¿Quién es el artista?

¿Quién es el artista? ¿Qué significa ser artista? La destreza de un samurái es la de su arte. La habilidad de un pintor es la de su arte. Nietzsche dice que es un «estado de ánimo», una «proporción gradada de la voluntad», una «destreza adquirida». El prototipo de su artista es el «funámbulo», el que descubre Zarathustra y tendrá que sepultar después de su caída desde su arte. No es un escritor, pintor, escenógrafo en sí lo que determina su arte. Para Kafka es el «trapecista» y el ayunador. El arte puede estar arriba o abajo, pero requiere de caminar en la cuerda floja, jugarse la vida. Si Alcántara de San Isidro se juega la vida por el arte, como aquel que pierde la vida en un ayuno del cuento de Kafka «El artista del hambre», entonces estoy de acuerdo. Pero el reclamo jamás es artístico, el arte es una habilidad adquirida de vida o muerte.

Ahora para que disfruten un poco mejor el arte de El funámbulo de Jean Genet: 

EL FUNÁMBULO

Para Abdallah

Una lentejuela de oro es un disco minúsculo de metal dorado, perforado en el centro. Delgada y ligera, ella puede flotar en el agua. Algunas veces una o dos se quedan enganchadas en los rizos de un acróbata.

Este amor – casi desesperado, pero cargado de ternura – que debes demostrarle a tu alambre, tendrá tanta fuerza como el que te demuestra él cuando te sostiene. Conozco  los objetos, su maldad, su crueldad, pero también su gratitud. El alambre estaba muerto – o si lo prefieres, mudo, ciego – ahora que estás aquí: vivirá, hablará.

Lo amarás con un amor casi carnal. Cada mañana, antes de comenzar tu entrenamiento, cuando está tenso y vibra, ve y dale un beso. Pídele que te sostenga y que le otorgue la elegancia y el nerviosismo a tus corvas. Al final de la sesión salúdalo, agradécele. Y cuando esté todavía enrollado, en la noche, en su caja, ve a verlo, acarícialo. Y pon suavemente tu mejilla contra la suya.

Algunos domadores utilizan la violencia. Tú puedes intentar domar tu alambre. Pero, ¡ten cuidado! El alambre, como la pantera, o como dicen, el pueblo, ama la sangre. Más bien domestícalo.

Un herrero – sólo un herrero, de bigote gris y anchos hombros puede osar tanta delicadeza –cada mañana saludaba a su amada –su yunque, su herramienta, – así:

-¡Y entonces, mi bella!

Al atardecer, terminado el día, su manaza le acaricia. El yunque no es indiferente y el herrero es consciente de su emoción.

Colma a tu alambre de la más bella expresión, no de la tuya, sino de la suya. Tus brincos, tus saltos, tu danza – en argot de acróbata: flic- flacs, volantines, corvetas, saltos mortales, volteretas, etc. – Hazlo no para que brilles, sino con el fin de que un alambre que estaba muerto y sin voz, por fin cante. ¡Y cómo te agradará ser perfecto en tu actuación, no por tu propia gloria, sino por la suya!

Y que el público maravillado le aplauda:

–     ¡Qué alambre tan sorprendente! ¡Cómo sostiene a su bailarín y cómo le ama!

A su vez, el alambre hará de ti el más maravilloso bailarín.

El suelo te hará tropezar.

¿Quién pues, antes que tú había comprendido la nostalgia que reside recluida en el alma de un alambre de siete milímetros? ¿Y es que él mismo se sabía destinado a hacer rebotar, entre dos volteretas en el aire, con latigazos, a un bailarín? Excepto tú, nadie. Conoce pues su alegría y su gratitud.

No me sorprendería si caminando sobre la tierra te cayeras y te hicieras un esguince. El alambre te sostiene mejor y más seguro que un camino.

Negligentemente abro su billetera y hurgo en ella. Entre viejas fotos, recibos de pago, tiquetes de autobús usados, encuentro una hoja de papel doblada en la que ha trazado signos curiosos: el largo de una línea recta que representa el alambre, trazos oblicuos hacia la derecha, trazos hacia la izquierda… son sus pies, o más bien, el lugar que ocuparán sus pies, son los pasos que dará. Y comparando cada trazo, una cifra.

Ya que trabaja para aportar rigor y elementos cuantitativos a un arte que no había estado sometido más que a un entrenamiento casual y empírico. Vencerá.

¿Qué me importa entonces si sabe leer o no? Conoce lo suficiente de números como para medir los ritmos y las cifras. Hábil con los números, Joanovici era un judío – o un Gitano – iletrado. Amasó una gran fortuna durante una de nuestras guerras vendiendo chatarra.

…<<una soledad mortal>>…

Sobre la barra puedes bromear, brindar con quien quieras, sin importar con quién. Pero cuando el Ángel se anuncie debes estar solo para recibirle. El Ángel, para nosotros, es el atardecer, cayendo sobre la pista deslumbrante. Si tu soledad, está iluminada y la

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