EL COMUNISMO EN EEUU (III  Congreso Anticomunista  en EEUU)

        

Por Armando Valladares

Cuando John F. Kennedy fue electo, el Partido Demócrata aún representaba intereses y valores fundamentales que habían hecho grande a esta Nación. Los líderes demócratas de entonces respetaban la Constitución, las leyes, y eran patriotas orgullosos de su historia y de la decencia. Se respetaban las instituciones, y cuando el país enfrentaba un peligro, los estadounidenses dejaban de lado las diferencias partidistas y miraban hacia el futuro unidos, impulsados por los valores cristianos sobre los que se fundaron los Estados Unidos. En aquellos años de paz y honor, no existían el odio ni las divisiones.

Muchos olvidan que, a principios de los 80, el secretario del Partido Comunista de Estados Unidos, Gus Hall, tras aspirar infructuosamente a la presidencia en cuatro ocasiones, ordenó a los militantes comunistas inscribirse en el Partido Demócrata.

Con la llegada de los Clinton, una pareja que se considera la más inmoral en la historia de la Casa Blanca, se desprestigió y deshonró la Oficina Oval, que se convirtió en un lupanar. Bill Clinton, acusado de abusos, estuvo 26 veces en las fiestas de la isla de Jeffrey Epstein, y una foto suya vestido de rojo se convirtió en una atracción.

Aprovechando este quiebre en la decencia, la izquierda socialista, atea y envidiosa comenzó a infiltrarse en la dirigencia del Partido Demócrata, erosionando gradualmente los pilares de la moral y el patriotismo.

De aquel Partido Demócrata hoy solo queda el nombre. Valores contrarios a la libertad, especialmente la ideología marxista disfrazada de socialismo izquierdista, se han apoderado de él con el propósito de conducir a Estados Unidos hacia el comunismo.

En 2017, la ofensiva marxista en el partido se hizo evidente cuando eligieron como presidente del Comité Nacional Demócrata a Tom Pérez, un hispano de origen dominicano. ¿Quién es Tom Pérez? Un marxista que fue director de CASA Maryland, una organización de extrema izquierda con un presupuesto de 31 millones de dólares en 2007 y que respaldaba a decenas de organizaciones comunistas, todas enemigas de Estados Unidos y promotoras del comunismo.

CASA Maryland recibió 1,5 millones de dólares del dictador venezolano Hugo Chávez y de CITGO, además de fondos de George Soros, quien ha jurado destruir a Estados Unidos. Otros afiliados incluyen el FMLN, guerrillas comunistas de El Salvador, el Partido Comunista de EE. UU. (CPUSA), y las Maras Salvatruchas (MS-13), que en una ocasión ofrecieron 50.000 dólares por asesinar a un agente de ICE. ACORN, una organización demócrata que incentivaba el fraude electoral, también estuvo ligada a CASA Maryland y recibió fondos de Obama antes de ser desmantelada por el FBI.

La organización terrorista Hermanos Musulmanes y Code Pink/Global Exchange, que ofrecieron 600.000 dólares a combatientes en Irak, también están asociadas con CASA Maryland, así como el Comité de Solidaridad con el Pueblo de El Salvador (CISPES) y el American Friends Service Committee (AFSC), que promovían el desarme unilateral de Estados Unidos.

CASA Maryland, además, mantiene vínculos con servicios de inteligencia de Cuba, China, Rusia e Irán, y con decenas de organizaciones marxistas y de extrema izquierda enemigas de EE. UU. Su único propósito es imponer el comunismo en el país, y avanzan sin obstáculos en ese objetivo.

Tom Pérez fue director de CASA Maryland durante varios años, aunque esta información fue eliminada de su biografía cuando intentó postularse como gobernador de Maryland. Esta ONG agrupa a organizaciones comunistas, extremistas y radicales de izquierda.

Tom Pérez colaboró activamente en sus propósitos para impulsar actividades subversivas contra Estados Unidos. Los comunistas carecen del concepto de Patria tal como lo concebimos los conservadores. No logro entender cómo una organización como CASA Maryland, fundada en 1985, no llamó la atención del FBI como un centro de subversión contra la Seguridad Nacional.

En 2010, Tom Pérez promovió la decisión de archivar el caso contra sus amigos y camaradas de las Nuevas Panteras Negras, quienes fueron filmados impidiendo con garrotes que ciudadanos blancos votaran en Filadelfia. Ya en el Departamento de Justicia, en 2011 lideró el movimiento para impedir que Carolina del Sur y Texas exigieran identificación a quienes iban a votar. Esta ha sido una obsesión constante de los demócratas: fomentar el fraude permitiendo que inmigrantes ilegales y no ciudadanos voten a su favor. Actualmente, Tom Pérez es el principal asesor de Biden, tal como lo fue de Obama.

En 1995, Barack Hussein Obama firmó un contrato de cooperación con el Nuevo Partido Socialista Democrático cuando era precandidato al Senado Estatal de Illinois. Obama prometió mantener una «relación más abierta» con este partido, y gracias a ese pacto fue respaldado por una organización de ideología comunista. En julio de 1995, unos 50 activistas socialistas asistieron a una reunión del Nuevo Partido en Chicago, donde informaron sobre sus actividades locales y ofrecieron respaldo a cuatro candidatos a cargos políticos; el más relevante fue el camarada Obama.

