Groenlandia: Un Territorio en el Centro del Interés Geopolítico

Por Carlos Manuel Estefanía

Imaginemos una vista panorámica con icebergs majestuosos, montañas escarpadas y un mar Ártico sereno. En primer plano, un barco vikingo navega por las aguas heladas, recordando la histórica presencia nórdica. Al fondo, iglús tradicionales inuit simbolizan la rica cultura indígena. El cielo, teñido de los suaves colores del atardecer, crea una atmósfera mística. Elementos de la naturaleza, como osos polares y focas, completan este escenario único, eso era Groenlandia hace siglos. La pregunta que hoy muchos se hacen es: ¿ Cómo sería aquel territorio idílico bajo la bandera de Estados Unidos?  

Análisis de un artículo sobre el interés de Trump por Groenlandia

El artículo ¿Por qué Trump quiere Groenlandia?, publicado el 8 de enero de 2025 en The New York Times por Minho Kim, explora el renovado interés del entonces presidente electo Donald Trump por adquirir la isla. Aunque el texto analiza los intereses estratégicos y económicos de Estados Unidos, adolece de ciertas omisiones y sesgos que merecen ser destacados.

Uno de los principales problemas del artículo es su enfoque exclusivamente estadounidense. Kim no profundiza en la historia colonial de Groenlandia ni en la perspectiva de su población inuit. Si bien menciona la negativa del gobierno danés a vender la isla, no aborda las implicaciones para los groenlandeses, quienes han luchado por mayor autonomía durante décadas. Esta omisión deja un vacío significativo en el análisis.

Además, el artículo exagera el tono beligerante de Trump sin cuestionar la viabilidad de sus amenazas. Kim sugiere que el presidente electo no descartó el uso de la fuerza militar o económica para forzar la cesión de la isla, pero no evalúa críticamente la plausibilidad de tal escenario. Dado que Groenlandia es un territorio semiautónomo dentro de Dinamarca y que cualquier acción militar contra ella sería una afrenta a un aliado de la OTAN, la amenaza parece más retórica que real. Sin embargo, el artículo no explora si estas declaraciones forman parte de una estrategia política interna.

Otro aspecto criticable es el tratamiento del cambio climático. Kim señala que Trump ha negado el calentamiento global, pero que su equipo de seguridad nacional identifica el deshielo del Ártico como un factor clave en el interés por Groenlandia. Aunque este punto es relevante, el texto no problematiza la contradicción entre la negación del cambio climático por parte de Trump y su interés en explotar sus efectos.

En términos de fuentes, el artículo carece de voces groenlandesas. No hay entrevistas con líderes locales ni análisis sobre cómo una posible adquisición afectaría a la población. Esto refuerza la visión de Groenlandia como un recurso estratégico, en lugar de un territorio con identidad e historia propias.

Tropas de la OTAN en Groenlandia: Un sinsentido

La sugerencia de desplegar fuerzas de la OTAN en Groenlandia para contener a Estados Unidos carece de lógica. La OTAN está dominada por EE.UU., lo que hace que esta idea sea una contradicción en sí misma. Además, Dinamarca, como miembro de la OTAN y soberana de Groenlandia, no ha mostrado interés en militarizar la isla. Esta medida solo exacerbaría las tensiones entre EE.UU. y Dinamarca, desviando la atención de problemas más urgentes, como la situación en Ucrania.

La premisa de que Groenlandia podría ser «secuestrada» por EE.UU. es alarmista y carece de fundamento. En lugar de medidas militares, la comunidad internacional debería enfocarse en fortalecer las relaciones diplomáticas y promover el desarrollo sostenible de la isla.

El interés estadounidense en Groenlandia tiene larga data

El interés de EE.UU. por Groenlandia no es nuevo. Desde el siglo XIX, Washington ha intentado adquirir la isla en varias ocasiones. En 1946, el presidente Harry S. Truman ofreció 100 millones de dólares en oro a Dinamarca, oferta que fue rechazada. Sin embargo, EE.UU. mantuvo su influencia en la región, estableciendo la base aérea de Thule en 1951, clave durante la Guerra Fría.

Uno de los episodios más oscuros de la presencia estadounidense ocurrió en 1968, cuando un bombardero B-52 con armas nucleares se estrelló cerca de Thule, esparciendo plutonio y generando un desastre ambiental y diplomático. Este incidente marcó un punto de inflexión en la relación entre Groenlandia y EE.UU.

Durante su presidencia (2017-2021), Donald Trump revivió la idea de comprar Groenlandia, argumentando que sería un «gran negocio inmobiliario» y estratégicamente beneficioso para EE.UU. Sin embargo, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, rechazó la propuesta de inmediato, afirmando que «Groenlandia no está en venta».

Una historia de habitabilidad difícil

Groenlandia, la isla más grande del mundo, nunca ha sido un territorio hospitalario. A lo largo de los siglos, diversos pueblos han intentado asentarse en ella, con resultados dispares. Los vikingos, que llegaron en el año 985, coexistieron con los inuit durante siglos, pero finalmente desaparecieron alrededor de 1420. Su desaparición sigue siendo un misterio, aunque se cree que el cambio climático y la disminución de la demanda de productos groenlandeses fueron factores determinantes.

Los inuit, por su parte, demostraron una notable capacidad de adaptación al duro clima ártico. Su cultura, basada en la caza y la pesca, les permitió sobrevivir y prosperar en un entorno hostil.

El centro de la disputa ártica

Hoy, Groenlandia enfrenta presiones de múltiples potencias, incluyendo Rusia y China. El Ártico se ha convertido en un nuevo escenario de competencia global, con la Ruta del Mar del Norte y los recursos naturales como puntos de interés clave. Moscú ha incrementado su presencia militar en la región, mientras que Pekín promueve su «Ruta de la Seda Polar».

En este contexto, la verdadera cuestión no es si EE.UU. anexará Groenlandia, sino cómo la isla puede garantizar su autonomía frente a estos actores. La clave radica en una política exterior equilibrada que refuerce su soberanía sin caer en juegos geopolíticos absurdos.

Groenlandia, con su historia de colonización y resistencia, sigue siendo una pieza clave en el tablero geopolítico global. Cualquier intento de influencia externa deberá ser manejado con cautela para no repetir los errores del pasado. La isla no necesita ser el escenario de una nueva guerra fría, sino un ejemplo de desarrollo sostenible y autonomía en el complejo panorama del Ártico.–

 ”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

Redacción de Cuba Nuestra
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