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La integración universitaria cubana en Latinoamérica: entre la retórica y la realidad

Por Carlos Manuel Estefanía

He tenido acceso al Volumen 14, Número 1 (2025) de la revista Integración y Conocimiento, una iniciativa del Núcleo de Estudios e Investigaciones en Educación Superior (NEIES) del MERCOSUR, de periodicidad semestral. En este número viene un dossier central que aborda la relación entre democracia y conocimiento[i]. La publicación invita a investigadores y académicos a contribuir con trabajos que fortalezcan la cooperación académica en el MERCOSUR, destacando el papel de la educación superior en la integración regional y fomentando el debate sobre el rol de las instituciones educativas en la sociedad.

La revista, promueve el intercambio académico en la región. Sin embargo, su apertura a contribuciones con marcado sesgo ideológico permite la inclusión de artículos que, más que análisis objetivos, parecen piezas propagandísticas.

Un Aporte desde Cuba: Apología y Omisiones

En este número, encontramos el artículo Cuba en la Integración Académica Latinoamericana y Caribeña, en el que tres académicos y funcionarios cubanos —Miriam Alpízar Santana, María Victoria Villavicencio y Román García Báez— presentan la experiencia de integración de la educación superior cubana en la región. En su exposición, destacan la historia universitaria de Cuba y el supuesto impacto positivo de la Revolución en la democratización del acceso a la educación superior.

A primera vista, el texto parece un balance sobre la cooperación académica de Cuba con otros países. No obstante, al analizarlo con detenimiento, se percibe un esfuerzo deliberado por maquillar la realidad de un sistema universitario subordinado a la ideología del Estado. Bajo la retórica de la cooperación y la solidaridad, el artículo encubre la utilización de la educación como herramienta de control político y de proyección del modelo socialista cubano en la región.

Los Autores: funcionarios y Académicos del Régimen

Los autores del artículo no son meros académicos independientes, sino figuras clave en la estructura educativa del régimen cubano:

  • Miriam Alpízar Santana, ex viceministra de Educación Superior, ocupa hoy cargos en el Consejo de Gobierno del Instituto de Educación Superior para América Latina y el Caribe de la UNESCO (IESALC) y en el Comité de Género del Ministerio de Educación Superior. Su perfil académico incluye un doctorado en Ciencias de la Educación y una licenciatura en Economía de la Industria.
  • María Victoria Villavicencio, directora de Relaciones Internacionales del Ministerio de Educación Superior, ha coordinado múltiples proyectos con organismos europeos, pero siempre desde una posición alineada con los intereses gubernamentales cubanos.
  • Román García Báez, asesor del ministro de Educación Superior, con formación en la Universidad de La Habana y en la ex Unión Soviética, es especialista en Economía Política, una disciplina utilizada por el régimen para justificar su modelo centralizado.

Estos antecedentes explican la visión acrítica del artículo, que ignora las restricciones a la libertad académica y el uso de la educación como un medio de adoctrinamiento.

La Falacia de la Autonomía Universitaria

El artículo aduce que la falta de un espacio común del conocimiento en América Latina y el Caribe afecta la autonomía universitaria, genera tensiones con el Estado y profundiza desigualdades educativas, especialmente entre zonas rurales y urbanas. La escasa coordinación regional y la ausencia de una visión estratégica han obstaculizado la integración, a pesar del papel clave de la educación superior en la generación de conocimiento y soluciones a problemas socioeconómicos. La experiencia cubana en este ámbito se remonta a la fundación de la Universidad de La Habana, influenciada por la Reforma Universitaria de 1918. Según los funcionarios cubanos los ecos de la famosa Reforma Universitaria se habrían potenciado tras el triunfo revolucionario, entiéndase el acceso de Fidel Castro al poder. Así mismo agregan que a través de movilidad académica, congresos, redes y convenios internacionales, Cuba ha promovido programas de investigación y posgrado con impacto tanto nacional como regional, destacando la participación de la isla en redes académicas internacionales.

Entre otros datos relevantes, en el artículo se omite un dato crucial: las universidades cubanas carecen de autonomía real. Desde la reforma universitaria de 1962, la educación superior ha sido un instrumento del Partido Comunista. No hay espacio para la disidencia intelectual ni para la pluralidad ideológica, elementos esenciales en cualquier sistema universitario verdaderamente democrático.

Mientras que en otros países latinoamericanos las universidades pueden cuestionar políticas gubernamentales y fomentar el pensamiento crítico, en Cuba estas instituciones están obligadas a seguir la línea oficial, funcionando más como centros de propaganda que como foros de debate libre. Por de esto no se habla en el aporte cubano a la revista.

¿Solidaridad o Expansión Ideológica?

El artículo elogia la formación de miles de estudiantes extranjeros en Cuba, presentándola como un acto de solidaridad internacionalista. No obstante, ignora que muchos de estos programas de becas han servido como medios de adoctrinamiento, en los que los alumnos no solo reciben educación profesional, sino que también son expuestos a una visión política sesgada.

La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), frecuentemente citada como un ejemplo de cooperación académica, ha sido en realidad un instrumento de diplomacia blanda del régimen. Países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua han sido beneficiarios de estos programas, pero en la práctica, sus egresados se han convertido en cuadros afines a los intereses políticos de La Habana.

El Contraste con Otras Perspectivas en la Revista

En el mismo número de Integración y Conocimiento, los artículos de Eduardo Rinesi y de René Ramírez Gallegos & Jorge Zaruma Flores ofrecen una visión diametralmente opuesta a la del equipo cubano.

Rinesi, en su texto Sobre Democracia y Democratización, enfatiza la necesidad de ampliar la participación en el gobierno universitario, promoviendo mecanismos como el presupuesto participativo y los consejos sociales para garantizar una educación verdaderamente inclusiva y libre de injerencias externas.

Por su parte, Ramírez Gallegos y Zaruma Flores, en La Democracia como Valor de Uso de la Universidad Periférica, analizan el rol de la universidad latinoamericana en la lucha por superar su origen colonial y consolidarse como una institución autónoma y democratizadora. Argumentan que la gratuidad, el ingreso irrestricto y la soberanía cognitiva son esenciales para la transformación social y política de la región.

Ambos enfoques contrastan con la realidad cubana, donde la educación superior no solo es un aparato estatal, sino que además restringe la autonomía universitaria y sofoca cualquier intento de pensamiento crítico independiente.

Conclusión: ¿Integración o Propaganda?

El artículo cubano en Integración y Conocimiento es un claro ejemplo de cómo el régimen utiliza los espacios académicos internacionales para proyectar una imagen distorsionada de su sistema educativo. La falta de una crítica real dentro de estos foros contribuye a la perpetuación de una narrativa que oculta la represión académica y el control ideológico en Cuba.

Es imperativo que la comunidad académica internacional asuma una postura más rigurosa frente a este tipo de publicaciones, exigiendo un debate auténtico y pluralista. Solo así se podrá avanzar hacia una integración universitaria latinoamericana basada en principios genuinos de libertad, democracia y respeto a los derechos humanos.

Nota:


[i] La revista está disponible en su sitio web oficial (https://revistas.unc.edu.ar/index.php/integracionyconocimiento/index),

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