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A mí que me entierren “parao”: Roberto de Jesús Quiñones Haces, (entrevista)

Por Roberto Ruiz Rebo

Roberto de Jesús Quiñones Haces es un hombre de fe, y esa certeza lo ha guiado por algunas sendas escabrosas que él ha sorteado con determinación y arresto. Aunque dice no haber elegido bien sus modos de enfrentarse a las adversidades, la realidad lo desmiente. Lo conocí en la ciudad de Guantánamo hace muchos años, cuando ambos nos aferrábamos a la poesía para poner a volar nuestros sueños de juventud. Fue la época en que publicó un cuaderno de poemas con el título La Fuga del Ciervo que se destacó por encima de la escritura de sus congéneres durante aquellas jornadas.

Un día, de repente, me vi ante Quiñones para solicitarle sus servicios. Mi hermano menor había sido encarcelado injustamente por un delito que no había cometido. Roberto Quiñones es un notable abogado que, a diferencia de otros juristas, aceptaba defender casos que retaban al grupo de poder cubano. El día en que se celebró el juicio de mi hermano, mi familia lo vio brillar ante el jurado, con una defensa que dejó sin razones a los acusadores. Pero como sucede con regularidad en Cuba, mi hermano fue condenado. En un último esfuerzo por salvar a mi hermano del encierro, utilizando la influencia de un amigo, solicité en aquella ocasión una entrevista con la jueza.

––Compañera ––le dije tratando de sonar amigable––. La defensa ha demostrado que mi hermano, no ha cometido el delito por el que se le ha condenado.

La mujer buscó entre los papeles que tenía ante si sobre su buró y concluyó, dejándome sin habla.

––Compañero, es cierto, pero ––dijo mientras examinaba el acta del juicio––, nuestros superiores nos han orientado que ese tipo de comportamiento sea castigado con un año de cárcel.

Con el tiempo, Roberto de Jesús Quiñones se convirtió en un periodista independiente y un defensor de los derechos humanos violados continuamente por el régimen cubano.

Cienfueguero de nacimiento, Quiñones creció en una familia con diversidad de opiniones políticas. Mientras su padre apoyaba la revolución de Fidel, su familia materna repudiaba aquel proceso. Cuando era ya un estudiante de Derecho en la Universidad Central “Martha Abreu”, sus condiscípulos lo eligieron presidente estudiantil en la Facultad de Derecho, algo que no fue bien recibido por las autoridades académicas debido a su postura rebelde. Más tarde fue expulsado de su trabajo en la Central electronuclear de Juraguá, por presuntos problemas ideológicos, y es cuando decide radicarse en la ciudad de Guantánamo, en el Oriente de Cuba, donde lo conocí.

Señalado como contrarrevolucionario por la Seguridad del Estado desde principios de la década de los años noventa, su situación se complicó cuando asumió la defensa de una notaria guantanamera en 1999. Fue condenado a ocho años de cárcel de los cuales cumplió cuatro años, ocho meses y doce días en el Combinado de Guantánamo. Frutos de estas vivencias fueron sus libros Escrito desde la Cárcel (2001) Los apriscos del alba y El agua de la vida (2008). En el año 2012, Quiñones comienza a ejercer el periodismo independiente con la Agencia Cubanet, enfocándose en temas como los derechos humanos y la libertad de expresión, lo que desató el acoso, las amenazas y la persecución constante de las autoridades del régimen, hasta que logran encarcelarlo nuevamente en abril de 2019. Reconocido como preso de conciencia en ese año por parte de Amnistía Internacional, Artículo 19, la OEA y el Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio, el poeta y periodista es liberado finalmente en septiembre del 2020 al cumplir la injusta condena.

Quiñones ha escrito una poesía que se caracteriza por su tono reflexivo, al tiempo que explora y profundiza en temas como la libertad, la justicia y la espiritualidad. Fue ganador del Gran Premio Vitral de Poesía en 2001 y recibió menciones por su trabajo poético en el Concurso Internacional de Poesía Nósside en los años 2006 y 2008. También ha incursionado en la narrativa y en el año 2022, presentó en Miami la tercera edición de su libro La chica de nombre eslavo, un conjunto de narraciones breves que se caracterizan por su diversidad temática, que se mueve entre lo fantástico y lo realista.

