Indagación de un ideal ausente: reflexiones sobre un ensayo de Jorge Mañach

Por Dr. Ariel Pérez Lazo

                                                    I

Una de las preguntas que históricamente ha dividido a los pensadores cubanos ha sido la de si el pueblo cubano es culto. Pero precisamente, la respuesta a dicha interrogante implica el análisis previo de lo que es la cultura, un término que ya a mediados del siglo XX tenía múltiples significados.

En el estudio de la cultura cubana tuvo un lugar central la obra de Jorge Mañach, una figura intelectual de primer orden que incursionó en la filosofía, la teoría política y la historia. (1)

Si nos detenemos en uno de los ensayos de Mañach, de los más profundos escritos en el siglo XX en nuestro país, La crisis de la alta cultura en Cuba  de 1925, encontraremos una exposición de lo que necesita una nación para ser culta.

La relectura de este ensayo puede permitirnos encontrar, una vez que abstrajéramos la referencia a situaciones superadas de su tiempo, una valoración de los problemas seculares de nuestra cultura.

                                                        II

Mañach afirmó que a comienzos del siglo XIX la intelectualidad cubana había logrado la madurez intelectual: se había superado la improvisación presente en todo estadio previo a la posesión de la cultura. En tal sentido enumera sus características: profesionalismo en oposición al diletantismo, el espíritu crítico evidenciado en la polémica así como la emulación, la sinceridad y la preocupación honda por el sentido y alcance de las ideas. (2)

Mañach nombra a este estadio alta cultura que identifica con el de cultura nacional, es decir, un agregado de aportes orientados hacia un mismo ideal, respaldados y estimulados por un estado de ánimo colectivo. (3) Mañach advierte que no basta conque existan cultivadas inteligencias, es necesario un ideal que unifique sus obras para que pueda existir una alta cultura.

¿Cuál era este ideal con el que la alta cultura cubana pudo formarse? Era el ideal de independencia pero veremos el significado de dicho ideal, diferente al que tendrá al terminar el siglo XIX.

El primero de los síntomas de la crisis cultural observada por Mañach es la tendencia a la especialización. No se refiere a la que se realiza sin menoscabo del interés de la totalidad del conocimiento superior sino a la que consiste en la reducción utilitaria del saber. En este sentido, señala la falta casi absoluta de producción intelectual al margen de las actividades profesionales. Se había extendido tanto el moderno afán hacia lo utilitario y lo práctico que ya no podía concebirse aquel curioso de antañazo. (5)

Se trata de la subversión de valores en la clase intelectual donde prima lo utilitario.  Esta es la causa que hace del intelectual un especialista antes que un sabio, “curioso de antañazo” o intelectual de cultura enciclopédica como menciona Mañach.

¿Qué ha originado moderno afán hacia lo utilitario y práctico? ¿Es una velada crítica al capitalismo que lograba en aquellos años su consolidación en Cuba? Mañach no explica este punto pero podemos encontrar la similitud con la crítica al utilitarismo de las sociedades capitalistas en la obra de José Ortega y Gasset. (6) Sea cuál sea la respuesta, Mañach está señalando una deformación de los valores de su tiempo. Ya no está haciendo referencia a un mal nacional sino universal.

Comúnmente se supone que la especialización es un resultado inevitable del desarrollo científico o intelectual. Sin embargo, Mañach no cuestiona la necesidad de la especialización – como tampoco lo haría Ortega – sino el vicio que constituye la actitud del especialista al situar el conocimiento en el límite estrecho del ejercicio de una profesión, sin interés en el conjunto del saber. Es el triunfo de la mediocridad, de lo rutinario, en un campo que en el siglo XIX parecía reservado sólo al talento.

La aparición de la actitud del especialista no es por tanto, un valor en la cultura sino una merma de ésta. La nueva actitud implica utilizar el conocimiento como un medio para obtener el sustento. No lo mueve el desinterés en la búsqueda del conocimiento.

