El calor de la llama y la buida presencia de la juventud me traicionan desde el hipogeo de los años, y tantos años impiden hacer aseveraciones o delinquir con conceptos que se cierran.
Siempre anduve yéndome, porque huir es la luz mejor al otro lado del camino, y el camino deja ver que a donde vaya, trasunto, adora el inventario de las horas.
Un tipo frente a su día, y la nostalgia de no saber dónde está el camino, tuareg obligado a cumplir la faena, con el tedio del final, en campos prestados a lo escurril del tiempo.
En este libro está mi ascesis —esa manera propia de encontrarme— que ya no desprecia las lecciones de cortedad, y pone la barbilla en tierra.

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