Conversar con Roberto de Jesús Quiñones se me antoja un diálogo con la fe y la resiliencia. Afirma confiar en Dios, porque con Dios asegura no sólo haber podido atravesar situaciones difíciles, sino también haber crecido como ser humano. Y según me cuenta, descubrió esa fe en los versos de León Felipe, quien lo guió, afirma, a encontrar la fe y la palabra divina, en uno de los periodos más terribles de su existencia: Nadie fue ayer/ ni va hoy/ ni irá mañana/ hacia Dios/ por ese mismo camino/ que voy yo. / Para cada hombre guarda/ un rayo nuevo la luz del sol…/ Y un camino virgen, Dios.

A Quiñones le conmueve la literatura como a todos mis entrevistados, pero hay algo que lo distingue de manera rotunda, y es su pasión sin límites por la justicia y los derechos del hombre en Cuba y en cualquier parte del mundo.

Roberto Ruiz Rebo: Naciste en Cienfuegos, estudiaste en la Universidad de la Habana y formaste una familia en la parte más oriental de Cuba, ¿qué le han aportado a tu trayectoria habitar en estos territorios?

Roberto de Jesús Quiñones: También estudié los primeros tres años de mi carrera en la Universidad Central Martha Abreu, en la ciudad de Santa Clara. De Cienfuegos, Santa Clara, La Habana y Guantánamo guardo recuerdos variopintos. Creo que esas ciudades, de una forma u otra, están presentes en mi vida, en mi poesía y en los únicos cuentos que he publicado hasta ahora.

En Cienfuegos fueron mis inicios en los estudios, las amistades, la poesía, el amor y mi posición política que, aunque no exenta de cuestionamientos, siempre fue de apoyo a lo que entonces yo creía que era bueno. También fue el lugar donde se inició mi ruptura con la dictadura en fecha ya tan lejana como 1983.

Santa Clara, con su hermosa universidad y la extraordinaria biblioteca Coronado, fue un lugar de muchas lecturas y fortalecimiento cultural. También me mostró el rostro del oportunismo político. Allí hice amistad con José Díaz Roque, una de las personas más cultas e inteligentes que he conocido y allí también encontré a Ana Rosa Castro Bertrán, mi esposa, quien me ha acompañado durante más de 40 años en situaciones muy adversas.

La Habana fue un deslumbramiento: la belleza de la zona del Vedado, sus amplias calles y edificios, el largo paseo del malecón; tener la oportunidad de visitar teatros, cines, exposiciones, la Casa de las Américas y poder intercambiar opiniones con otros estudiantes de la carrera de Derecho fue una ganancia importante para mí. Fue el lugar donde vi algunos de los privilegios de “los hijitos de papá” y que también me marcó profundamente durante los sucesos de la embajada del Perú.

Guantánamo fue el descubrimiento de la región más pobre de Cuba, pero también de muchas personas acogedoras y francas. En Guantánamo la música y el sabor de lo auténticamente criollo está en las calles con el decir de la gente y sus bellísimas mujeres. En Guantánamo sentí por primera vez el desarraigo y la discriminación racial y conocí las mentiras de la dictadura sobre la base naval yanqui. He escuchado decir a algunos que Cienfuegos era una de las ciudades más racistas de Cuba antes de 1959. Bueno, en Guantánamo yo me sentí discriminado muchas veces por ser blanco, advenedizo y problemático. Solo el impacto que tuvo en mí convertirme en un profesional de prestigio e indócil, me permitió seguir adelante. Poco después de llegar a la ciudad del Guaso conocí a la doctora Florentina Boti. Ser recibido por ella en su casona, como un amigo, pudo paliar la frustración que varias veces provocó en mí esa discriminación. En los primeros años fue muy sutil y en los últimos absolutamente descubierta, coadyuvada por varios miembros de la UNEAC a los que consideraba amigos o cercanos, o de los que cabía esperar una posición congruente con su intelectualidad.

Sobre las tertulias en la casa del poeta Regino E. Boti solo puedo decir que no he vuelto a tener la oportunidad de compartir con un grupo de personas tan inteligentes, informadas e interesantes como las que formaron parte de esas reuniones. Con lo que viví en esa casa y en Guantánamo hay material suficiente para varias novelas.