Ortega, a finales de la década del veinte en la que escribe Mañach expondrá como “causa inmediata de la desmoralización europea” lo que denomina “barbarie del especialismo”. Es similar al fenómeno que ha descrito Mañach.

La especialización del trabajo intelectual, especialmente el científico, con la reducción del conocimiento a espacios independientes entre sí y la mecanización consecuente del trabajo intelectual han abierto la ciencia a individuos carente de los valores que conforman al hombre culto. Es un intelectual de nuevo tipo que tiene muy poco en común en sus valores con la figura clásica del intelectual.

Es curioso notar como Mañach ha expuesto algunos de estos síntomas de la actitud del especialista un año antes que Ortega escribiera La rebelión de las masas aunque dicha obra es un desarrollo de algunas ideas contenidas en El tema de nuestro tiempo, de 1921. Sin embargo, a diferencia de Ortega, Mañach va a señalar como causa última de la actitud del especialista la falta de retribución económica a las profesiones liberales.

Pudiéramos, sin embargo, preguntarnos: ¿Cuál es la causa de esta situación? Mañach, entre una multitud de factores señala una que constituye la causa final de toda todos los síntomas: el cubano de aptitudes intelectuales por la necesidad de obtener riqueza en una sociedad que estima más la opulencia que el talento, se dedicará al ejercicio de una profesión que lo absorbe y anula para otras atenciones cultas  (7)

Esta subversión de los valores, donde se estima más la opulencia que el talento, es la raíz última del mal que aqueja a la cultura. Sin embargo, veremos las limitaciones que implican suponer en la crisis económica la causa de dicha subversión.

Mañach señala que la nueva realidad económica en la que el trabajo exige una concentración mayor de esfuerzos no deja margen para el cultivo de las aficiones espirituales. Esta sería la causa de la desaparición del sabio enciclopédico, prototipo de hombre culto.

Si esta realidad tiene una raíz económica: ¿Por qué en el pasado colonial podía hablarse de un florecimiento de la altacultura? ¿Acaso la economía cubana no se recuperó de la crisis dejada por la guerra de independencia en el primer cuarto del siglo XX? ¿No mereció esta recuperación los elogios de Ramiro Guerra?

Es evidente que la economía cubana fue más próspera a comienzos del siglo XX que a mediados del XIX. Sin embargo, esta prosperidad no evitó la ruina de la clase propietaria rural cubana, a la que Guerra al igual que Mañach adjudicaría la formación de la nación. ¿El empobrecimiento de las antiguas familias adineradas, de donde saliera gran parte de la intelectualidad decimonónica, es la causa de este utilitarismo profesional?

No es un aspecto a desestimar que en este ensayo Mañach hiciera tan escasa referencia al factor económico de la crisis. Eso nos mostraría que la situación económica, aún la de la ruina del antiguo patriciado criollo no fue el factor al que atribuyera desencadenante de la crisis.

Mañach señala que la moderna economía se opone al desarrollo de la aptitud intelectual. Así lo ha reconocido la crítica contemporánea de su obra. En tal sentido, el ensayista Duanel Díaz considera que la crisis observada por Mañach, en la que el ejercicio de la profesión no deja espacio para la búsqueda intelectual, es resultado del “triunfo de los valores burgueses” propio del capitalismo cubano, caracterizado por la hegemonía de la producción azucarera. Sin embargo, habría que preguntarse si Mañach consideraba la crisis cultural un mal inevitable de la nueva economía y en caso afirmativo si era justificado su análisis. Díaz atribuye a Mañach la conciencia de que el cambio en los valores ha de acompañar un cambio en la estructura económica. (8)

Por otra parte, Mañach señala un cambio no en la situación económica sino en el tipo de economía donde el trabajo es respecto al pasado demasiado absorbente. ¿Es una nostalgia del período pre-capitalista? La mayoría de los historiadores coinciden en que a partir del fin de la primera guerra de independencia cubana el sistema económico patriarcal fue desmontándose en Cuba, un período que coincide con el inicio de la crisis de la alta cultura afirmada por el autor de Indagación del choteo. (9)

Si Mañach hubiese considerado un resultado inevitable del paso del régimen esclavista a la economía capitalista la pérdida de valores arriba señalada – la del curioso de antañazo– estaría en contradicción con la exaltación que hace de la Francia de su época como modelo de nación culta.

