«Dasein» vs. «sujeto racional» en la era de la globalización

Por KuKalambe

La confrontación que caracteriza el mundo contemporáneo se presenta como un choque entre lo que podríamos entender como dos mundos diferentes: el de la razón universal y el de la existencia situada. En este conflicto, no estamos únicamente ante un debate sobre la política, la economía o incluso las culturas en un sentido superficial. La verdadera batalla que se libra, en un nivel más profundo, es sobre la naturaleza de la existencia humana misma y su lugar en un mundo cada vez más interconectado y globalizado. En este escenario, la oposición entre sujeto racional y dasein (ser-ahí) se erige como un eje central para comprender las tensiones filosóficas y existenciales de la era moderna.

La globalización, entendida como el proceso que integra las economías, culturas y políticas de distintos países en un sistema interdependiente, parece ser el producto inevitable de un mundo en el que las distancias geográficas se reducen a través de las tecnologías de la comunicación, el transporte y el intercambio cultural. El concepto de sujeto racional, propio de la modernidad y arraigado en la tradición cartesiana, ha sido el pilar sobre el cual se ha edificado el discurso globalizador. Este sujeto se define como un ser capaz de racionalizar y comprender el mundo de manera objetiva, sin estar atado a las contingencias locales, culturales o históricas. El sujeto es, en esencia, un individuo despojado de sus particularidades, un ser universal capaz de adoptar la razón como su principal herramienta para entender y organizar el mundo.

Desde esta perspectiva, el sujeto racional es la base misma de las instituciones globales y las estructuras políticas que dominan el panorama contemporáneo. Los acuerdos internacionales, las organizaciones supranacionales y las políticas económicas globales se basan en la idea de que los seres humanos comparten una racionalidad común que trasciende las identidades nacionales y culturales. De hecho, el proyecto de globalización se sustenta en la premisa de que, al reducir las barreras físicas, ideológicas y culturales entre los pueblos, se puede alcanzar una armonización que permita resolver problemas globales, como el cambio climático, la pobreza y la desigualdad, mediante un enfoque racional y universal.

Sin embargo, a pesar de la aparente omnipresencia del sujeto racional en las estructuras que gobiernan el mundo, hay un concepto filosófico que subyace a esta visión y que pone en cuestión su primacía: el dasein, un término central en la filosofía de Martin Heidegger. El dasein se refiere a una existencia que es consciente de sí misma en el mundo, pero de una manera que no puede ser comprendida a través de una razón abstracta y universal. En lugar de ser un sujeto que se posiciona ante el mundo desde una perspectiva objetiva y universal, el dasein es un ser radicalmente enraizado en su contexto específico, en su historia y en su lugar. Para Heidegger, el dasein no es una entidad autónoma que pueda abstraerse del mundo, sino que se constituye a través de su relación con el entorno, el tiempo y la cultura. El mismo es un exitenciario.

El concepto de existenciario es fundamental para comprender cómo Heidegger articula la noción de dasein y la existencia humana en general. En el contexto de la filosofía heideggeriana, el dasein no es simplemente un ser abstracto o una entidad aislada que se define por su capacidad racional, sino que es un ser que existe en un mundo concreto, con sus particularidades históricas, culturales y temporales. La clave está en cómo dasein no es sólo un sujeto que reflexiona sobre el mundo, sino un ser que es en el mundo, inmerso en sus circunstancias, que no puede separarse de ellas.

Heidegger utiliza el término existenciario para referirse a las estructuras fundamentales que constituyen la forma en que el dasein experimenta su propia existencia. Los existenciarios son las dimensiones básicas de la existencia humana que van más allá de las categorías abstractas y universales que el sujeto racional trata de imponer. Estas dimensiones no son simplemente cualidades o características de un sujeto, sino estructuras que constituyen lo que significa ser un dasein en el mundo.

Un ejemplo de los existenciarios es la temporalidad, que para Heidegger no es simplemente una medida de tiempo, sino una estructura fundamental de la existencia humana. El dasein está siempre proyectado hacia el futuro, consciente de su finitud y de la muerte. Esta proyección temporal configura cómo entendemos nuestra vida, nuestra libertad y nuestra relación con el mundo. No se trata de un tiempo abstracto, sino de un tiempo vivido, marcado por nuestras experiencias concretas y nuestra relación con el entorno.