Así que puedo concluir diciéndote que quiero mucho a esas ciudades y también a Camagüey, un lugar de visitas muy cortas, pero que me enseñó lo que son los valores y el patriotismo trascendente.  Si Guantánamo puede ser catalogada como la región donde surgió la raíz profunda de nuestra cultura musical, estoy absolutamente convencido de que Camagüey representa la reserva más valiosa de la identidad y el patriotismo cubanos.

Roberto Ruiz Rebo: La persecución por motivos políticos, obviamente te hizo optar por el exilio. ¿En qué medida han repercutido esas circunstancias en tu vida, en tu familia y en tu futuro como escritor? 

Roberto de Jesús Quiñones: Salir de Cuba ha sido un dolor muy grande. Una de las situaciones más difíciles que tienen que enfrentar los enemigos políticos de la dictadura comunista cubana es la presión psicológica de sus familiares. Yo he sufrido dos cárceles, la primera entre el 2 de julio de 1999 y el 12 de agosto del 2003 y la segunda entre el 4 de septiembre de 2019 y el 4 de septiembre del 2020. La foto que me tomaron el día que salí de esta segunda cárcel habla por sí sola. Cuando me miré frente a un espejo yo pensé que tenía cáncer. Yo no he sido nunca un hombre corpulento pero la pérdida de peso fue significativa.

Mi familia sufrió tanto ambas cárceles que todavía mis hijos y mi esposa me sorprenden con anécdotas suyas que no compartieron antes conmigo para ahorrarme más sufrimientos. La cárcel como muy certeramente escribió José Martí, “es el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás”. En cuanto a mí, lejos de matarme la inteligencia y secarme el alma esas cárceles me las engrandecieron porque fue allí donde conocí a Dios e inicié una estrechísima relación con él. Gracias a él, hoy mis dos hijos junto con sus esposas, mi esposa, mi nieto nacido aquí y yo, vivimos en este gran país.

Desde que comencé a ejercer como periodista independiente en Cubanet y ocasionalmente en otros medios independientes del control del PCC, no solo se acrecentó mi ostracismo, sino que conocí lo que es la represión directa de la dictadura en su expresión más cruel, no sólo por lo que me ocurrió a mí sino por lo que supe que también hicieron a varios opositores pacíficos en Guantánamo, algo que quizás no hubiera conocido de no haberme convertido en periodista independiente. En apenas una década de ejercer esa labor en Guantánamo fui objeto de múltiples detenciones, actas de advertencia, violaciones a mi libertad de movimiento, interrupciones del servicio de Internet, campañas de descrédito personal, registros ilegales con el consecuente robo de computadoras, teléfonos, libros, fotos y dinero. Algunas veces di a conocer mi testimonio en Cubanet, otras no lo hice porque fueron detenciones de algunas horas o amenazas a las que ya me había acostumbrado. Creo que fui uno de los periodistas independientes más hostigados por la dictadura entre el 2015 y hasta mi salida de Cuba, si no el que más. Mi madre, ya anciana, mi esposa, que ha sufrido ambas cárceles y todo lo relacionado conmigo, mis dos hijos y mis hermanos, me pedían que hiciera todo lo posible por salir de Cuba y yo no quería hacerlo en ese período. Es curioso, porque en 1994 había aplicado para el Programa de Refugiados de los Estados Unidos de América, cuyas oficinas estaban en J y Malecón. Luego apliqué en el 2006, 2009, 2012 y por último en el 2015 por intercesión de la Iglesia Católica y el Nuncio Apostólico que entonces representaba a la Santa Sede en La Habana. Lo ocurrido con esas aplicaciones es otra historia. Lo cierto es que después del resultado de la última entrevista en el 2015 quedé muy decepcionado y había decidido no salir de Cuba, permanecer allí haciendo lo único que sé hacer medianamente bien, escribir. De hecho, ese año viajé a Jamaica y regresé.

