Amir Valle: el único cambio posible que veo vendrá del régimen mismo

Por Roberto Ruiz Rebo

“Siempre digo que no soy un exiliado, soy en realidad un desterrado” ––así me dijo el escritor cubano Amir Valle Ojeda, cuando me refirió, en una conversación cordial, detalles de su carrera literaria y sus colisiones con el poder en Cuba. Amir reside en Berlín, adonde fue a parar, después que, en el año 2006, las autoridades del régimen cubano impidieran su regreso a la Habana, donde él y su esposa habían dejado al amparo de otros familiares a sus dos hijos, uno de ellos con sólo cuatro años. No era la primera vez que la dictadura castrista utilizaba la expatriación como método para librarse de uno de sus críticos, una práctica de represión y chantaje que había aprendido de la KGB y la Stasi, y que ha repetido con saña contra científicos, académicos, escritores, periodistas, artistas opositores y activistas de derechos humanos. Fue precisamente el premio Nobel Gabriel García Márquez quien intercedió para que el hijo más pequeño del escritor pudiera reunirse con él y su esposa.  

Confieso que poco sabía del escritor Amir Valle, pero su nombre no me era extraño, había leído su ensayo sobre el jineterismo y alguna que otra narración de su libro de cuentos Yo soy el malo, pero en las últimas semanas, he estado indagando sobre su labor literaria y he sido atrapado por dos de sus obras Las largas noches con Flavia, un tránsito a través de una Habana sórdida donde el autor explora los conflictos emocionales y la naturaleza humana con una prosa honda y desgarradora; y Los Ángeles de Luzbel, en la que se adentra en los vericuetos de las pérfidas prácticas realizadas por los gendarmes del nacionalsocialismo alemán en el campo de concentración de Auschwitz.  

Graduado en la Universidad de la Habana, Amir se desempeñó, antes de su destierro, como crítico literario y periodista, lo cual le permitió investigar en el bajo mundo de la capital cubana un fenómeno que las autoridades pretendían mantener oculto del ojo público: la prostitución y el mundo de las drogas en las calles habaneras. Fruto de estas indagaciones, resultó su serie de novelas negras “El descenso a los infiernos”, integrada hasta la actualidad por Las Puertas de la Noche, Si Cristo te desnuda, Entre el miedo y las sombras, Últimas noticias del infierno, Santuario de sombras, Las largas noches con Flavia y Los nudos invisibles, por las cuales Amir Valle ha ganado un importante espacio entre los lectores y la crítica europea. Lo mismo sucedió con su libro Habana Babilonia, que circuló clandestinamente en Cuba en diversos formatos digitales, que lo colocó entre los autores más leídos entre cubanos, y que en 2006 fue laureado con el Premio Internacional Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción publicada en lengua española.  

Con asiduidad, Amir Valle ha participado en el que es considerado el festival decano de la novela negra en el mundo: la Semana Negra de Gijón, durante el cual se reúnen grandes escritores de la novela negra y detectivesca de todas las lenguas a conversar con sus lectores.  

Si bien, mi entrevistado es una de las voces literarias imprescindibles de la actual narrativa cubana y latinoamericana de su generación, tampoco ha dejado de ejercer el periodismo investigativo, que parece practicar con pasión y compromiso. Consultor, asesor y analista político en el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán y la Deutsche Welle TV, es posible verlo como experto en temas apremiantes de política internacional.  

Con los años, el activismo político y literario de Amir Valle se ha enriquecido, y ha trabajado en proyectos importantes como la Revista Hispanoamericana de Cultura, OtroLunes que ha convertido en una plataforma abierta a la discusión y al tratamiento de la cultura y la literatura, o Ilíada Ediciones, considerado ya uno de los proyectos editoriales más notables de la diáspora cubana.   