Otro existenciario relevante es el concepto de «ser-en-el-mundo». El dasein no es un sujeto autónomo que se enfrenta al mundo desde fuera, sino que está en el mundo, es parte de él, de sus redes de relaciones, de sus significados. Esta implicación del dasein en el mundo no es una relación externa o superficial, sino constitutiva de su propia existencia. Así, el dasein no se entiende como un sujeto separado del mundo, sino como un ser que es en el mundo, en el contexto de las relaciones sociales, la cultura, la historia y la naturaleza.

Este enfoque existencialista pone en tela de juicio la universalidad del sujeto racional, sugiriendo que la experiencia humana no puede reducirse a un conjunto de normas lógicas o abstractas aplicables en cualquier contexto. En lugar de eso, el dasein afirma que la auténtica existencia humana solo puede comprenderse dentro de un marco cultural e histórico particular. La idea del «ser-ahí» subraya que los seres humanos no están aislados en una torre de marfil de racionalidad pura, sino que están siempre inmersos en su entorno y, por ende, son inescapablemente específicos. En este sentido, la autenticidad de cada ser humano se encuentra en su capacidad para vivir de acuerdo con su contexto, su historia y su cultura.

Cuando se plantea este enfrentamiento entre el sujeto racional y el dasein, nos enfrentamos a una pregunta fundamental sobre la globalización y su impacto en las identidades individuales y colectivas: ¿es posible que un ser tan específico, tan enraizado en su entorno y en su contexto cultural, pueda sobrevivir a la homogeneización impuesta por las fuerzas globalizadoras? ¿Pueden los dasein locales, los seres auténticos y situados, resistir la presión de un mundo que promueve la idea de una humanidad unificada bajo los mismos principios racionales? Esta es la gran interrogante que ha marcado y sigue marcando la filosofía contemporánea en su reflexión sobre la globalización.

Es importante señalar que la globalización no es simplemente un proceso económico o político, sino también cultural. A medida que las economías se interconectan, también lo hacen las culturas, en un flujo constante de ideas, imágenes, prácticas y valores. En este contexto, el sujeto racional parece ser el ideal cultural que promueve la universalidad de los derechos humanos, las democracias liberales y las ideologías capitalistas. En muchos aspectos, la globalización ha promovido una visión homogénea del mundo, donde las diferencias culturales son vistas como obstáculos que deben ser superados para alcanzar un desarrollo universal. Sin embargo, en la práctica, este ideal se ha topado con resistencias en muchas partes del mundo. Movimientos nacionalistas, identitarios y regionalistas han emergido en respuesta a la erosión de las culturas locales, defendiendo la singularidad de los dasein frente a las imposiciones globalizadoras.

El concepto de dasein ofrece una manera de pensar esta resistencia. El dasein, lejos de ser una entidad que se resiste por pura negación, es una existencia que se afirma a través de su contextualización. En un mundo globalizado, donde las culturas parecen fusionarse y las identidades individuales parecen diluirse en un mar de similitudes, el dasein se convierte en una forma de resistencia cultural. La autenticidad no se encuentra en la universalidad abstracta, sino en la fidelidad a lo propio, a lo singular, a lo que cada individuo y cada comunidad ha sido a lo largo de su historia.

Esta perspectiva puede verse como una forma de lucha contra el imperialismo cultural de la globalización. La insistencia de la globalización en imponer un modelo único para todas las culturas puede verse como una forma de alienación, una imposición que borra las particularidades y, por ende, las auténticas formas de vida de los pueblos. Al abrazar la idea del dasein, se nos invita a reconsiderar la importancia de la identidad local y cultural en un mundo que cada vez más promueve la homogeneización.

Al final, la batalla entre el sujeto racional y el dasein no es solo una cuestión filosófica abstracta. Es una cuestión que afecta directamente las formas en que nos relacionamos con el mundo y con los demás. Mientras que el sujeto racional promueve la idea de una humanidad unificada y globalizada, el dasein subraya la importancia de la particularidad y la autenticidad. En un mundo cada vez más interconectado, es probable que esta tensión entre la razón universal y la existencia situada siga siendo uno de los dilemas centrales de nuestra época. ¿Podremos encontrar una manera de reconciliar estos dos enfoques aparentemente opuestos, o la globalización terminará por diluir las diferencias y negar las autenticidades? Este es el desafío que tenemos por delante, y la respuesta dependerá de cómo decidamos vivir nuestra propia existencia en este mundo globalizado.

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