Quiero decirte que siempre recibí mucho respaldo de Hugo Landa, entonces el director de Cubanet y también de todo su equipo y siempre estaré muy agradecido por eso., pero me sentí muy decepcionado cuando la dirección del periódico me dijo, a los pocos meses de llegar aquí, que no podía continuar pagándome por mis artículos, que podía continuar colaborando con ellos de forma gratuita. Así lo hice dos años más, hasta mediados del 2024, cuando decidí terminar porque me censuraron de forma continua dos artículos en los que abordaba muy sinceramente la realidad del conflicto entre Israel y los palestinos, y las protestas que se realizaron en las universidades estadounidenses. Nunca pensé que la fuerza de una ideología tan destructora como la que pregonan esos musulmanes tuviera efecto en Cubanet, Pero así fue, me dijeron que en tiempos de elecciones no debían publicarse artículos como esos, quizás porque los donantes del dinero que financia la publicación imponen las reglas de juego o porque la mierda izquierdista también ha penetrado aquí muchas esferas de la sociedad, y si no fíjate en lo que ocurre en la propia universidad de Miami. No hay nada como un día tras otro y ahora, conociendo la corrupción que existía en la USAID, controlada entonces por los demócratas, lo entiendo todo. Pero yo no vine a este país para hacerme cómplice de censuras o imponerme autocensuras y si no las acepté cuando me jugué el pellejo en Cuba mucho menos voy a aceptarlas aquí.  No creo que ningún periodista independiente que haya sufrido lo que yo sufrí, merezca un tratamiento como el que recibí de parte de Cubanet, pero así es la vida, y yo soy muy resiliente. He aprendido a no esperar nada de los hombres.

Vivo pobre en Harrisonburg, Virginia, pero no me faltan la alimentación, la atención médica, la electricidad ni un buen baño con agua caliente, y sobre todo tengo paz. Por fin, a los 66 años, pude tener un auto, que, aunque viejo, funciona bastante bien, algo que nunca tuve en Cuba y que fue mi gran anhelo para poder viajar más a menudo de Guantánamo a Cienfuegos. He podido visitar Los Ángeles, Chicago, Tampa, Miami y Washington y todavía, con los poquísimos dólares que me quedan al final del mes, me puedo dar algunos gustos como libar un excelente whisky escocés o probar algunas de las innumerables marcas de cervezas que hay en los mercados. Publiqué la forma definitiva de mi poemario “Escrito desde la cárcel” y el libro de cuentos “La chica de nombre eslavo”. Vivo lejos de la farándula patriotera, ese equipo de “valientes” que ni siquiera le tiraron un hollejo de naranja a un mural de un CDR cuando estuvieron en Cuba y hoy quieren aupar para sí todos los méritos y hasta el derecho de decidir qué debemos hacer y pensar. Me duele mucho no ser disciplinado y escribir más, porque tengo mucho que decir, aunque mi principal batalla, desde que conocí a Dios en la primera cárcel, es lograr ser, al fin, un buen hombre. 

Pero cuando leo sobre lo que está pasando en Cuba quisiera estar allá físicamente, porque mi alma orbita sobre Cuba y las personas, lugares y recuerdos que siempre me acompañan.

El día 4 de septiembre de 2020, cuando salí de la segunda cárcel, me llamó José Daniel Ferrer, quien me confesó su admiración por lo que había hecho. Te confieso que me sentí muy mal porque si hay alguien importante en la Cuba de hoy es él. Siento mucha preocupación-por lo que puede ocurrirles- cada vez que pienso que en Cuba siguen hombres como él, Félix Navarro, Dagoberto Valdés, el Dr. René Gómez Manzano, Coco Fariñas, los sacerdotes José Conrado Rodríguez Alegre y Alberto Reyes, así como el muy humilde y valeroso Wilber Aguilar Bravo, por solo mencionarte algunos de los ejemplos que más me impresionan y respeto.

RRR: En tu libro “Escrito desde la cárcel”, y en tus poemas aparece el tema de la justicia y las injusticias de manera reiterada ¿consideras que esto es un reflejo de tu profesión de abogado y las circunstancias a las que has tenido que enfrentarte muchas veces?

RJQ: Todo eso está muy relacionado con mi profesión de abogado y con mi vida. Cuando repaso mis errores, los problemas que he tenido que enfrentar, pienso que no he sido nunca una persona hábil. De esas que tienen mucha inteligencia emocional. Si lo hubiera sido hoy estaría en la cúpula de la dictadura, porque oportunidades de avanzar en esa estructura demoníaca no me faltaron. Pero doy gracias, muchísimas gracias a Dios porque no ocurrió así. De hecho, desde niño, siempre fui muy rebelde en contra de lo mal hecho, y he sido así durante toda mi vida, en eso influyó mucho mi familia. El ejercicio de la libertad, decir de frente y sin tapujos la verdad es muy adictivo, y te confieso que lo he disfrutado mucho.