A pesar de los años fuera de la isla, Amir Valle continúa trabajando por su país de manera constante, y ha declarado: “No habito Cuba: Cuba me habita”. Por esa razón, le he pedido conversar sobre Cuba y sobre sus libros.  

Roberto Ruiz Rebo: Tu libro Habana Babilonia resultó bastante popular en Cuba, por decirlo de algún modo, cuando miles de copias en formato PDF circularon por todo el país de mano en mano. No recuerdo nada parecido ni antes ni después. Incluso, te confieso que yo mismo y algunos de mis amigos lo pudimos leer de ese modo ¿Qué ha pasado con ese volumen desde entonces? 

Amir Valle: Justo ese detalle: la popularidad que tuvo es lo que salva a ese libro de que no lo odie. Gracias a él dejé de ser un escritor solamente conocido en el medio cultural, para ser uno de los más leídos en toda la isla. Y, además, el hecho de que se considere el mayor bestseller underground en toda la historia de la literatura cubana es algo así como una medalla que porto con muchísimo orgullo. Creo que se impone, para el lector que no sabe de lo que hablamos, resumir esto que se conoció como “Escándalo Habana Babilonia”. En 1997, luego de cinco años de investigar sobre la prostitución en Cuba, terminé ese libro y lo envié al premio Casa de las Américas. Me enteré de que había obtenido el premio, pero al final lo dejaron desierto cuando el terror paralizó a los dos jurados cubanos, que intentaron presionar al jurado no cubano, un reconocido ensayista argentino, sin conseguir que este se retractara. Ya entre los escritores de mi generación, reunidos por esos días en un evento literario en La Habana, se había regado la noticia de que yo era el ganador, así que cuando asistieron esa noche a la ceremonia de entrega y escucharon el veredicto de “premio desierto”, abuchearon al jurado… y se armó el escándalo. La prensa extranjera preguntó qué pasaba, mis colegas les contaron los detalles y al día siguiente la mayoría de los periódicos del mundo, incluidos algunos que solían y suelen pasarle la mano a la dictadura como el New York Times, publicaron: “DESPOJADO ESCRITOR CUBANO DEL PREMIO CASA POR RAZONES POLÍTICAS”. Fue el comienzo de una avalancha de nieve que catapultó ese libro al reconocimiento que hoy tiene. Luego alguien −imagino que un trabajador de Casa de las Américas− hurtó una de las copias que envié al concurso, la fotocopió y la colgó en la intranet cubana, y así llegó a cientos de miles de correos en Cuba. La gente se pasaba el archivo digital o imprimían copias que corrían de mano en mano. Supe de esa circulación clandestina y masiva porque quien hizo la fotocopia dejó la página final donde estaban todos mis datos y durante casi dos años estuve recibiendo decenas de cartas, miles de correos electrónicos y centenares de llamadas telefónicas de lectores que, curiosamente, querían agradecer lo que unos llamaban “valentía” y otros “locura suicida”. Fue algo que entendí como una rebelión de la gente, harta de ver ese fenómeno de la prostitución pululando en las calles de Cuba, sin que ni la prensa ni los políticos se dieran por enterados. Luego, el tercer empujón lo dio ese señor que lanzó con sus locuras al país a esa quiebra absoluta que es hoy: prohibió el libro en una de sus mesas redondas llamándome “jineterólogo” y diciendo que Habana Babilonia era una mentira absoluta porque en Cuba no había esa exageración de prostitutas que yo describía en mi libro, y que mucho menos había drogas. Ahí, el morbo de lo prohibido le dio el último empujón al mito popular sobre el libro: decenas de miles de cubanos se lanzaron a buscarlo. Y así se convirtió en un best seller sin ni siquiera haber sido publicado. Esa es la historia de Habana Babilonia, que, por cierto, renombrados críticos literarios cubanos del exilio han desconocido, pues incluso han hecho listas de libros prohibidos en Cuba y Habana Babilonia no se menciona.  

