Civil War (2004)

Por Rafael Piñeiro López

Civil War (2024), de Alex Garland, narra una especie de historia distópica donde unos periodistas, en plena nueva guerra civil norteamericana, intentan llegar a Washington D.C. para entrevistar a un casi derrotado presidente de la nación.

La pieza tenía la posibilidad de explorar artísticamente la compleja realidad política que vivimos hoy en día, y sin embargo yerra. Y es que la historia de Garland es mediocre y maniquea, con personajes de cartón (la perenne cara de culo de Kirsten Dunst es un ejemplo), escenas ridículamente chapuceras (no en su concepción estética sino en su contenido humano), y un sesgo ideológico notable a pesar de la intención continua por aparentemente no tomar partido.

Civil War es precisamente un reflejo de los tiempos que vivimos, una especie de propaganda ideológica enmascarada en un presunto ejercicio artístico solemne y objetivo. Y lo peor es que Garland se lo toma todo muy en serio.

Garland intenta meter miedo previendo un futuro que, a pesar de la radicalización existente, es muy poco probable que acaezca. Arranca de la premisa de qué un conjunto de estados organizarán a sus ejércitos para librarse de un presidente tirano y opresor, muy parecido a Trump en términos fisionómicos, por cierto, cuando la realidad es otra.

Aquellos que detentan el poder en el mundo real controlan cada estamento que rige sobre los hombres. La posibilidad de una confrontación militar masiva es improbable. Los verdaderos rebeldes, si acaso, serían barridos en cuestión de horas. No olvidemos que tanto el ejército como las fuerzas policiales siempre responden al amo que les paga. Y es que de una guerra civil a alguna confrontación aislada, va un trecho inmenso.

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Nota: texto tomado del muro de FB de Rafael Piñeiro

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