No soporto a quienes practican la doble moral y mucho menos a los intelectuales que se prestan a hacerlo por mantener un estatus social. En Guantánamo conocí a varios y Cuba parece ser una buena plaza para muchos como ellos. Cuando publiqué mi segundo libro de poesía, titulado “El agua de la vida”, que como el primero y el tercero fue convertido en pulpa por orden de la seguridad del estado, puse como exergo estos versos de Vicente Aleixandre:

“Un poeta no son sólo sus versos.

Alguien lo dijo: ¨Un poeta: una conciencia puesta en pie hasta el fin¨.

Escribir es poner en el papel un nombre

Como quien pone un hombre, de pie”.

Tengo la satisfacción de haber vivido de pie, pero también la de ser un poeta congruente con lo que escribo. En mi caso el poeta y la poesía, lo que ambos expresan y defienden, son lo mismo. Por eso estoy absolutamente de acuerdo con lo escrito por Vicente Aleixandre. De hecho, me gustaría, como dice la hermosísima canción de Mercedes Sosa y Vicentico, que me enterraran parao, porque solo me inclino ante Dios.

RRR: En Cuba, el oficio de la defensa, cuando este se realiza con profesionalidad, muchas veces se ve como oposición política. En tu caso, ¿cuáles han sido los obstáculos que debiste vencer para poder ejercer como es debido?

RJQ: Muchas veces, en conversaciones con mi esposa y amigos he dicho que me equivoqué al estudiar Derecho. Yo debí haber estudiado letras, o licenciatura en inglés, por ejemplo. Y no es que el estudio del Derecho no me haya enseñado, todo lo contrario. Pero esa no era, ni es una carrera para ningún joven cubano, porque la administración de justicia allí se ha convertido en un instrumento de represión y los abogados están muy limitados.

Yo era un joven muy idealista cuando opté por esa carrera y seguí siéndolo, aunque muy cuestionador, hasta que comencé mi vida laboral en la Unidad Presupuestada Inversionista “Primera Central Electronuclear de Cuba”, ubicada en el poblado de Juraguá, municipio Abreús, provincia de Cienfuegos. Allí tuve mis primeros encontronazos con la dirección de esa entidad y me sancionaron porque dijeron que tenía problemas ideológicos. Luego de que me dieran la baja laboral estuve casi un año sin encontrar trabajo porque ya me habían encasillado como “problemático”, un calificativo muy de moda entonces. Y luego de dos períodos en los que trabajé como asesor jurídico en otras empresas, entré en el Bufete Colectivo de Cienfuegos y cuando me casé fui a vivir a Guantánamo y continué en el bufete de esa ciudad, donde inmediatamente comencé a ser un abogado muy demandado.

Muchas veces fui citado a reuniones convocadas por el Departamento de Órganos Estatales y Judiciales del PCC de esa provincia, porque como no era militante del partido tenían que usar ese mecanismo de amenaza. Y si bien es cierto que no pudieron doblegarme, me impedían asistir a cursos de superación ofrecidos por universidades extranjeras y tampoco reconocían mis méritos laborales, así que en el año 1989 dejé de participar en las actividades del sindicato. La presión sobre mi persona llegó a tal grado que el Dr. René Gómez Manzano, prestigioso abogado líder de la Corriente Agramontista de Abogados Independientes de Cuba, antes de ser expulsado de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos (ONBC), pidió amparo en el ejercicio de la profesión para mí, debido al hostigamiento que ya recibía por parte del partido, los tribunales y la policía política. La decisión fue impedirme ejercer derecho penal por unos cuantos años, entre 1992 y 1998.

Yo desconocía cuán maquiavélico era el mecanismo creado por la dictadura, hasta que un día supe, por confesión de un juez, por qué en las sentencias aparecían afirmaciones que no se correspondían con lo que había sido probado en el juicio oral, sencillamente porque los tribunales falsifican las actas de los juicios: cambian las declaraciones de los testigos. Muchas veces los familiares de los acusados me preguntaban, “¿pero cómo la sentencia afirma tal cosa si se probó lo contrario”, y yo no sabía qué responderles, porque para mí aquello era una injusticia inconcebible. A partir de entonces me busqué muchos problemas porque me negué a firmar las actas de los juicios. Yo hablaba con otros colegas para que hicieran lo mismo pero el único que lo hacía era yo, al menos en Guantánamo.

