Por Gregorio Vigil-Escalera –
Siempre estamos con la usanza que nos llega como un relato bíblico en relación al punto de ruptura del arte en su funcionamiento técnico, expresivo y significativo.
La vigente edición de NEXOS en el palacio de Barrantes-Cervantes de Trujillo es esa muestra de plenitud humana y de intercomunicación social en el mismo acto de darse que revela una conciencia que todavía está viva y manifiesta todo el vigor del que es capaz.
Es, por tanto, una exposición que como arte se alimenta de la idea de humanidad, sin caer en ese abismo en el que incurre Adorno cuando afirma que esa idea se desmoronó en la medida en que la sociedad es menos humana. Tenemos que estar preparados siempre para hacer que la cultura sobreviva a pesar nuestro.
Es casi imposible encontrar un sustituto al arte que mezcle como él la esencia y la existencia, lo imaginario y lo real, lo visible y lo invisible, según una dimensión profunda de ver y de percibir. Y también es casi imposible sustituir a ese artista que acierta plenamente en la plasmación en imágenes de su mundo, su tiempo, la expresión del espíritu que lleva en su interior.
NEXOS es decisivo igualmente porque nos ayuda de una manera nueva e inédita y hasta sensorial, además de invitarnos a descubrir una conexión que modifica nuestra percepción y, por la tanto, de que es lo que significa lo visual y cómo opera tal transformación incluso en nosotros mismos.
Hemos de ser conscientes que el arte resiste creando y que el escenario único de Barrantes-Cervantes, futuro museo iberoamericano, es un lugar de encuentro de lazos, raíces y relatos comunes, de compartir y participar en pensamientos, visiones, apreciaciones, contrastes, sensaciones y emociones.
Al mismo tiempo, se está construyendo una crónica y un proyecto de larga duración, vital, primordial para la cultura de este país, partiendo de la base de que son las obras las que hacen la historia y le confieren un significado. Por eso, hemos de asegurar esa sustanciación del devenir, porque sin él no hay más que un desierto de muerte y desolación.
Gracias al arte, en vez de un solo universo, el nuestro, vemos otros que se multiplican, y el número a nuestra disposición es el mismo que el de los artistas originales, universos más diversos entre sí que los que ruedan por el infinito.
Lo cierto y verdad es que nos encontramos en una nueva era de la que no sabemos nada, y frente a la cual tenemos una vitalidad y una pasión confluyentes por el arte contemporáneo, por lo que hay que evitar el diagnóstico pesimista de Adsuara, de convertirnos en cuerpos de apéndices yertos. Cierto que el arte se narra a sí mismo en su angustia ante el fatídico hecho de la muerte, pero hemos de entenderlo como expresión de la verdad que se despliega bajo una forma sensible de la historia, como un contenido que se instituye en el contenido de la obra de arte como perteneciente a toda la humanidad.
Finalmente, al museo hay que entenderlo como una institución vinculada al resto de sectores sociales, que necesita potencia en sus fondos propios y la especificidad y relanzamiento de las actividades virtuales. Jules de Goncourt decía que lo que tiene más sentido que cualquier otra cosa en el mundo es un cuadro en un museo.
En definitiva, es de obligado cumplimiento el citar a unos artistas que son los artífices de esta producción simbólica de la humanidad, porque algo es arte cuando funciona simbólicamente como arte y en NEXOS ha quedado evidenciado y expuesto como una travesía de futuro, siendo sus protagonistas Asmat, Simón, Coyto, Oyonarte, Menéndez, Fernández, MoraC, Llamazares, Ciria, Matamoros, Sánchez-Beato, De Lassaletta, Castrortega, Osorio, Luceño, Cabrera, Amor, Sandoval, Alcaide, Alarcón y Saborido.
Como colofón, señalar que en esta visibilidad se ha producido el intercambio de la muerte y la angustia por la creatividad y la libertad, al entender que ese es su fin.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)
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