En 2006, en una versión ampliada, fue publicado por la editorial Planeta bajo el título Jineteras y estuvo casi un año entre los libros más vendidos en España y América Latina. Ese mismo año obtuvo el Premio Internacional Rodolfo Walsh a mejor libro de no ficción publicado en lengua española. Y a partir de ahí empezaron las traducciones, básicamente al alemán, francés, inglés, hebreo y ahora en 2025 la editorial Golem Edizioni lo publica en Italia. Y lo más impactante de ese libro es que en Cuba (y desde hace unos diez años en la diáspora cubana) la gente lo sigue leyendo como si hubiera sido escrito ahora mismo y me comentan en mensajes que me siguen enviando la asombrosa actualidad que le encuentran. Hace un año, una profesora griega que estudia mis obras me mostró un libro que pronto publicará sobre el impacto social de Habana Babilonia: es un libro que reúne 150 anécdotas que ella fue recopilando en varios viajes a Cuba. Yo conozco otras muchas anécdotas como la que tú cuentas. La más reciente, en un evento en Francia, se me acercan dos jóvenes periodistas y me cuentan que en la Facultad de Periodismo allá en Cuba les pusieron mi libro como modelo de periodismo de investigación (y todo eso a ocultas de la dirección de la facultad), y hace unos meses, en Madrid, una joven arquitecta me contó que, en sus años de preuniversitario, habían conseguido una copia de ese libro y un grupo de muchachas se citaba a las 10 de la noche en la tendedera del albergue, después que ordenaban apagar las luces, para leerse el libro: una leía en alta voz y las demás escuchaban. Más recientemente, una librera por cuenta propia de Las Tunas me pidió permiso para imprimir copias piratas, pues la demanda de ese libro todavía era muy grande. Y le di la autorización.  

Dije antes que, sin todo ese impacto de pueblo, lo odiaría. Y es que ese libro me trajo mucho sufrimiento, mucha marginación social, campañas de ataques de los comisarios culturales contra el reconocimiento que yo había logrado dentro de la cultura cubana, el acoso de la policía política, la negativa a que mi hijo mayor entrara a la universidad, las amenazas contra mi esposa que provocaron la renuncia a su trabajo para no crearle problemas a sus jefes, dos intelectuales cubanos amigos, y, finalmente, el destierro al que fui lanzado en octubre de 2005.   

Roberto Ruiz Rebo: Como se sabe, el fenómeno de la prostitución no solo es un fenómeno universal, sino que también es muy antiguo. En la Cuba más reciente muchas mujeres y hombres han ejercido de manera sui generis ese oficio, incluso de manera temporal. Habiendo escrito un libro como Jineteras / Habana Babilonia ¿qué diferencias tiene el jineterismo con el modo en que se manifiesta la prostitución en otras partes y que factores han actuado para que se presente de ese modo en Cuba? 

Amir Valle: En su esencia es un flagelo que se mueve en los mismos códigos desde que existe eso que mal llamamos humanidad, por lo cual se le conoce como el oficio más antiguo del mundo. Cuba reproduce el código más básico: la causa de la prostitución es la imposibilidad de una parte de la población de ganarse un digno sustento en economías depauperadas o de distribución desigual, donde además el machismo estructural de la sociedad condena a la mujer a ser simple objeto de uso sexual del hombre.  

¿Diferencias? Hay cuatro esenciales, que responden a preguntas muy definidas: ¿quiénes ejercen?, ¿a quién se dirige el oficio?, ¿cómo se estructura el fenómeno en la isla? y ¿cómo lo perciben las autoridades y la población?  