En Cuba, desde hace muchos años, hablar de justicia en los tribunales cubanos es un eufemismo mayúsculo. A pesar de todas las limitaciones que había para poder ejercer como abogado yo sentía un orgullo tremendo cuando denunciaba ante jueces y fiscales toda la maldad y mentiras de su proceder y muchos guantanameros me lo agradecieron. Eso, y haberme convertido en el único abogado que asumía la defensa de opositores pacíficos me granjearon rápidamente la animadversión del partido y la seguridad del estado.

En mi vida como abogado he tenido que representarme dos veces. Lo que yo escribí en mi recuerdo de apelación hecho en septiembre de 2019 muy pocos abogados en Cuba han tenido el valor de decirlo. Tú no sabes lo orgulloso que yo me siento cada vez que leo ese escrito.

RRR: En 1999, fuiste condenado a ocho años de cárcel, ¿de qué se te acusaba?

RJQ: Me acusaron de haber participado en la compraventa ilegal de una vivienda y me sancionaron como autor de un delito de Falsificación de Documentos Públicos y Cohecho, un delito que no cometí y que técnicamente, tampoco podía haber cometido. Es una historia muy larga que ya te conté y en la cual ellos vieron la oportunidad de sacarme de circulación y lo hicieron. A pesar de que no era un funcionario público me sancionaron como autor del delito de Cohecho y aunque la propia sentencia ––que tengo aquí conmigo–– declaró que no se pudo probar que participé en la falsificación de documentos que se me imputaba, también me sancionaron por ello.  Fui sancionado por delitos comunes y en mi expediente carcelario estaba escrito, con letras rojas en la carátula, “C/R”. Aunque fui disciplinado durante mi internamiento y esperaba que al salir se me permitiría “reinsertarme socialmente”, no me permitieron volver a ejercer como abogado y cuando salí de libertad condicional el 12 de agosto del 2003 comencé a ser controlado más de cerca por la seguridad del estado.

RRR: La tiranía castrista históricamente ha tratado de lavarse la cara, afirmando que en sus cárceles no ocurren vejámenes, torturas y otros desmanes. Habiendo sido reo en las cárceles cubanas ¿podrías darme algún testimonio que niegue esa pretensión?

RJQ: He tenido la suerte de poder salvar la mayor parte de los diarios que escribí en ambos períodos de encarcelamiento. Algún día tendré que publicarlos porque creo que son un testimonio muy importante sobre la realidad que yo viví en la cárcel de Guantánamo. Yo vi reos morir por falta de atención médica, vi brutales golpizas ejecutadas por los guardias, yo mismo fui golpeado salvajemente el 19 de abril del 2019 frente al tribunal municipal de Guantánamo y en la primera unidad de la policía de Guantánamo y mi testimonio está en las redes sociales. El nivel de represión carcelaria era significativamente mayor en 2019 que en 1999, y ahora es mucho mayor que el que yo sufrí. A mí, los guardias me robaban las medicinas y los alimentos que mi esposa me llevaba cuando podía hacerlo, pues la segunda cárcel la viví en pleno período de la Covid-19, me desnudaban en medio del pasillo de la prisión, sin importar que pasaran mujeres guardias delante de mí, me amenazaban con enviarme a otras cárceles porque yo, desde Guantánamo seguí escribiendo para Cubanet y cada vez que me publicaban un artículo me suspendían una visita o un pabellón, o la entrega de una jaba que fue lo que se permitió entre noviembre del 2019 y abril del 2020. Obviamente, yo desconocía que había una muy fuerte campaña internacional clamando por mi libertad. Tan fue así que en dos ocasiones me dijeron que me concederían la libertad si dejaba de escribir para Cubanet. Por supuesto que no acepté y cumplí completo el año de privación de libertad.

RRR: En una de tus entrevistas has dicho lo siguiente: “Si hubiese sabido lo difícil que era trabajar para Cubanet, no hubiera aceptado”. ¿Qué circunstancias te obligaron a llegar a tal conclusión?


RJQ: A mí siempre me gustó la carrera de periodismo, de hecho, era la que quería estudiar, pero en 1976, año en que terminé el preuniversitario en Cienfuegos, esa carrera no llegó a mi provincia. Luego me enteré de que quedaron sin cubrir más de veinte plazas y las repartieron entre los estudiantes habaneros que no habían obtenido carreras debido a su bajo escalafón, cosas de Cubita la bella.