Sería contradictorio situar en Francia el modelo de una nación de elevada cultura, sometida al mismo rigor de la economía capitalista que Cuba. Y fundamenta la adscripción de Francia a las naciones cultas por el elevado valor que tiene la intelectualidad para su pueblo y el espíritu de unidad interior de ésta, desestimando, por tanto, la influencia del tipo de economía en el trabajo intelectual.

Mañach, por tanto, atribuye la crisis, el triunfo del moderno afán utilitario –nótese su afirmación de la universalidad del mismo – a la subversión de valores operada a raíz de las guerras de independencia. Aquí hay que establecer con claridad la relación causa-efecto: el afán utilitario y práctico es resultado y no causa de la crisis. De ser a la inversa estaríamos autorizados a sospechar una causa económica y no en el orden de los valores. Quedaría por ver, sin embargo, si el tipo de economía mono-productora podía ser el sustituto explicativo de la crisis cultural que, según  Díaz, afirmaba Mañach. Considero que la sociedad cubana de comienzos de siglo estaba sometida al mismo tipo de “utilitarismo” que la francesa aunque una derivara su economía del azúcar y la otra de un sistema nada “mono-productor”.

Otro de los rasgos de la crisis, que analizaría con más detenimiento en uno de sus ensayos, Indagación del choteo, de 1928 es el desprecio de las mayorías por el trabajo intelectual: 

“(…) El pueblo- (…) alienta ya de por sí una sorda antipatía, un irónico recelo contra toda aspiración que le parece a sí prender pujos de aristocracia. (…) como si intelectualidad y vanidad fuesen en esencia la misma cosa. “(10)

En este aspecto de la crisis Mañach hace referencia a los “sentimientos primarios” de los que habla Ortega y Gasset. La referencia al filósofo español no es casual, como veremos. Mañach en este texto se anticipa en la aplicación, fuera del contexto español, de un fenómeno que Ortega y Gasset va a describir y analizar en La rebelión de las masas aunque probablemente toma su inspiración de España invertebrada. (11)

Ortega explica la crisis de España por el aislamiento de cada sector del conjunto de la sociedad pero también porque no existe en modo suficiente la estimación a lo que Ortega llama “los mejores”.

¿Quiénes son éstos “mejores”? Son, en principio los intelectuales pero no se debe hacer una lectura exclusivamente intelectualista del talento. Junto al intelectual puro Ortega también coloca al político. La búsqueda de una aristocracia del espíritu constituyó para Ortega el sentido de su respuesta a la crisis española y europea.

En su análisis sobre la crisis política y social española Ortega encuentra que a diferencia de la explicación popular de la crisis, de que “no había hombres” realmente de lo que carecía España era de masas. No faltaban individuos de aptitudes políticas o intelectuales para conducir la nación sino que de lo que se carecía era del interés en seguir sus programas. Esta tesis sería desarrollada en La rebelión de las masas y proyectada sobre el contexto europeo.

La “sorda antipatía”¨que Mañach describe como actitud del pueblo cubano frente a la intelectualidad es un rasgo esencial de lo que Ortega llamara la rebelión de las masas. Para Ortega dicha rebelión no consistía en el rechazo al poder político o económico sino de la elite intelectual encargada de formular los valores. A la insubordinación de las masas ante la dirección espiritual de las minorías de los individuos selectos adjudicó Ortega el fenómeno de la crisis de la cultura.