A nivel mundial, las estadísticas demuestran que las mujeres que ejercen la prostitución suelen ser “las perdedoras”, “las marginadas”, usualmente de muy poca cultura y de las clases más pobres de la sociedad. En Cuba, desde 1959 ha sido cada vez más difícil ganarse dignamente el sustento (sabemos bien que en la isla se sobrevive con el salario, no se vive) y por eso doctoras, abogadas, profesoras y mujeres de otras profesiones también se prostituyeron y por desgracia en gran número; luego había un alto por ciento de estudiantes que se prostituyeron diríase que por “hobby”, aunque también existía un amplio sector de mujeres de escasa o ninguna formación cultural, con un alto por ciento de campesinas. Además, hubo un fenómeno masivo del que pocos hablan, lo cual demuestra el machismo nacional: la prostitución masculina y homosexual, que mayormente era de jóvenes que estudiaban o tenían ya sus profesiones.  

La segunda diferencia es más evidente: en el resto del mundo la prostitución se focaliza en cualquier sector de la sociedad que pueda pagar por el servicio, mientras que en Cuba, aunque existía una latente pero muy pequeña prostitución en pesos (dirigida obviamente a los cubanos), se trató y se trata incluso hoy de un servicio dirigido al turismo internacional, el que tiene la moneda dura. 

Otra diferencia sería que en la isla no existe la clásica estructuración que los gobiernos de otros países crean para limitar el ejercicio (zonas rojas o barrios rojos, controles sanitarios obligatorios, intervención de las autoridades para intentar evitar la utilización de mujeres víctimas del tráfico humano de algunas mafias dedicadas a ese lucrativo negocio, etc.). En Cuba las vimos primero, igual que en otros países, en las esquinas de las avenidas por donde pasaban los autos turísticos o concentradas en algunos hoteles; a partir de las primeras redadas estatales contra la prostitución, a fines de la década del 90, ese ejercicio se trasladó al barrio, lo cual terminó de corromper incluso a esa parte de la población que antes criticaba la prostitución, logrando una aceptación/aprobación social de esa práctica que no existe en otros países.  

 La diferencia más notoria sería la ceguera gubernamental: recordemos que el propio líder de la nave de ese engendro llamado Revolución Cubana llegó a decir que en Cuba no existían prostitutas y que, si acaso existían, eran las prostitutas más sanas y más cultas del mundo. Esa línea de pensamiento se mantiene hasta hoy: se minimiza el impacto del flagelo en la sociedad cubana y de cara al mundo se niega casi de modo absoluto o se evita el tema, lo cual hace pensar a muchos que algo deben estar sacando algunas figuras del gobierno, o herederas del poder político, como ya se va viendo en los últimos tiempos con escándalos de corrupción, droga y prostitución en negocios de algunos “hijitos de papá”, que es como solemos llamar en Cuba a los descendientes de la élite histórica que ha gobernado desde 1959. Pero al responder esta cuarta pregunta, tampoco hay que olvidar lo que antes comenté: la población acepta a las jineteras y los jineteros como sinónimo de triunfo en la vida, no se les margina ni menosprecia (como sucedió hasta 1959 con quienes ejercían ese oficio) e incluso se promueve dentro de muchas familias la idea de “cásate con un extranjero si quieres tener una vida mejor”, que es, aunque algunos no lo entiendan, otra forma de prostitución. 

RRR: Pese a la decrepitud del sistema y el poder en Cuba, aun se mantienen de pie los principales puntales de la dictadura, años después de la desintegración de la Union Soviética y la caída del Muro de Berlín. Habiendo explorado el asunto en tu libro El Aliento del Lobo y La estrategia del Verdugo, ¿cuáles crees que sean las causas de esa permanencia, y que características a tu entender tiene el poder en Cuba que no ha corrido la suerte de sus pares? 

AV: No sé decirte cuántos libros, ensayos y artículos he leído sobre esa pregunta, una cuestión muy difícil de responder en un breve espacio. Siendo sumamente escueto me atrevería a citar algunas ideas que servirían para un debate. Y estas ideas, que giran en torno a los retos para la sociedad civil y a la oposición cubanas, habría que contextualizarlas en un ámbito donde tiene un protagonismo grande el miedo insuflado por seis décadas mediante la represión; el control absoluto de todos los ámbitos de la economía, las finanzas, la sociedad y la vida cotidiana de los cubanos por parte del castrismo; y el aplastamiento bajo la bota del poder político/militar de los sectores generadores del pensamiento social que en cualquier sistema son gestores de los cambios que la sociedad necesita.  

