios suelen arrastrarnos hacia una suerte de reordenamiento forzado. El avance de la tecnología y la inteligencia artificial es, a mi juicio, una manifestación del mismo impulso humano por entender y controlar el mundo, pero, en lugar de ofrecernos un futuro prometedor, nos está llevando a una paradoja inquietante.
La cuestión no es que el mundo esté condenado, sino que el tipo de humanidad que está surgiendo bajo esta era digital está perdiendo su capacidad de reflexión profunda. Estamos ante una aceleración imparable de procesos, donde lo que parece progreso es, en muchos casos, solo un velo que cubre la falta de una dirección clara. En lugar de una evolución hacia la sabiduría o la conexión genuina, nos enfrentamos a una desconexión cada vez más grande, tanto con nosotros mismos como con los demás.
Sin embargo, no todo está perdido. Como en cualquier época de transición, siempre existe el potencial para la reinvención. Las crisis abren espacios para la reflexión, para la búsqueda de alternativas. Quizás el mundo no sea una «mierda» en su totalidad, sino que estamos en un punto de inflexión en el que necesitamos repensarlo todo. El desafío radica en encontrar formas de integrar lo nuevo sin perder nuestra esencia humana, de no dejar que la tecnología se convierta en el amo de nuestras vidas, sino que sirva como una herramienta para una mayor creatividad, reflexión y solidaridad.
Lo que estamos viviendo es, más que una debacle, una oportunidad de reescribir nuestra narrativa, de trascender lo que está decayendo para construir algo más relevante y humano. Aunque es cierto que el panorama es incierto, no podemos rendirnos al derrotismo. A veces, la oscuridad más profunda precede a una nueva luz.