El otro factor que habría que agregar a los síntomas de la crisis es la simulación. Este síntoma se  expresaba en el “intelectual” improvisado que escribe, enseña o diserta sin más preparación que las de unas aulas precarias y de unas lecturas someras pero armado, en cambio, de una fatuidad y de una osadía inexpugnables (12)

¿La rebelión de las masas? Pareciera a lo que Ortega se habría de referir años después en su célebre obra de idéntico título a la pregunta que aquí he formulado.

Ortega notaba que Europa se estaba americanizando. Esta frase hacía referencia a que un fenómeno que sólo se había dado en el Nuevo Mundo ocurría ahora en Europa: las masas se sienten con suficiencia para suplantar a las élites en sus funciones intelectuales.

Mañach, señala que la improvisación es una actitud contraria al esfuerzo intelectual, que requiere ser sostenido, con el consecuente sacrificio del presente al porvenir. (13) Habría que preguntarse previamente por qué la mayoría de los cubanos actúan improvisadamente y qué realidades de orden social o histórico condicionan la existencia de dicho comportamiento mayoritario.

En realidad, la improvisación es resultado por un lado de la posibilidad que ofrece la sociedad para la improvisación. En una sociedad donde no haya exigencia y rigor, los individuos se atreverán improvisar al sentirse seguros de poder triunfar con escaso esfuerzo. Esto sólo ocurre según planteara Ortega en las sociedades sobradas de medios: el “Nuevo Mundo” – de aquel entonces – y en las naciones de Europa, donde la renovación tecnológica de la industria había elevado el nivel de vida de todas las clases en proporciones desconocidas para cualquier época pretérita.

Pero Mañach pudo haber explicado, siguiendo su planteamiento inicial, de un modo más sencillo que Ortega este fenómeno. La improvisación es una actitud idéntica a la de la simulación. Ambas se derivarían de una previa ausencia de valores en el ejercicio intelectual condicionada porque los intelectuales situaban las divergencias políticas por encima de un posible ideal que pudiera unir a espíritus disímiles. Sin embargo, Mañach, expone estos vicios no como un derivado de aquella causa sino como potencias independientes. Esto es lo que ofrece a su ensayo la impresión de cierta falta de sistema pues no se resolvió a hacer de la falta de un ideal la única de la crisis. Todo pensamiento profundo aspira a la unidad y a la cohesión entre sus partes. Es lo que hace insuficiente este ensayo.

En una nación nueva parecería que cualquiera podría aspirar a cualquier posición o prestigio pues su tradición cultural estaría aún por hacer. Sin embargo, ¿Cómo explicar esto en Cuba donde una élite intelectual ya existía al arribar a la independencia? ¿Está explicando esta realidad por la suplantación política que significó la llegada de la democracia republicana? En un pasaje de su ensayo, Mañach aducirá que:

“Así como en política se entronizaron hábitos de incautación (…) fue catedrático quien quiso, periodista quien lo osó, intelectual cualquier advenedizo capaz de perpetrar un libro (…)” (14)

¿Se trata de una queja contra la intervención del nuevo Estado, esta vez republicano y democrático en la cultura? Me inclino por esta interpretación. Mañach parece afirmar que el favoritismo de la política republicana de comienzos de siglo no fue ajeno al campo cultural. Es sin duda, un tema que merece un análisis más profundo por los historiadores. Raúl Roa recoge el testimonio de que la revolución universitaria de 1923 estuvo motivada en gran parte por el favoritismo con que se otorgaban las cátedras universitarias. (15)

El testimonio de Mañach quedaría iluminado si existiera un estudio que mostrara el influjo de los padrinazgos políticos no sólo en las cátedras universitarias, instituciones culturales estatales y la prensa a comienzos del pasado siglo. Sin embargo, la apelación a la intervención del Estado parecería ser una interpretación sencilla de la crisis. Tenemos derecho a preguntarnos: ¿Por qué se sometió la prensa, siendo privada, a admitir a periodistas improvisadores? ¿Combatió la intelectualidad desde sus tribunas la irrupción de los usurpadores de sus funciones en la prensa y el mundo editorial? Mañach hizo silencio en este aspecto. .