En primer lugar, existe una disparidad irresponsable en el  accionar estratégico de los diferentes sectores de la oposición ante una clara estrategia unificada de la dictadura que ataca en tres niveles a la labor opositora: intenta minimizar el efecto del disgusto social en sectores amplios de la población (una táctica de alcance nacional); busca mantener a raya a la oposición organizada (una táctica de alcance nacional, pero también extraterritorial allí donde se manifieste la oposición de cubanos en la diáspora), y lucha muy inteligentemente para evitar que se consolide de modo legal en los organismos internacionales el criterio de que el pueblo cubano se manifiesta contra el gobierno (una táctica de alcance internacional).  

En segundo lugar, una sostenida campaña de descrédito contra la oposición y sus líderes en la isla y la diáspora, sostenida en los medios masivos de información y en las instituciones oficiales, pero también en el discurso público internacional de la dictadura… A esa campaña se suma el propio descrédito de la oposición que, pese a que hoy más que nunca las condiciones objetivas de la vida económica, social y política en Cuba así lo permiten, no ha logrado establecer un programa efectivo de convencimiento y movilización social del pueblo y la sociedad civil para canalizar el cada vez mayor descontento social.  

En tercer lugar, los recursos excesivos que invierte la dictadura en fortalecer su estructura de represión nacional y sus campañas internacionales versus la falta de recursos de la oposición. Como algunos líderes opositores en la isla han comentado, la salida al exterior de numerosos protagonistas de la oposición y sus campañas en otros países para luchar por Cuba ha provocado una desviación de los fondos de ayuda a la libertad de Cuba, con lo cual la oposición en la diáspora recibe casi el 90% de las ayudas económicas, entretanto ha disminuido escandalosamente la ayuda que reciben los opositores en activo dentro de la isla.  

En cuarto lugar, está ese flagelo que hemos padecido en Cuba desde que somos nación: el Caudillismo, que impide la formación de canteras políticas en la oposición de la isla y el exilio. Eso deriva en el protagonismo excesivo de los líderes y en la prolongación del erróneo concepto de la necesidad de un caudillo o mesías, en detrimento de crear una conciencia sobre el poder de la participación política abierta y democrática, apoyada por la independencia de los poderes del Estado como fundamento de la sociedad democrática a la que debemos aspirar los cubanos. 

En quinto lugar, está una figura de la cual el castrismo ha sacado provecho en todas las épocas, pero que en los últimos tiempos se ha reforzado: el exilio voluntario o forzado de las principales figuras de la oposición política o líderes ciudadanos descontentos. En Cuba siguen luchando los grupos líderes de la oposición tradicional (muchos de esos grupos penetrados por la policía política y con casi nula credibilidad entre la población), mientras que la inmensa mayoría de los numerosos líderes jóvenes surgidos de los movimientos sociales o del periodismo independiente y la oposición intelectual en internet −que representaron una enorme esperanza de cambio−, no lograron sobreponerse a la estrategia de presión y represión contra ellos, y salieron al exilio, donde algunos pocos se mantienen activos y serios en la lucha por la libertad de Cuba, pero otros parecen más bien figurones mediáticos concentrados en exhibirse disfrutando “de las mieles del capitalismo” en las redes sociales. 

