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«Palabras Preliminares» de Jorge Mañach en «Dialogos sobre el destino» de Pittaluga

Por El Coloso de Rodas

En Palabras Preliminares (una suerte de introducción o prólogo), Jorge Mañach ofrece una reflexión profunda y matizada sobre la obra Diálogos sobre el Destino de Gustavo Pittaluga. A través de este análisis, Mañach no solo sitúa la obra en su contexto histórico y cultural, sino que también desentraña las inquietudes filosóficas que atraviesan el texto, las cuales abordan, en última instancia, el problema central de Cuba: la falta de un propósito colectivo que guíe su destino histórico. La manera en que Mañach introduce la obra no se limita a la mera presentación de un evento social, sino que plantea una reflexión sobre una Cuba que se ve a sí misma como una nación sin rumbo, flotando en el vacío de la historia, sin una dirección clara.

El contexto de la presentación de la obra en el Lyceum de La Habana, un espacio culturalmente significativo dirigido por mujeres, adquiere un valor simbólico en la interpretación de Mañach. Este no es un detalle anecdótico, sino una clave para entender el trasfondo de las inquietudes de Pittaluga, que ve en la figura femenina un eje central en la reconstrucción de la identidad nacional cubana. Mañach señala que la presencia femenina en la obra de Pittaluga no es mera casualidad: la mujer, con su intuición y autenticidad, se convierte en la interlocutora privilegiada para una discusión filosófica que intenta alcanzar una visión más clara del destino de la nación. La mujer no es solo depositaria de los valores sentimentales y morales de la cultura cubana, sino también su piedra angular, encargada de transmitir los principios fundamentales que han formado la comunidad cubana. Es en este punto donde la obra de Pittaluga, según Mañach, alcanza su más profunda resonancia: la necesidad de repensar la nación cubana a partir de sus raíces culturales, en las cuales la mujer cumple un papel protagónico.

Al referirse a la obra de Pittaluga, Mañach destaca su influencia del pensamiento platónico, y traza paralelismos con la tradición de los diálogos filosóficos de figuras como Castiglione y León Hebreo. Sin embargo, lo que diferencia Diálogos sobre el Destino de estos diálogos filosóficos clásicos es su marcado carácter pragmático. Pittaluga no se limita a especular sobre cuestiones filosóficas abstractas; su obra tiene la ambiciosa intención de ofrecer una orientación concreta para Cuba. No se trata de un tratado filosófico aislado de la realidad histórica, sino de un llamado a la acción, un intento por dotar a la nación cubana de una conciencia histórica que le permita fijar un rumbo claro y definido.

Es aquí donde la crítica de Mañach a la obra de Pittaluga se hace particularmente relevante. Mañach plantea que el mayor problema de Cuba es precisamente la ausencia de un propósito colectivo. La nación cubana ha sido incapaz de estructurar un proyecto nacional que la guíe en su devenir histórico. La metáfora de Cuba como una isla de corcho, que nunca se hunde pero que carece de peso y solidez, resume con agudeza la crítica que Mañach le hace a la nación cubana: su inestabilidad, su falta de un programa claro, y su sumisión al inmediatismo y la improvisación. En lugar de ser un pueblo movilizado por un proyecto histórico común, Cuba parece un conjunto de individuos aislados que carecen de una visión compartida del futuro.

Para Mañach, la obra de Pittaluga es un grito de alerta, un llamado urgente a la conciencia colectiva. No basta con la energía dispersa de los cubanos ni con los esfuerzos individuales; es necesario forjar una voluntad común que vaya más allá de los intereses inmediatos. Es esta falta de unidad y de conciencia nacional lo que ha impedido a Cuba alcanzar un destino claro y definido. Diálogos sobre el Destino, según Mañach, no es solo un análisis filosófico, sino una exhortación a la acción, un llamamiento a que Cuba deje de ser una nación desorientada para convertirse en un pueblo con un rumbo claro, un propósito superior.