Sin embargo, la intervención del Estado es nada frente a una previa indocilidad de las masas a la autoridad intelectual. La existencia de una sorda antipatía a todo lo que recordara a aristocracia en el pueblo cubano es el factor que hizo posible el triunfo de los simuladores e improvisadores en el campo intelectual. Recuérdese que para Mañach, este término no significaba gobierno de los ricos sino de los que se exigen más a sí mismos que el resto, como en Ortega y Gasset.

Mañach ha identificado como otro componente de la crisis a la falta de solidaridad, sintetizado en lo que llama individualismo como un rasgo típico de lo cubano. En Cuba, advierte, no hay un ideal común que unifique los esfuerzos individuales que constituyen su cultura: falta el programa de todos – aquella suprema fraternidad de espíritus que es la característica de las civilizaciones más cultas. (16)

Mañach había afirmado la ausencia de un ideal común entre la intelectualidad desde el período de la guerra de independencia. Hemos visto que era resultado de las mutuas exclusiones por divergencias políticas entre los intelectuales. Veladamente Mañach afirma que en los años veinte este estado de espíritu continuaba.  

Asimismo el ensayista añade a estas actitudes defectos derivados de supuestas características étnicas como la facilidad imaginativa y la inteligencia, lo cuál limita su análisis sociológico. ¿Cómo podría demostrarse que el cubano medio posee más inteligencia que el de otras naciones del continente, digamos que el colombiano o el chileno medios? Para esto hubiera sido necesario definir qué es inteligencia y cómo pudiera ser medida sin caer en la estrechez propia del positivismo. Al parecer Mañach escribió bajo la influencia de los criterios antropológicos de su época, donde era frecuente establecer una correlación entre las características raciales y la inteligencia o el temperamento.

Finalmente Mañach mostrará la ausencia de una verdadera crítica, que sea intolerante con la obra mala o mediocre y generosa con la buena y útil. Aunque su mención se pierde entre muchos otros factores supuestos de la crisis es éste uno de capital importancia: sin crítica vigorosa no hay cultura.

                                                  IV

La existencia de una crítica coherente y metódica y no parcial, aislada y circunstancial no es factor más, sino que es quizás el más importante para la formación de la alta cultura. Sólo en un ambiente de mutua exigencia de aptitud intelectual podrá germinar y desarrollarse la alta cultura. Pero el rigor crítico es una actitud individual que se basa en la creencia en la utilidad social de la crítica.

El crítico no trabaja para sí sino educar al público y al improvisado creador que desconoce los valores. De la suma de de estas actitudes podrá lograrse el ambiente que da lugar a la sociedad culta. La falta de rigor crítico de un ideal común en la intelectualidad son dos aspectos de una misma realidad. La crítica es lo contrario de la indeferencia.y esta última al trabajo intelectual. Nada más ajeno a lo intelectual que la apatía frente a la obra que no lo es o a la idea carente de razones. Crear y criticar: he ahí las funciones del intelectual, imprescindibles en toda sociedad que aspire a ser culta. 

Interés en la obra cultural nacional y extranjera, rigor crítico con la obra nacional, trabajo serio, sin ánimos de ostentación e improvisación, desinterés respecto al éxito económico de la obra intelectual creada así como la existencia de un ideal común son los valores con los que  Mañach identificó a la intelectualidad de un nación culta. Han pasado más de tres cuartos de siglo desde que escribiera sus reflexiones. Retornemos a la pregunta con que iniciábamos este artículo: ¿Es el pueblo cubano culto?