Habría que añadir, además, una evidente falta de cultura política en la oposición, por lo cual lo que suele verse son acciones aisladas, unilaterales y personalistas contra la dictadura, y una casi absoluta ausencia de un programa político/social basado en cualquiera de las tendencias políticas existente en el mundo. Y como perla de cierre estaría la relación pantanosa (e incluso el divorcio) entre la oposición política y la sociedad civil opositora. La experiencia histórica demuestra que, en el caso de los regímenes totalitarios, es esencial la estrecha vinculación de objetivos comunes entre estos dos sectores en dos rutas prioritarias: la movilización de la población para crear conciencia de la necesidad de su participación social en diversos proyectos (raciales, de igualdad sexual, de género, etc.) y el establecimiento de una estrategia común de cara a las estrategias del régimen en estos terrenos. 

RRR: En los últimos años, a pesar de la represión, las fuerzas que se oponen a la dictadura de los Castro han ido en aumento, sin embargo, también ha ido en aumento la pasividad y la indiferencia en algunos sectores de la población y en instituciones como la UNEAC ante los atropellos y los desmanes de la dictadura. ¿Ha habido en la historia algún caso parecido que explique un fenómeno como ese? 

AV: La historia de los países del antiguo campo socialista está llena de casos parecidos. Pero en el caso de Cuba es un poco más vergonzoso porque la intelectualidad cubana tuvo un protagonismo muy marcado en la mayoría de las más importantes conmociones sociales en la historia nacional. Desde esos primeros intentos por definir lo cubano, la nación cubana, varios siglos iniciáticos donde brillaron figuras como Varela, Saco, Luz y Caballero, y muchos otros, hasta esa misma Revolución que lo ha destrozado todo, pues no debemos olvidar que la mítica del “Doctor Castro” fue implantada en la memoria cívica del país por intelectuales que elaboraron una poderosa estrategia para que el pueblo olvidara al “matón pandillero” y adorara al “joven abogado rebelde” con la ceguera con la que se adora a un mesías. 

En la respuesta anterior mencioné cómo, desde el mismo primer momento en que asumió el poder, ese adorado Doctor Castro supo que debía aplastar a esos sectores que en cualquier sociedad generan el pensamiento social y gestan así los cambios que la sociedad necesita. Convirtió así a protagonistas naturales del desarrollo de un país en voceros serviles de su propio proyecto de país; los aniquiló como promotores de las transformaciones de la sociedad y les dio un único papel: el de amanuenses, el de comisarios de las transformaciones que él, ebrio de poder y de odio contra quienes se le oponían, deseaba para Cuba. Los amordazó para impedir cualquier discurso crítico que pudiera generar el proceso social que él encabezaba y los transformó en esa masa amorfa y descerebrada de ovejas que bala al compás y en los tonos exactos dictados por los comisarios políticos y culturales del régimen. La historia de la intelectualidad y la cultura cubanas desde 1959 hasta hoy es, lamentablemente, una historia de sumisión, oportunismo, complicidad y desvergüenza.     

RRR: Del mismo modo, hemos visto esa misma pasividad de los organismos internacionales que se supone, deben salvaguardar y defender los derechos ciudadanos. ¿Crees que esto sea resultado de la falta de articulación de los cubanos dentro y fuera del país para oponerse al régimen? 

AV: Suelo escuchar decir a los opositores cubanos “a los políticos del mundo hay que hacerles entender que Cuba es una dictadura” … y siento decirles que lo saben perfectamente, pero jamás se van a apartar de la línea de lo políticamente correcto y esa línea establece la necesidad del diálogo si se desea cambiar algo, incluso aunque son conscientes de que ese supuesto diálogo deberá ocurrir en los términos que imponen los dictadores. Cuba, y ahora Nicaragua y Venezuela, siguen al pie del dedillo aquello que Fidel Castro le dijo a la periodista Barbara Walters y que se hizo famoso para definir cómo sería el diálogo con este tipo de dictadores: “El concepto de derechos humanos que tienen ustedes no es el mismo nuestro, Barbara”, y a la pobre mujer no le quedó más remedio que sonreír ante aquella burla. Eso es lo que explica que se siga dialogando con un engendro de la historia universal como la dictadura en Corea del Norte, aunque es indiscutible que se trata de un sistema inhumano, que viola todos los derechos universales, que es el mejor ejemplo de la explotación y la esclavitud moderna, y que además se burla constantemente de quienes intentan “dialogar”. 

