La Segunda Revolución Americana.

Por Héctor A. Rodríguez, PhD

Este año celebraremos la Primera Revolución Americana, iniciada el 19 de abril de 1775 con las batallas de Lexington y Concord (Massachusetts) y que continuó con eventos clave como el asedio del fuerte Ticonderoga (Nueva York) el 10 de mayo de 1775, la batalla de Bunker Hill (Massachusetts) el 17 de junio de 1775 y la batalla de Brooklyn (Nueva York) el 27 de agosto de 1776.

Conmemoramos 250 años de un camino que forjó la nación estadounidense, cuyos principios fundamentales—1. Respeto a la vida; 2. Respeto a la libertad; 3. Respeto a la propiedad privada—han consolidado su hegemonía mundial en diversos campos, convirtiéndola en líder y guía para muchas otras naciones. Estados Unidos, forjado bajo la luz de la filosofía judeocristiana, ha servido como ejemplo de libertad y progreso.

La Guerra de Independencia de los Estados Unidos, también conocida como la Revolución Americana, fue un conflicto político y militar desarrollado entre 1765 y 1783. Las 13 colonias lucharon para rechazar el dominio británico y establecer una nación independiente. El conflicto comenzó como una protesta contra los impuestos impuestos por la monarquía británica sin representación colonial. Inspirados en los ideales de la Ilustración—libertad individual y derechos naturales—los colonos rechazaron la monarquía y la aristocracia.

Este conflicto tuvo un alcance global, con batallas libradas en América del Norte, el Caribe y Europa. Gran Bretaña contó con el apoyo de tribus nativas leales y tropas hessianas provenientes de principados alemanes.

Entre las principales causas de la Revolución Americana se incluyen las políticas fiscales británicas, las restricciones comerciales y de expansión territorial, el abuso de poder de la metrópoli y el deseo de independencia y representación política.

El asedio de Yorktown, que duró tres semanas, culminó con la rendición de las fuerzas de Cornwallis, siendo la última gran batalla del conflicto. Como resultado, Gran Bretaña reconoció la independencia estadounidense, marcando el fin del primer Imperio Británico y la reconfiguración del poder en América. España recuperó la Florida Oriental y Occidental, el archipiélago de San Andrés, las Islas de la Bahía y Menorca.

Las decisiones de los líderes británicos y coloniales hicieron inevitable la revolución. A pesar de los intentos de reconciliación, la separación fue irreversible. Como justificó Thomas Jefferson: «The tree of liberty must be refreshed from time to time with the blood of patriots and tyrants» (El árbol de la libertad debe regarse de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos).

Ante la coyuntura política actual en Estados Unidos, cabe preguntarse: ¿sería necesario seguir las ideas de Jefferson en la contienda entre Trump y los demócratas?

Tras la independencia, la vida política y social cambió drásticamente. Se amplió la participación política y aumentó la cantidad de ciudadanos comunes que asumieron roles clave en gobiernos locales y estatales. No obstante, la Revolución no resolvió la contradicción entre la esclavitud y los ideales republicanos, una tensión que se agravó en las décadas siguientes, culminando en la Guerra Civil.

Los nativos americanos también participaron y se vieron afectados por la Revolución. Mientras algunos apoyaron a los británicos con la esperanza de frenar la expansión colonial, otros se unieron a los revolucionarios.

Hoy, es pertinente analizar la Revolución Americana para comprender el proceso actual en Estados Unidos y el mundo.

Estamos en la antesala de una Segunda Revolución Americana, o una nueva lucha por la independencia económica y social. Estados Unidos vive un descontento similar al que dio origen a la Revolución de 1775. Republicanos y demócratas se disputan el rumbo del país: mientras los primeros defienden los principios fundacionales, los segundos promueven un cambio de valores con una clara inclinación hacia el socialismo.