Como te dije, cuando salí de mi primera cárcel en agosto del 2003 no me permitieron volver a ejercer como abogado., hasta que entré al grupo de teatro de Guantánamo como asesor dramático. Allí estuve hasta que en el 2010 disolvieron el grupo por problemas de presupuesto. Reubicaron a todos menos a mí. Entonces tuve que vender café y jabones artesanales durante casi dos años para sobrevivir. Y un día me encontré en La Habana con el Dr. René Gómez Manzano y cuando le conté lo que estaba pasando, me dijo que iba a hablar con la dirección de Cubanet para ver si aceptaban mis colaboraciones. Aceptaron y así fue como me inicié en el periodismo independiente.

A pesar de que tenía conocimiento de lo ocurrido durante la llamada Primavera Negra yo llegué a pensar que después de las negociaciones realizadas entre la dictadura, la Iglesia y el gobierno de España para liberar a esos prisioneros de conciencia, yo no iba a enfrentar mayores consecuencias, pero ocurrió todo lo contrario. Al principio, durante las primeras detenciones y amenazas sentí mucho miedo, pero al hacerse reiterada la represión comencé a habituarme a lidiar con eso, a sortear las trampas que te tienden y a fortalecer mi posición. Durante los registros, detenciones e interrogatorios a los que fui sometido traté de adoptar la posición de un cristiano, de alguien que no iba a replicar sus groserías ni ataques y me di gusto, muchísimo gusto, de decirles frente a frente lo que pensaba de ellos y que no les tenía absolutamente ningún miedo. Llega un momento en que te habitúas a vivir con eso y a no mostrarles la menor inquietud, entonces comienzas a vencerlos. Con mi calma y la solidez de mis respuestas hice salir más de una vez de la oficina de interrogatorios, totalmente impotentes y avergonzados, a varios de aquellos jóvenes incapaces de ofrecer argumentos válidos a lo que les decía.

Vivía en constante tensión, de hecho, comencé a padecer de una psoriasis de la que aún no me he curado. A veces iba a buscar el pan y me percataba de que ese día estaba siendo vigilado. Es increíble la cantidad de tiempo y recursos que gastan en vigilar a un simple ciudadano solo porque no piensa como ellos. Todas las noches tenía que esconder mi laptop y el teléfono en el doble fondo de un mueble porque no sabía si al día siguiente vendrían de madrugada a registrarme. Es muy difícil vivir así, pero pude hacerlo.

Es extremadamente difícil ser periodista independiente, activista u opositor en Cuba. Nadie en Cubanet, ni en ningún otro medio de prensa independiente radicado fuera de Cuba sabe lo que es eso. Y aunque no me arrepiento, porque Cubanet me dio la oportunidad de expresar lo que sentía libremente––salvo contadas excepciones–– si hubiera sabido lo que me esperaba no me hubiera convertido en periodista independiente. Por eso dije esa frase.

RRR: Las organizaciones de derechos humanos a veces actúan con tolerancia y cierta lentitud ¿Cómo reaccionaron ante tu injusto encarcelamiento y tu propia situación carcelaria?

RJQ: El suceso que provocó que fuera por segunda vez a prisión tuvo una repercusión inmediata debido a una casualidad. El día 19 de abril de 2019 yo estaba almorzando en un restaurante con mi amigo Regino Rodríguez Boti y me llamó Tomás Cardoso de Radio Martí, pidiéndome que fuera hasta el tribunal municipal y averiguara si iban a celebrar el juicio a los pastores evangélicos Ramón Rigal y Ayda Expósito. Muchas veces colaboré gratuitamente con Radio Martí, de hecho, hubo semanas en que lo hice hasta tres veces. Tomás Cardoso y otros periodistas me llamaban constantemente pidiéndome que participara en sus programas y desde que llegué aquí jamás me han llamado para preguntarme cómo me va, pero como te dije, así es la vida a veces.