Pero también les he explicado algo a mis colegas de la oposición: tienen que enfrentar dos éxitos de la dictadura a nivel internacional. El primer éxito, la idea de que el pueblo de Cuba, mayoritariamente, apoya a sus dirigentes. Eso obliga a replantearse la lucha en un sentido: canalizar el descontento social en movimientos de pueblo contra el gobierno, y eso quedó demostrado en 2021 cuando la gente salió a las calles. Hasta ese momento, desde 1959, nunca el mundo se había pronunciado de forma tan fuerte y clara a favor del pueblo cubano, porque hasta ese año, las protestas que habían ocurrido a lo largo de seis décadas se catalogaban como “una parte del pueblo”, “ciudadanos descontentos”, “grupos de opositores”, léase “minorías”, que no podían considerarse relevantes si se las comparaba a las multitudinarias marchas del “pueblo combatiente”.  

El segundo éxito a vencer: a la Revolución Cubana se oponen solo cuatro gatos pagados por Estados Unidos, mercenarios todos. Esta victoria es reforzada por el comportamiento de los opositores y la falta de una plataforma unitaria que agrupe en la diversidad de proyectos y concepciones sobre el país que se pretende construir. Lo que hemos visto en los últimos años −y debo decir que es un terreno que la política internacional monitorea con mucho detalle, aunque no aparente hacerlo− es un ruedo de individualidades que se atacan unos a otros ante cualquier pequeña disparidad de criterios o posición ante el régimen, provocando una división entre sus seguidores cubanos como nunca antes se había visto. Si a eso le sumamos que más de uno de esos actores han convertido su accionar en un sello mercantil, con lo cual cualquier otro proyecto o idea se percibe como competencia, creo que todavía falta mucho por recorrer en el objetivo de contrarrestar el impacto del discurso oficial del régimen en los organismos internacionales y gobiernos del mundo libre (incluso hoy, cuando cada vez menos gente cree en ese discurso y cuando la debacle del sistema cubano es innegable). 

RRR: Recientemente se celebró una marcha de protesta contra el embargo convocada por el gobierno de Canel, a pesar de que fue una concurrencia menor que las acostumbradas, la tiranía todavía pudo hacer marchar a mucha gente, sin embargo, es muy difícil que la gente salga en masa a exigirle al gobierno que le dé una mejor vida. ¿En tu opinión, es esto un resultado solo de la represión o existen otros elementos para que la gente no se manifieste contra el desgobierno? 

AV: Primero, seis décadas de propaganda y de clientelismo político, por simple lógica, generará una masa de pueblo que todavía cree o sigue por oportunismo ese discurso. Y eso debe ser respetado. No creo sinceramente que esa marcha deba ser criticada; lo que debemos criticar es que no se permita marchar por esas mismas calles a esa otra parte mayoritaria de cubanos que ya se han desilusionado de la dictadura o que nunca han creído en sus falsas promesas. 

Segundo, no olvidemos el condicionamiento social que hay detrás de esa marcha. Es un método usual en las dictaduras o sistemas totalitarios: quienes dirigen esos sistemas saben que hay una parte considerable de la población que se dejará llevar a dónde ellos necesiten, ya sea por inopia, por miedo o por no tener otra forma de sobrevivir que seguir las indicaciones de la dictadura, en este caso, ir a marchar.  

