¿Quién es el artista?

Ser artista no se reduce a la destreza técnica ni al dominio de una disciplina particular. La destreza de un samurái radica en su arte de la espada, y la habilidad de un pintor se expresa a través de su pincel. Nietzsche, al explorar el concepto del arte, lo describe como un «estado de ánimo», una «proporción gradada de la voluntad», una «destreza adquirida». El prototipo de artista que él establece no es el escritor, el pintor o el escultor en sí, sino el «funámbulo», una figura que aparece en Así habló Zaratustra, alguien que camina por la cuerda floja de la vida, sujeto a una tensión entre el riesgo de la caída y la conquista del equilibrio. Sin embargo, el funámbulo, como artista, está destinado a caer. Su arte reside en esa lucha constante y en el reconocimiento de que la caída es inevitable, una parte esencial de su proceso creativo.

La definición de arte no está vinculada a la profesión o a la disciplina de quien lo ejerce, sino a la manera en que ese individuo se enfrenta a los desafíos de la vida. Para Franz Kafka, el artista es un «trapecista», alguien que debe mantener el equilibrio en una cuerda floja, y, como el ayunador, cuya existencia se limita a la pureza y el sacrificio. El arte, para Kafka, no se da sin dolor, sacrificio y renuncia. Está por encima o por debajo, no es estable, sino siempre inestable, precario, sujeto a una constante negociación entre lo posible y lo imposible.

Alcántara de San Isidro, como personaje simbólico, se juega la vida por el arte, al igual que el artista de Kafka que se somete al ayuno como método de expresión. Este arte, sin embargo, no se reivindica con un simple reclamo, ni con un aplauso vacío. El arte no es una cuestión de popularidad ni de exposición; es una habilidad adquirida, un proceso de vida y muerte. La vida misma es el desafío, y el arte es la forma de sortearlo, la forma de resistir, de no rendirse ante lo inevitable. El artista, en su más pura esencia, enfrenta su propio ser en cada acto creador, arriesgando su integridad, su bienestar, y a menudo, su alma, por el arte.

Yo, por ejemplo, podría declarar con total seriedad que si he logrado vivir encima de una parrilla asando pollo, entonces soy un artista de la parrilla. Esto no es una frivolidad, sino una reflexión sobre la naturaleza del arte: es la habilidad, la destreza adquirida, la pasión por algo que requiere riesgo y sacrificio. El arte no está reservado para aquellos que se encuentran en la cima de la torre de cristal, sino para aquellos que se atreven a arriesgarse en lo mundano, en lo cotidiano, en lo trivial, transformando incluso lo más sencillo en una obra de arte.

El arte no es solo una actividad estética, ni una cuestión de técnica, ni una formalidad. Es una lucha constante, una disciplina rigurosa, una manifestación de la voluntad humana que, para ser auténtica, debe estar dispuesta a pagar el precio de la verdad que se revela en la creación. Ser artista es, en última instancia, vivir con esa constante tensión entre lo humano y lo animal, entre la necesidad de supervivencia y el deseo de trascendencia. El arte, entonces, no es simplemente una creación, es un modo de vivir y de enfrentarse a la vida misma.

Ahora para que disfruten un poco mejor el arte de El funámbulo de Jean Genet: 

EL FUNÁMBULO

Para Abdallah

Una lentejuela de oro es un disco minúsculo de metal dorado, perforado en el centro. Delgada y ligera, ella puede flotar en el agua. Algunas veces una o dos se quedan enganchadas en los rizos de un acróbata.

Este amor – casi desesperado, pero cargado de ternura – que debes demostrarle a tu alambre, tendrá tanta fuerza como el que te demuestra él cuando te sostiene. Conozco  los objetos, su maldad, su crueldad, pero también su gratitud. El alambre estaba muerto – o si lo prefieres, mudo, ciego – ahora que estás aquí: vivirá, hablará.

Lo amarás con un amor casi carnal. Cada mañana, antes de comenzar tu entrenamiento, cuando está tenso y vibra, ve y dale un beso. Pídele que te sostenga y que le otorgue la elegancia y el nerviosismo a tus corvas. Al final de la sesión salúdalo, agradécele. Y cuando esté todavía enrollado, en la noche, en su caja, ve a verlo, acarícialo. Y pon suavemente tu mejilla contra la suya.

Algunos domadores utilizan la violencia. Tú puedes intentar domar tu alambre. Pero, ¡ten cuidado! El alambre, como la pantera, o como dicen, el pueblo, ama la sangre. Más bien domestícalo.

Un herrero – sólo un herrero, de bigote gris y anchos hombros puede osar tanta delicadeza –cada mañana saludaba a su amada –su yunque, su herramienta, – así:

-¡Y entonces, mi bella!

Al atardecer, terminado el día, su manaza le acaricia. El yunque no es indiferente y el herrero es consciente de su emoción.

Colma a tu alambre de la más bella expresión, no de la tuya, sino de la suya. Tus brincos, tus saltos, tu danza – en argot de acróbata: flic- flacs, volantines, corvetas, saltos mortales, volteretas, etc. – Hazlo no para que brilles, sino con el fin de que un alambre que estaba muerto y sin voz, por fin cante. ¡Y cómo te agradará ser perfecto en tu actuación, no por tu propia gloria, sino por la suya!

Y que el público maravillado le aplauda:

–     ¡Qué alambre tan sorprendente! ¡Cómo sostiene a su bailarín y cómo le ama!

A su vez, el alambre hará de ti el más maravilloso bailarín.

El suelo te hará tropezar.

¿Quién pues, antes que tú había comprendido la nostalgia que reside recluida en el alma de un alambre de siete milímetros? ¿Y es que él mismo se sabía destinado a hacer rebotar, entre dos volteretas en el aire, con latigazos, a un bailarín? Excepto tú, nadie. Conoce pues su alegría y su gratitud.

No me sorprendería si caminando sobre la tierra te cayeras y te hicieras un esguince. El alambre te sostiene mejor y más seguro que un camino.

Negligentemente abro su billetera y hurgo en ella. Entre viejas fotos, recibos de pago, tiquetes de autobús usados, encuentro una hoja de papel doblada en la que ha trazado signos curiosos: el largo de una línea recta que representa el alambre, trazos oblicuos hacia la derecha, trazos hacia la izquierda… son sus pies, o más bien, el lugar que ocuparán sus pies, son los pasos que dará. Y comparando cada trazo, una cifra.

Ya que trabaja para aportar rigor y elementos cuantitativos a un arte que no había estado sometido más que a un entrenamiento casual y empírico. Vencerá.

¿Qué me importa entonces si sabe leer o no? Conoce lo suficiente de números como para medir los ritmos y las cifras. Hábil con los números, Joanovici era un judío – o un Gitano – iletrado. Amasó una gran fortuna durante una de nuestras guerras vendiendo chatarra.

…<<una soledad mortal>>…

Sobre la barra puedes bromear, brindar con quien quieras, sin importar con quién. Pero cuando el Ángel se anuncie debes estar solo para recibirle. El Ángel, para nosotros, es el atardecer, cayendo sobre la pista deslumbrante. Si tu soledad, está iluminada y la

Total Page Visits: 409 - Today Page Visits: 1