En una reciente entrevista con Fox News, el presidente Trump denunció la dirección que ha tomado el país bajo el gobierno demócrata y delineó su plan para la reestructuración nacional. Según él, los demócratas han abierto las fronteras, permitiendo la entrada de criminales liberados de cárceles y hospitales psiquiátricos. También afirmó que su gobierno ha comenzado a cumplir con las promesas de campaña, incluyendo la reorganización del gobierno mediante la creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), con el fin de administrar los recursos públicos de manera más eficaz.

Trump sostiene que el dinero del gobierno no es propio, sino que proviene de los contribuyentes, y acusa a los demócratas de malgastar, regalar y robar esos fondos. Según su visión, esta es la raíz del descontento que se expresó en las urnas al elegirlo como presidente, en circunstancias similares a las que motivaron la Primera Revolución Americana.

Desde su primer mandato, Trump ha enfrentado oposición tanto de los demócratas como de sectores dentro del Partido Republicano. Ahora, en este nuevo escenario político, el país se encuentra en un punto de inflexión.

Ahora no tengo muchos oponentes a mi lado. Al encaminar nuestro trabajo, contamos con mayor unión en mi equipo de gobierno, un equipo que nadie me impuso, como sí ocurrió en mi primer mandato. Además, tenemos el Congreso y el Senado de nuestro lado y, por último, muchos de los enemigos se han rendido. Se rindieron ante la aplastante derrota que sufrieron durante las elecciones: primero, en los estados bisagra; luego, en los estados republicanos tradicionales.

Nuestro ejército cuenta con más de la mitad del electorado, ya que tanto republicanos como demócratas se han sumado al descontento popular por la corrupción rampante que llevó al país a niveles alarmantes de endeudamiento, pobreza e inflación, la más alta de nuestra historia. Para encubrir su magnitud, inventaron una nueva fórmula de cálculo que arrojaba un 9 %, pero con la fórmula utilizada por el gobierno de Jimmy Carter, la inflación real alcanzó el 17 %. A esto se suma el aumento de precios, la disminución del nivel de vida, la inseguridad, el racismo, la división social, el colapso de los sistemas de salud, la caída del índice de consumo, la imposición de políticas de género, el adoctrinamiento en la educación y la politización de los órganos de gobierno en áreas clave como la justicia, los organismos de defensa interna y externa (FBI, CIA, Departamento de Estado y de Defensa, IRS, Tesoro, etc.). En fin, aspectos sociales desatendidos por la insensibilidad de los burócratas demócratas, cuyo único interés son sus ganancias personales.

Ahora contamos con el Congreso y el Senado. Es fantástico. Tenemos el impulso necesario para encaminar nuestro trabajo y hacer que el país brille en todo el mundo.

Pero el camino es difícil debido a la politización de la justicia. Los demócratas nos atacan utilizando las únicas herramientas que aún poseen, hasta que las desmantelemos. Hay 19 fiscales oponiéndose y presentando demandas, especialmente contra Elon Musk y el DOGE. ¿Se imaginan un país donde han robado billones de dólares a los contribuyentes y la justicia pretende obstaculizar que procesemos a los culpables o que reorientemos esos gastos hacia el beneficio del pueblo?

Es urgente resolver el fraude y la corrupción. Cientos de millones van a destinos que no deberían. Hemos decidido que Marco Rubio administre el Departamento de Estado, pues conoce el mundo y sabe quién nos necesita.

Musk ha pasado de 15 empleados a más de 100. Es un hombre brillante e inteligente, no un político. Hizo campaña conmigo, y ahora quieren lincharlo porque ha destapado los negocios turbios y la corrupción demócrata, y eso que apenas estamos comenzando.

USAID era un gran fraude. Ya la cerramos y su directora fue destituida. Lo mismo ocurrió con FEMA, que no atendía a los damnificados, sino que malgastaba los fondos en inmigrantes, hoteles, tarjetas de crédito y dinero en efectivo, mientras los damnificados de las Carolinas y Florida esperaban ayuda. Tras mi visita a Carolina del Norte, la ayuda se resolvió en cinco días.

Elon Musk no gana por su trabajo. Eso es lo bueno de poner personas como él al frente de instituciones de manejo de dinero: no lo necesitan. ¿Se imaginan qué pasaría si pusiéramos a Bernie Sanders o Elizabeth Warren, quienes han recibido millones de las compañías farmacéuticas? ¿A dónde irían esos fondos?

