Por Robert James

El dibujo de Christopher Cranch, inspirado por el ensayo Naturaleza (1844) de Ralph Waldo Emerson, trasciende su carácter anecdótico para erigirse como una síntesis visual del trascendentalismo emersoniano, un movimiento que anhelaba superar las barreras entre la percepción individual y la universalidad del conocimiento. La peculiar «figura esférica», que se asemeja a un «globo ocular» sobre delgadas piernas, no solo simboliza una emancipación intelectual, sino que proyecta una mirada que trasciende los límites impuestos por las categorías tradicionales de pensamiento.
El «globo ocular transparente» sugiere una percepción despojada de egoísmo, un acto de epojé fenomenológica, donde se suspende el juicio y se permite que la experiencia se manifieste en su pureza más radical. La inscripción que acompaña al dibujo —»De pie sobre el suelo desnudo, con la cabeza erguida hacia el espacio infinito, todo egoísmo se desvanece. Me convierto en un globo ocular transparente; ya no soy nada; percibo todo»— introduce una paradoja fundamental: el sujeto que percibe alcanza su mayor plenitud al renunciar a su identidad, convirtiéndose en un medio puro de observación. Esta idea resuena con la aspiración de Paul Valéry en Monsieur Teste, un personaje que persigue la disolución del yo para alcanzar los límites de la autoconciencia y el pensamiento.
En esta línea, el dibujo de Cranch opera como una alegoría del conocimiento que se libera de las ataduras teológicas y filosóficas para explorar una conexión directa con la experiencia del mundo. El globo ocular se convierte en un símbolo de una percepción que integra intuición y razón, abrazando el espíritu trascendentalista sin perder de vista la inmediatez de lo material. Emerson, al celebrar la naturaleza como un «todo» en el que el individuo se diluye, encuentra en Cranch un aliado que traduce estas ideas en un lenguaje visual cargado de significado filosófico.
En contraste con las visiones teológicas que buscaban trascender la mortalidad mediante la fe, Cranch y Emerson invocan un trascendentalismo inmanente, una liberación del pensamiento que no huye del mundo sino que se sumerge en él. En este sentido, el globo ocular no solo mira hacia el infinito, sino que también devuelve al sujeto al presente, al «suelo desnudo» donde se origina todo conocimiento auténtico.
La conexión con Valéry es crucial para entender cómo esta imagen anticipa reflexiones posteriores sobre la percepción y el intelecto. Si Monsieur Teste es el epítome de la autoconciencia llevada al extremo, el dibujo de Cranch es su antecedente espiritual, planteando una percepción que no niega el cuerpo sino que lo utiliza como base para trascenderlo. Esta conexión entre el pensamiento trascendentalista norteamericano y la modernidad filosófica europea revela un diálogo inesperado entre tradiciones aparentemente distantes, pero profundamente vinculadas por la búsqueda de una universalidad que trascienda las fronteras del yo.
El simbolismo del globo ocular en Cranch representa esta ruptura drástica de lo habitual, una característica compartida por toda forma de ascensión, sea espiritual o intelectual. Tal cambio nunca es pacífico; se acompaña de un rechazo visceral hacia el pasado, alimentado por emociones como el asco o la negación de la propia historia. Este proceso recuerda lo que Valéry describe como la creación de un espíritu dispuesto a examinar el mundo desde una distancia crítica, lo que exige una «santa perversión» inicial, esa mezcla de horror hacia lo mundano y aspiración hacia lo trascendente, que ha sido constante en tradiciones desde los estoicos hasta las prácticas extremas de místicos y faquires.
Finalmente, la obra de Cranch no solo es un producto de su tiempo, sino un punto de inflexión en la construcción de una filosofía estadounidense que se atreve a dialogar con la universalidad sin perder su arraigo en la inmediatez de lo cotidiano. Es un manifiesto de una mirada renovada, un símbolo que, como el propio globo ocular, observa y se deja observar, integrando experiencia, intuición y razón en un todo que celebra tanto la particularidad del individuo como su disolución en el universo. Sapere aude, parece susurrar esta figura: atrévete a saber, a mirar, a percibir sin prejuicios.