Donald Trump y el escritor Michel Houellebecq. ¿Qué es ser un buen presidente? Reflexión post-electoral en clave libertaria 

Por Antonio Ramos Zúñiga

Vox Populi, Vox Dei (La voz del pueblo es la voz de Dios).

Frase publicada por Elon Musk en X para celebrar la victoria de Donald Trump.

Todo el mundo sabe quién es Donald Trump, mucho más luego que su victoria en las recientes elecciones estadounidenses ha originado un espectacular boom mediático, tal vez el más viral de las últimas décadas. Lo sorprendente es que su imagen, que solía presentarse durante años como la de un monstruo nazi, racista, misógino y convicto, ha suscitado un renuevo revelador del ser humano verdadero que, sin ser perfecto, ha conquistado el voto electoral y popular de más de 77 millones de norteamericanos, suficiente para desacreditar a la mayoría de las encuestas y cadenas de la Media (el cuarto poder) que lo daban por perdedor. Como si fuera poco, el congreso ha pasado bajo el control del partido republicano, así como varios gobiernos estatales. Un resultado tan rotundo, no esperado por el polo enemigo (el partido demócrata, las élites globalistas, Soros, la Europa de Macron, Irán, los gobiernos socialistas y verdes, el régimen comunista cubano, China, Rusia, Venezuela, etcétera), sin dudas ha dado un vuelco a las políticas radicales que las plutocracias pretendían implantar si ganaba  su candidata populista de izquierda Kamala Harris.  

       Tampoco el escritor Michel Houellebecq es un desconocido, mucho menos para los lectores de sus libros best seller, recomiendo Partículas elementales y Sumisión. Se le considera el escritor vivo francés más famoso internacionalmente y el  “enfant terrible” más reaccionario de su tiempo por ser la antítesis del prototipo intelectual izquierdista de Francia, también lo acusan de islamófobo, anti feminista, anti Unión Europea, anti Sartre, enemigo del nuevo progresismo, anti woke, pro Marine Le Pen, pro norteamericano, pro Trump. La verdad es que Houllebech es más que todo un libre pensador realista, a veces visionario, que no teme ser hiper crítico de las anomalías, sean de izquierda o de derecha. Por ejemplo, tempranamente le dijo “payaso espantoso” a Trump, aunque con el tiempo cambió de opinión. En 2019, una gran revista estadounidense, Harper’s Magazine, lo invitó a opinar sobre Trump, lo cual entrañaría otra crítica demoledora contra el presidente, pero sucedió lo opuesto, veremos adelante. Durante la reciente campaña electoral estadounidense, unos cuantos comunicadores y artículos de prensa hicieron hincapié en el hecho de que la clase intelectual, principalmente los escritores y filósofos, no quiere a Trump, sus ejemplos son aquellos escritores archiconocidos del mainstream progre. Los escritores de derecha y pro Trump no cuentan para ellos. Houellebecq tal vez fue el primero que se atrevió a desviarse de la línea, al apoyar las políticas que Trump había emprendido y que actualmente ha prometido continuar en 2025. Por ser un lúcido análisis y una primicia documental, presentamos partes del escrito:

       “Pero lo más destacable de las nuevas políticas estadounidenses es, sin duda, la posición del país en materia de comercio, y en ese sentido Trump ha sido como un soplo de aire fresco; han hecho realmente bien en elegir a un presidente con orígenes en lo que se llama “sociedad civil”.

El presidente Trump rompe tratados y acuerdos comerciales cuando cree que estuvo mal firmarlos. En eso tiene razón: los líderes deben saber cómo utilizar el período de reflexión y retirarse de los malos acuerdos.

A diferencia de los liberales del libre mercado (que son, a su manera, tan fanáticos como los comunistas), el presidente Trump no considera que el libre comercio global sea el principio y el fin del progreso humano. Cuando el libre comercio favorece los intereses estadounidenses, el presidente Trump está a favor del libre comercio; en el caso contrario, considera que las medidas proteccionistas anticuadas son totalmente apropiadas.

El presidente Trump fue elegido para salvaguardar los intereses de los trabajadores estadounidenses; está salvaguardando los intereses de los trabajadores estadounidenses. Durante los últimos cincuenta años en Francia, uno hubiera deseado encontrar este tipo de actitud más a menudo.