Ahora vamos por Educación y el Pentágono, dos departamentos donde se han asignado millones de dólares sin resultados tangibles. Gastamos más que nadie en el mundo en educación, pero de una lista de 40 países, ocupamos el último lugar. Gastamos más por alumno que cualquier otra nación y, sin embargo, nuestros resultados son los peores. Nos superan los países escandinavos e incluso China. Eso cambiará con nuestra reestructuración educativa, descentralizándola a nivel estatal.

Entre tanto desvío de recursos y malversación, la Open Society del multimillonario izquierdista George Soros es una de las grandes beneficiadas de los fondos de USAID. Su red de organizaciones, Open Society Foundations, recibió la asombrosa cifra de 260 millones de dólares de USAID, según informes de prensa.

Se han encontrado miles de millones de dólares en fraude, desperdicio y abuso en la administración anterior. Ahora, ciertos activistas y jueces politizados quieren que disminuyamos el ritmo o nos detengamos. Perder este impulso sería desastroso para la búsqueda de la verdad, lo que pone en jaque a quienes dirigieron el gobierno. Aún queda mucho por descubrir. ¡¡¡Sin excusas!!!

USAID ha sido acusada repetidamente de canalizar fondos a entidades vinculadas con Open Society Foundations, que promueven cambios radicales de izquierda en EE.UU. y en múltiples países, influencian gobiernos de derecha para derrocarlos y fomentan el socialismo y el llamado «Marxismo Cultural». En otras palabras, los contribuyentes estadounidenses han financiado, sin saberlo, propaganda antiamericana, anticapitalista y anticonservadora dentro y fuera del país.

Bajo la administración Obama, senadores republicanos denunciaron que USAID financió programas de Soros en Macedonia a través de Foundation Open Society-Macedonia, promoviendo una agenda progresista. También en Ucrania, donde el Centro de Acción Anticorrupción, financiado por USAID, desempeñó un papel clave en la Revolución de Maidán de 2014, alineándose con la política del Departamento de Estado.

El organismo de control del gobierno advirtió en enero que USAID creó «vulnerabilidades» graves al distribuir miles de millones de dólares a países y grupos sin verificar antecedentes terroristas.

Fondos de USAID desviados al terrorismo

En 2024, el Departamento de Justicia acusó a un ciudadano sirio de desviar más de 9 millones de dólares de ayuda humanitaria de USAID a un grupo terrorista afiliado a Al Qaeda en Irak. Mahmoud Al Hafyan, jefe de una ONG siria, recibió 122 millones de dólares de USAID entre 2015 y 2018. En lugar de destinarlo a refugiados, canalizó millones al Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda en Siria.

Lo que se vendió como una agencia de ayuda humanitaria terminó financiando el progresismo radical y el terrorismo con dinero de los contribuyentes. Como prometí en campaña, pusimos fin a este lavadero de dinero utilizado para financiar ONGs de extrema izquierda, activistas radicales y agendas ideológicas sin impacto real en las comunidades.

Desde la falsa «justicia especial» del gobierno de Santos en Colombia hasta la propaganda castrista en Cuba y la imposición de la agenda LGTB en Latinoamérica, USAID fue una herramienta de intervención disfrazada de cooperación internacional.

El gran escándalo del despilfarro

Musk calificó a USAID como una «organización criminal», mientras que el presidente Trump dijo que estaba controlada por «lunáticos radicales».

Los gastos publicados por la Casa Blanca confirman estas denuncias:

  • 50 millones de dólares en condones para la Franja de Gaza.
  • 6 millones de dólares para turismo en Egipto.
  • 2 millones de dólares para cirugías de cambio de sexo en Guatemala.
  • 1.5 millones de dólares para diversidad en Serbia.
  • 32,000 dólares para un cómic transgénero en Perú.
  • 70,000 dólares para un musical de diversidad de género en Irlanda.

La lista continúa y es repugnante.

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