Limitarse al ejercicio profesional, desestimando el conjunto del conocimiento, la improvisación, la simulación y el desprecio de la colectividad al ejercicio intelectual son vicios que todo intelectual que lo sea realmente debe denunciar. Cuando el intelectual deje de simular ser uno más, de comportarse y pensar al modo de las muchedumbres, cuando no se avergüence de su misión en el mundo: teorizar y la oculte ante la sociedad como un delito, cuando recupere la imprescindible responsabilidad moral que necesita para ser tal, cuando se deseche la vanidad de desechar la obra ajena sin previo examen estaremos en presencia de una  sociedad cultura.

En este trabajo no he pretendido analizar el estado actual de nuestra cultura. Tal faena hubiera requerido un examen que excedería el propósito inicial de encontrar en Mañach una de las inspiraciones para el análisis del valor y alcance de nuestra cultura. Bástenos, por ahora, conocer las condiciones para la existencia de una alta cultura y realizar el examen de nuestra escala de valores, la propiamente individual. Entonces, sin necesidad de otra instrucción que el que deriva de la estimativa habremos avanzado mucho en el sendero secular de la cultura.

                                                          Referencias y notas:

(1)  Después del exilio de Mañach gran parte de su obra fue marginada en Cuba. Sin embargo, recientemente su obra sociológica y filosófica ha ido encontrando cierto reconocimiento. En tal sentido la académica cubana Georgina Alfonso ha reconocido, recientemente, que sus obras influyeron notablemente en el mundo intelectual cubano de su época. Alfonso, Georgina: Los valores y el sentido de la vida. El debate filosófico de una época (1940-1960) en Temas, número 43, julio-septiembre 2005. Editorial Nomos, S.A. pág 90.

(2) Mañach, Jorge: La crisis de la alta cultura en Cuba en Ensayos. Selección y prólogo de Jorge Luis Arcos. págs 12-13. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1999.

(3) id pág 9

(4) id, pág 14.

(5) id, pág 18.

(6) Ortega y Gasset, José: Ensayos filosóficos. Biología y pedagogía en Obras de José Ortega y Gasset, pág 365. Espasa-Calpe, Madrid, 1943.  Ortega y Gasset (1883-1955) filósofo español del siglo XX que estuvo involucrado en los grandes temas filosóficos de su tiempo (el existencialismo, por ejemplo) y tuvo considerable influencia en la obra de posteriores filósofos españoles y americanos como Julián Marías, María Zambrano etc.

(7) id, pág 30.

(8) Díaz Infante, Duanel : Mañach o La República pág 57. Letras Cubanas, 2003.

(9) Según Guerra, en Azúcar y población en las Antillas la economía patriarcal cubana sólo desapareció en 1899 con el fin de las haciendas comuneras. El historiador Pino Santos apoyó este criterio. Sin embargo, la historiografía cubana de los años 70 en adelante ha desmeritado esta tesis y situado el período esclavista dentro de las relaciones capitalistas de producción. El autor comparte el criterio de Ramiro Guerra.

(10) id, pág 32.

(11) El ensayista cubano Duanel Díaz en su obra Mañach o La República sostuvo que La crisis de la alta cultura en Cuba e Indagación del choteo son ensayos orteguianos que toman inspiración de España invertebrada. La influencia de este texto es evidente en ambos ensayos. Sin embargo, debe precisarse que Mañach ha introducido una serie de factores ausentes en Ortega. España invertebrada es el desarrollo de una tesis mientras La crisis de la alta cultura en Cuba carece de la unidad interna que posee el texto orteguiano. Mañach alude al clima, a la raza, a la economía etc., una multiplicidad de causas de la crisis las que supo guardarse el filósofo español.

(12) id, pág 29.

(13) id. pág 28.

(14) id, pág 16.

(15) Roa, Raúl: La revolución del 30 se fue a bolina. Editorial de Ciencias Sociales. Instituto Cubano del Libro. La Habana, 1973. pág 63.

(16) id, pág 31.

Ariel Pérez Lazo

Licenciado en Filosofía. Máster en Historia contemporánea. Profesor de historia de la filosofía. Universidad de La Habana. 

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