Al presidente Trump no le gusta la Unión Europea, cree que no tenemos mucho en común, sobre todo en lo que se refiere a los “valores”, y yo lo considero afortunado, porque ¿qué valores? ¿Los “derechos humanos”? ¿En serio? Prefiere negociar directamente con cada país, y creo que sería preferible, no creo que la fuerza surja necesariamente de la unión. Creo que en Europa no tenemos ni un idioma común, ni valores comunes, ni intereses comunes, que, en una palabra, Europa no existe y que nunca constituirá un pueblo ni apoyará una posible democracia (véase la etimología del término), simplemente porque no quiere constituir un pueblo. En resumen, Europa no es más que una idea tonta que se ha convertido poco a poco en un mal sueño del que acabaremos despertando. Y con sus esperanzas de unos “Estados Unidos de Europa”, una referencia obvia a los Estados Unidos, Victor Hugo no hizo más que dar una prueba más de su grandilocuencia y de su estupidez; siempre me viene bien criticar a Victor Hugo. Lógicamente, el presidente Trump estaba contento con el Brexit. Lógicamente, yo también lo estaba; mi único pesar era que los británicos habían demostrado una vez más ser más valientes que nosotros frente al imperio. Los británicos me ponen de los nervios, pero su coraje no se puede negar. El presidente Trump no considera a Vladimir Putin un socio negociador indigno; yo tampoco. No creo que a Rusia se le haya asignado el papel de guía universal de la humanidad (mi admiración por Dostoievski no llega hasta ese punto), pero admiro la persistencia de la ortodoxia en sus propias tierras, creo que el catolicismo romano haría bien en inspirarse en ella y creo que el “diálogo ecuménico” podría limitarse útilmente a un diálogo con la Iglesia ortodoxa (el cristianismo no es sólo una “religión del Libro”, como se dice demasiado rápidamente; es también, y quizás sobre todo, una religión de la Encarnación). Soy dolorosamente consciente de que el Gran Cisma de 1054 fue, para la Europa cristiana, el principio del fin; Pero por otro lado, creo que el final nunca es seguro hasta que llega.

Parece que el presidente Trump ha conseguido incluso domar al loco norcoreano, lo que me ha parecido una hazaña absolutamente elegante. arece que el presidente Trump ha declarado recientemente: “¿Saben lo que soy? ¡Soy un nacionalista!”. Yo también, precisamente así. Los nacionalistas pueden hablar entre sí; con los internacionalistas, curiosamente, no funciona tan bien hablar. Francia debería abandonar la OTAN, pero tal vez ese paso no tenga sentido si la falta de financiación operativa hace que la OTAN desaparezca por sí sola. Eso sería una preocupación menos y una nueva razón para cantar alabanzas al presidente Trump. En resumen, el presidente Trump me parece uno de los mejores presidentes estadounidenses que he visto.” (1).

       Por expresarse tal cual piensa, Houellebecq fue blanco de amenazas y vilipendios en Francia. Fusilamiento verbal, le llamó el escritor Armando de Armas a los recursos de censura, cancelación y descrédito que utiliza la prensa de izquierda y posmoderna socialista para reprimir y silenciar el periodismo independiente o disidente, en detrimento de la libertad de expresión. Los grandes medios de comunicación, la mayoría controlados por la izquierda liberal, CNN, NBC, MSNBC, BBC, New York Times, Washington Post, El País (España), DW, Google, Yahoo, Youtube, el antiguo Twitter que censuró a Trump y a Fernando Arrabal, los diarios comunistas, etcétera, han incurrido en el desatino de subvertir la verdad, falsificando realidades a fin de favorecer agendas políticas e ideologías afines. Los magníficos estudios de Heritage Foundation y de otros think tanks de derecha y centro apenas se divulgan, en cambio, cualquier obra, por mediocre que sea, proveniente de un rapero anti capitalismo, de un abanderado woke o de un vocero Trans siempre encuentra espacio en los grandes medios “políticamente correctos”. El por qué sobresalen los intelectuales y artistas anti Trump, mientras otros son ignorados, bloqueados o se diluyen, es una aspecto interesante del estatus de la actual batalla cultural que se libra entre izquierdas y derechas, democracia versus totalitarismo, nacionalismo versus globalismo o aristomundialismo, progres versus conservadores. La verdad y la razón realista, entrampados en los patrones de corrección política, se han vuelto aspectos secundarios en los debates sobre la trascendencia de las rebeldías y compromisos. (2). 

       En la campaña electoral reciente, como pasó en 2016 y 2020, los grandes medios se ocuparon de mostrar al mundo cuán sucio puede ser el periodismo partidista, a la hora de maquinar el triunfo del elegido. La vicepresidenta Kamala Harris, la favorecida por el Partido demócrata como sucesora de Biden, fue elevada a los cielos, gracias al poder que la fabulación, dígase propaganda, le puso de aureola como oferta estética capaz de abatir al caudillo enemigo, Donald Trump. La gigantesca maquinaria anti Trump que se activó alrededor del mundo se complacía en boicotearlo con incesantes infamias, mientras que Kamala se inflaba de tal modo, que muchos la vieron como la futura y primera presidente mujer de los Estados Unidos, decenas de encuestas y millares de narrativas edulcoradas, la Media mundial, Hollywood, intelectuales, economistas y tiranías, como la cubana, Obama y los Clinton, hasta Putin, apostaron por ella, quien recaudó para su campaña mil millones de dólares, hasta que…  la heroína prefabricada se desinfló.