Palabras Preliminares se convierte en un texto que no solo elogia la obra de Pittaluga, sino que plantea un diagnóstico lúcido de la identidad cubana y de las carencias que la aquejan. A través de una prosa elegante y profunda, Mañach no solo contextualiza la obra, sino que la utiliza como vehículo para una meditación más amplia sobre la situación social, política y cultural de Cuba. Esta reflexión sobre la identidad cubana y su falta de propósito colectivo se presenta no solo como una crítica, sino también como una propuesta de acción. Mañach no se limita a diagnosticar la enfermedad; propone una cura: la necesidad de unificar los esfuerzos de la nación bajo un proyecto común, la urgencia de crear una conciencia nacional que permita a Cuba avanzar en la historia con un destino claro.

En su análisis de la situación social y política de Cuba, Pittaluga no solo examina los problemas demográficos y culturales de la isla desde un enfoque científico, sino que también se adentra en las tensiones internas y las influencias externas que han marcado el destino de la nación. En particular, el Dr. Pittaluga defiende la idea del mestizaje como una vía para la integración racial y cultural en Cuba, reconociendo que la diversidad racial no debe ser un obstáculo, sino una fortaleza. Sin embargo, también sugiere que la isla podría beneficiarse de una inmigración selectiva, no desde un punto de vista biológico, sino para incorporar nuevas perspectivas que enriquezcan la cultura cubana sin desfigurar su identidad hispánica.

Además, el Dr. Pittaluga se muestra consciente de la creciente influencia de Estados Unidos en Cuba, pero no sucumbe al fatalismo. En lugar de ver esta relación como una amenaza, la percibe como una oportunidad para que Cuba se enriquezca, sin renunciar a su tradición cultural española. A lo largo de la obra, Pittaluga defiende la necesidad de preservar esa tradición cultural que constituye la base de la identidad cubana, al mismo tiempo que aboga por un enriquecimiento continuo de esa herencia. La cultura, en su visión, es un elemento clave que puede equilibrar o desestabilizar la estructura de la nación, lo que le otorga una función primordial en la configuración del destino cubano.

A pesar de las tensiones históricas y geográficas que han marcado el desarrollo de Cuba, Pittaluga resalta la importancia de no abandonar los ideales de libertad y disidencia que fueron fundamentales en el pensamiento cubano, especialmente en la figura de José Martí. No obstante, también lamenta la desconexión entre la Cuba contemporánea y ese legado histórico. Esta ruptura, según él, se refleja en la cultura oficial empobrecida y alejada de la riqueza intelectual que caracterizó a épocas pasadas.

El Dr. Pittaluga, sin embargo, no se limita a diagnosticar los problemas del país. Va más allá y ofrece recomendaciones concretas para una transformación integral de la nación. En su propuesta, plantea un cambio en la conciencia colectiva de los cubanos, un renacer de la confianza en un destino superior para la nación, más allá de las luchas políticas y económicas cotidianas. En su visión, no habrá avance real ni significativo si no se genera un esfuerzo conjunto de toda la ciudadanía, si no se crea una visión de futuro que sea el reflejo de la voluntad colectiva de un pueblo unido.

De manera coherente con su crítica al inmediatismo, el Dr. Pittaluga también arremete contra la superstición y la dependencia del azar que caracteriza a muchos cubanos, quienes tienden a ver la suerte como la solución a sus problemas. Esta actitud especulativa, para Pittaluga, es uno de los mayores obstáculos para el esfuerzo colectivo que es necesario para la renovación nacional. En su lugar, aboga por una teoría del esfuerzo, fundamentada en la previsión y la voluntad, en lugar de esperar que factores ajenos o misteriosos resuelvan los problemas de la nación.

Finalmente, para Mañach, el Dr. Pittaluga concluye su obra con un llamado a la acción, invitando a la colaboración y al esfuerzo común para fortalecer la conciencia nacional. Este es un trabajo que, más allá de lo científico, apela a lo más profundo del alma del pueblo cubano, solicitando una renovación no solo política y económica, sino también cultural y espiritual. Es, en última instancia, un llamado a la creación de una Cuba con un destino claro, unida en su voluntad colectiva de avanzar hacia un futuro común.


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