Según sus propios dirigentes, el Nuevo Partido fue fundado por la Sociedad de Socialistas Democráticos de América con el fin de promover los principios socialistas, enfocado en ganar elecciones locales y difundir el movimiento socialista-marxista como una fuerza política en los Estados Unidos y en el mundo. Y, a juzgar por los resultados, han tenido éxito.

Durante la administración de Obama, el Partido Demócrata se radicalizó hacia la izquierda de forma extrema. Recordarán cómo en las manifestaciones del partido ondeaban banderas rojas con la hoz y el martillo, pancartas con fotos del Che Guevara y banderas extranjeras, algunas incluso por encima de la norteamericana, la cual aparecía izada al revés. Los dirigentes del Partido Demócrata permitieron que esto sucediera sin oposición, careciendo de la fuerza moral para protestar, ya que el propio presidente Obama tenía como asesor principal a Van Jones, miembro activo del Partido Comunista.

Así, una amalgama de comunistas, radicales musulmanes y otros elementos antisistema se unió a las filas del Partido Demócrata. Con el silencio cómplice y la actitud cobarde de los líderes no marxistas, nada hicieron para impedir que el partido fuera tomado por esta ideología destructiva. Esta corriente ideológica comparte un odio común hacia Estados Unidos, sus leyes, su fe y sus símbolos patrios. Recuerden cómo Obama ni siquiera saludaba la bandera. Son seguidores de doctrinas extranjeras y apoyan movimientos subversivos que buscan desmantelar la sociedad norteamericana. No olvidemos las palabras del expresidente Obama: «Este es el mejor país del mundo, ayúdenme a cambiarlo». ¿Si era el mejor, por qué cambiarlo? La respuesta parece clara: para convertirlo en un país comunista.

¿Estarán al tanto los millones de demócratas de base, patriotas, amantes de la libertad, la propiedad privada, la democracia representativa y de Dios, de quiénes son realmente los actuales líderes de su partido?

Tengo amigos demócratas que se enfrentan a un conflicto interno al discrepar con la ideología y los planes de estos nuevos líderes, quienes aspiran a destruir los Estados Unidos. Biden ya anunció que cambiará la Constitución, reformará la Corte Suprema, y pretende que todos los poseedores de armas vendan sus armas al gobierno. Hace poco incluso sugirió que Trump debería ser encarcelado. Algunos de mis amigos demócratas se han inscrito como independientes, aunque otros no ven el peligro; su ingenuidad es genuina. Creen que aquí los comunistas nunca podrían llegar al poder. Son incrédulos, como los venezolanos que no creían cuando se les advertía que Chávez era comunista. Daría lo que fuera por transmitirles a estos amigos mis vivencias, pero desafortunadamente, las vivencias son intransmisibles.

Ni los más obstinados defensores del Partido Demócrata pueden negar que la izquierda socialista-marxista ha tomado medidas radicales para erradicar la libertad en nuestra Nación, motivada por una ideología extrema cuyos seguidores ocupan los cargos más altos del país.

Existen numerosos abusos cometidos por políticos socialistas demócratas en perjuicio del pueblo norteamericano. “Hay que denunciarlo, hay que luchar por el alma y la supervivencia de EE. UU.”, como afirma Tom Fitton, director de Judicial Watch.

El movimiento, mal llamado “progresista”, amenaza las instituciones más vulnerables de Estados Unidos, socavando los principios básicos que hicieron grande a este país y transformando el futuro en una pesadilla. La izquierda socialista-marxista ha declarado la guerra a todos los fundamentos de la nación: destruye el estado de derecho, la seguridad fronteriza y la rendición de cuentas que el gobierno debe a sus ciudadanos. Actúan con absoluta impunidad.

La candidata presidencial demócrata fue seleccionada a dedo, de la misma manera que el dictador Díaz-Canel en Cuba, sin recibir un solo voto de la Convención Demócrata. Su candidatura es ilegítima. Los socialistas demócratas que promovieron la enmienda 4 sobre el aborto hicieron trampa, incluyendo miles de firmas falsas.

Dos semanas después de terminadas las elecciones, estados como Illinois y Mississippi, y en particular Arizona, contaron los votos de manera irregular. Arizona decidió contar los votos manualmente tras el conteo de máquinas, pero un juez demócrata socialista prohibió esta medida, pasando por encima de la ley. Varios estados no requerirán identificación para votar, lo cual permitirá que una misma persona vote varias veces. El fraude en las elecciones de 2024 promete ser aún mayor que en 2020. ¿Un ejemplo del fraude de 2020? En septiembre pasado, The Washington Post denunció que más de 100,000 votos republicanos en Arizona, donde Trump perdió por 90,000 votos, no fueron contabilizados. Millones de inmigrantes no ciudadanos ya están en las listas de votación. Por eso abrieron las fronteras.

Si las elecciones fueran limpias, Trump ganaría con facilidad. Pero el fraude electoral está en los genes de los líderes del Partido Demócrata. Durante la administración de Obama, Pew Research Center informó que había 24 millones de votantes “inactivos” o fraudulentos (The Hill, 8 de julio de 2019). Los estados gobernados por demócratas se niegan a limpiar las listas, por lo que NO CREO en la victoria de TRUMP hasta que no la vea.

Como declaró recientemente Elon Musk, si los demócratas “ganan” estas elecciones, podrían ser las últimas: NO HABRÍA MÁS ELECCIONES.

Gracias.

Embajador de EE. UU., Armando Valladares

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