       Donald Trump no tenía a la crema intelectual de su parte, ni a los economistas Premio Nobel, ni a Hollywood, ni al FBI, mucho menos a los consorcios de la Media, salvo Fox News. Además, tuvo que enfrentar 34 cargos criminales, que buscaban sacarlo de la contienda. No solo lidió con una despiadada cacería de brujas, también intentaron asesinarlo dos veces. No obstante, la guerra que se le encimó fue perdiendo intensidad a medida que un carácter inédito de Trump, más grato y transparente, comenzó a inundar el internet y llenar estadios deportivos con millares de seguidores que gritaban USA. El Partido demócrata se dio cuenta tarde que MAGA, el movimiento creado por Trump, ya no era una multitud improvisada que lo seguía, sino una organización de empatía ideológica, algo así como la mayoría silenciosa organizada.

       Otra iniciativa trumpista para burlar la censura fue dominar la propaganda por los canales independientes de Internet y la telefonía celular, generando una avalancha de mensajes y podcasts, en Instagram, TikTok, X, Whatssap, Facebook, y otros. Como si fuera poco, el mundo Tech de Silicon Valley lo apoyó, y el genial creador de Tesla y paladín de la nueva cohetería, Elon Musk, se hizo su seguidor fanático. El demócrata Robert F. Kennedy Jr. se pasó a sus filas. Frente al discurso de Kamala Harris, inexacto, radical, auspiciador del odio, simplista, anti cristiano, divisivo, con matices que sonaban a demagogia y bluff, el de Trump se tornó flexible, franco, anti tabú, convincente en sus metas acerca de la economía, la inmigración y la necesidad de paz, más digerible por las masas trabajadoras. MAGA, sigla de Make America Great Again, dejó de ser una consigna, volviéndose snob, una gorra roja, una manera de ser, una membresía espontánea de americanos libres y patriotas. En bailoteo de Trump en público se hizo viral, dándole un sabor único a la campaña, Trump se fue a las calles, sonreía, no difamó y, paulatinamente, no solo fascinó a la clase trabajadora, al “ordinary American” (3), también a los afroamericanos, a los hispanos, a las mujeres, a los hombres, a los deportistas, a los meseros, a la Gen Z, a los sin partido y a muchos desilusionados con el partido demócrata. En síntesis, la mayoría silenciosa, harta de la inflación. de la farsa del status quo y de la decadencia de una ideología incapaz, optó por el candidato luchador, pragmático y experimentado, que les proponía una mejor vida y cero guerras, más empleo, dinero en el bolsillo y libertad, todo ello en claves de redención y futuro, las claves que han movido adelante la historia de Estados Unidos y de todo gran país. No obstante, como suele ocurrir en todo cambio histórico, quizás otra guerra, la de los locos ideológicos que no saben perder, está por comenzar.

Epílogo

No sé qué sintió Houellebecq al enterarse de la victoria del ave Fénix Trump. Tal vez no le dio importancia. La nueva derecha francesa, él, Michel Onfray, Alain de Benoist, entre otros, deben estar más preocupados por los misiles atómicos de Putin apuntando a Kiev y París. También se han interesado por Javier Milei, sangre nueva de la derecha presidiendo Argentina. Los colombianos, por su parte, no se cansan de bendecir a Trump, es un pueblo más trumpista y católico que izquierdista, pero han tenido que tragarse al presidente Petro, ex guerrillero comunista, aliado de Maduro.

       En México, Trump parece ser más aborrecido que querido, la retórica de los medios refleja la misma agenda del antitrumpismo y anti republicanismo oficial estadounidense. La derecha pro Trump solo se percibe en internet y en algunas valientes figuras políticas, como Verástegui. Importantes intelectuales públicos, como los Krauze, desde 2017 al presente, son ejemplos de una irracional agresividad anti trumpista que solo es explicable cuando se piensa en cierto infantilismo de izquierda que cumple metas de propaganda, siguiendo alguna directriz partidista, al estilo intelectual orgánico y neomarxista. Este tipo de intelectual, del sol solo observará sus manchas, nunca su luz, como diría José Martí. Hay un centenar de ellos sirviendo como opinadores de influencia en América Latina, la mayoría han sido receptores de las donaciones y becas que reparten las instituciones de izquierda de Estados Unidos (Ford, Rockefeller) y  la Open Society, de Soros, etc. Entre ellos hay cubanos de izquierda y criptocomunistas. 

       Los venezolanos es otra realidad, la gente debe estar rezando para que Trump les quite el infierno chavista de encima. Esto es aplicable a los cubanos, el pueblo más sufrido de América por obra y gracia del comunismo castrista. Trump, que ha incluido en su gabinete al cubanoamericano, senador Marco Rubio, podría significar la gran esperanza de poner fin definitivamente al totalitarismo en la isla.  

NOTAS

(1) Michel Houellebecq. “Donald Trump is a good president.” Harper’s magazine. January 2019.

(2) Ver  El libro rojo del marxismo cultural. Reflexiones, refutaciones y análisis. Varios autores. Editor Angel Velázquez Callejas. Editorial Exodus, Miami, 2020.

Ver discurso de Robert F. Kennedy, 23 de agosto, 2024.

link: https://www.youtube.com/watch?v=Cd9qISn9VUo

(3) Kevin D. Robert, PhD. “With Trump’s Win, “Ordinary” American declared Independence from the Elites”. The Heritage Foundation, Noviembre 11, 2024.

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