Debo decir que el jueves 15 de abril del 2019, siendo las 7 de la noche, yo iba hacia Cienfuegos para participar en las fiestas del bicentenario de mi ciudad natal y al llegar al punto de control de la PNR, en la autopista, un sicario de la seguridad que se identifica con el seudónimo de Víctor Víctor, hizo que me bajaran del ómnibus. Pero antes de bajarme arengué a los pasajeros, luego tuve una muy fuerte discusión con él allí y luego en la primera unidad de la policía, donde me retuvo por casi cinco horas. Así que fui hacia el tribunal y Victor Victor me vio, pasó por mi lado, me tocó en el hombro y me dijo: “Ven acá un momento”, pero no le hice caso. Si algo me molesta extraordinariamente es rebajarme ante un cobarde como ése. Entonces envió a un agente de la policía blanco, joven y fuerte, de casi seis pies de estatura, para que me detuviera. El individuo llegó y me pidió el carné de identidad y cuando le pregunté por qué me lo pedía, me dobló el brazo derecho y me haló con tanta fuerza que caí al suelo. En el suelo me esposó y yo comencé a arengar a la multitud. Entonces el tipejo comenzó a golpearme en el rostro y llegué con la guayabera blanca totalmente ensangrentada a la unidad de la policía. Allí, en vez de entrarme por el lugar establecido lo hicieron por otro lugar y yo seguía gritándole “cobarde hijo de puta” y como no me callaba me dio un puñetazo tan fuerte en la parte derecha de mi rostro que me caí, me levantaron y me le encuadré: “¡Me cago en el coño de tu madre, dispara y mátame que eso es lo único que te falta hacer hijo de puta!” Yo no soy un hombre de decir malas palabras, pero en situaciones como esa la indignación no se anda con buenos modales.

Esa bulla hizo que el jefe de la unidad fuera hasta el lugar y al reconocerme ordenó que me llevaran de inmediato al hospital. El mismo policía quiso hacerlo, pero el jefe le dijo que no y ordenó a otro policía que lo hiciera, pero se les olvidó quitarme el teléfono y estando en el hospital me llamó Tomás Cardoso y muy brevemente le relaté lo ocurrido, esa llamada fue grabada y creo que permanece en los archivos de Radio Martí y en las redes. Y eso fue lo que provocó que mi caso fuera conocido de inmediato y que Mike Pompeo, entonces secretario de Estado de los EE.UU., el senador Marco Rubio, Luis Almagro, secretario general de la OEA, la presidenta de la Organización Interamericana de Prensa y varias organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, Artículo 19 y Global Alliance se pronunciaran por mi caso. El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU dictó la Resolución No. 65 de 2020 declarando ilegal y arbitraria mi detención y condena. Hasta el Papa Francisco ––que tan desafortunada posición ha tenido con respecto a Cuba–– pidió por mí a las autoridades de la dictadura. Fue increíble la solidaridad que recibí mientras estuve preso, pero yo no estaba enterado de ello, solo la conocí al salir de la cárcel.

RRR: Muchos cubanos esperan que la nueva administración americana resuelva los problemas de persecución política que lleva a cabo la tiranía canelista, y que por fin consiga darle término al régimen. ¿Crees que la solución del dilema cubano está en manos del gobierno estadounidense? 

RJQ: Para nadie es un secreto que si los EE. UU. desean realmente que esa dictadura termine, como la de Venezuela y Nicaragua, pueden lograrlo mediante una intervención armada, lo cual lamentablemente provocaría grandes pérdidas humanas, incluso aquí en este país, porque no puede olvidarse que desde la década de los años sesenta Fidel Castro infiltró grupos terroristas con órdenes precisas de hacer atentados en caso de una invasión estadounidense a Cuba.

Yo creo que los EE. UU. cometieron un grave error con Fidel Castro y fue minimizar su impacto en este continente y desconocer hasta qué punto llegaba su maldad. Fueron muy permisivos y eso les ha resultado muy caro. A pesar de la infiltración de espías como los de “La red avispa”, Ana Belén y Manuel Rocha, ¡todavía hay políticos en el Congreso de los EE. UU. que afirman que Cuba no es una amenaza para este país!

Por otra parte, me entristecen muchísimo la desunión que existe en el exilio cubano y su histórica incapacidad para poder formar una asamblea nacional del exilio que represente a todos los cubanos que estamos fuera de Cuba y que sumamos más de tres millones, así como a los que dentro de la patria ansían un cambio democrático. El día en que se logre vertebrar esa institución y se comience una labor política y diplomática desde ella, a nivel internacional, los días de la dictadura estarán contados. Pero mientras el pueblo cubano no se organice dentro y fuera de la patria y no conciba acciones concretas de oposición pacífica, nada se logrará. Como cristiano no deseo una solución violenta para mi país, pero a veces pienso que esa es la única posible.

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