Y un tercer aspecto es el desencanto casi absoluto del pueblo cubano hacia la política y los políticos. Es un proceso de sobresaturación lógico tras seis décadas de promesas incumplidas, en las que la gente además se siente abandonada por el mundo libre y en las que ha visto que las violaciones contra los derechos humanos cometidas por el régimen han gozado de una impunidad absoluta, con lo cual la inmensa mayoría ha optado por callar, no rebelarse y seguir resignadamente a la masa escudándose en la simulación. Pero ojo, este comportamiento encierra un enorme peligro, pues ese desencanto afecta por igual a los políticos y la política de la dictadura, y a los opositores y sus políticas. Es algo que, desde mi punto de vista, la oposición no ha tenido en cuenta, pues la mayoría de los líderes opositores han sido incapaces de generar un modelo propio de proyección o al menos buscar otros modelos de proyección en su carrera política y reproducen incluso la gestualidad, la entonación discursiva y hasta la fraseología del discurso político que impuso el castrismo. Para no hablar de ciertas manías caudillistas, por lo cual se les acusa de que no pueden arrancarse “ese Fidel Castro que llevan dentro”… Eso aleja a la gente de cualquier cosa que huela a política, y se suma al hecho de que la oposición, como comenté antes, no ha sabido encauzar el descontento social mediante ideas o programas que impacten dentro de la sociedad cubana. 

En ese escenario es lógico que gran parte de la gente en Cuba solo piense en huir de la isla, en rehuir en la isla la participación política y social dentro de lo posible, o en simular una militancia que los aleje de la diana de la represión. 

RRR: Has escrito una buena cantidad de libros y en particular novelas, el caso de Las palabras y los muertos, despierta interés no solo por su calidad literaria, sino también por el elogio que hacen de ella escritores prominentes como Carlos Alberto Montaner, los premios Nobels Mario Vargas Llosa, Herta Müller y el mismísimo Gabriel García Márquez. Uno de los grandes sueños de un escritor es ser leído por sus coterráneos, ¿te sientes suficientemente conocido por el lector cubano y en especial el que reside en Cuba?  

AV: Salir de Cuba me permitió descubrir una mentira de los comisarios culturales de la dictadura: te dicen que no serás un verdadero escritor sin los lectores de tu país, que morirás como escritor si emigras. Pero, además de manipulador, ese es un pensamiento totalmente provinciano. Aunque hay algo de cierto en que todo escritor debería ser leído en su tierra, la verdadera meta es conquistar ese territorio amplísimo que es la lengua española. Hablamos actualmente de un territorio que abarca a cerca de 600 millones de personas que tienen el español como lengua madre; es decir, más de 20 países que deben ser conquistados por nuestras letras. Y después está ese espacio más extenso que son las otras lenguas. Que mis libros se lean en la mayoría de esos países en lengua española y que además hayan sido traducidos a los principales idiomas de este mundo y a lenguas tan “exóticas” como el árabe, el hebreo, el turco e incluso el bengalí, ha sido un descubrimiento fabuloso que ha cambiado mi perspectiva sobre esa pregunta que los escritores nos hacemos: ¿dónde está nuestro lector ideal? 

Aún así, me asombra que, tras 18 años de vivir fuera de Cuba, allá en la isla me sigan leyendo y que mi nombre en cierto modo, y gracias en muchos sentidos al morbo de lo prohibido, sea un mito admirado por muchos colegas y perseguido por otros muchos lectores. Dos encuestas realizadas en 2016 y 2022 muestran que, junto a Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez y Daniel Chavarría, estoy entre los escritores más buscados por los lectores cubanos. Y conste que soy el único de esos colegas que no vive en Cuba. Que a un grupo de jóvenes intelectuales se les haya ocurrido la idea de crear una biblioteca de libros prohibidos y que hayan nombrado “Habana Babilonia” a esa biblioteca es algo significativo. Que peñas de escritores de distintas provincias se comuniquen conmigo pidiéndome incluso mi “decálogo de escritor” o consejos que yo daría a las actuales generaciones de creadores, además de hacerme sentir viejo me hace sentir respetado. Y hay un hecho todavía más impactante: que muchos de esos jóvenes escritores que hoy publican en la isla deseen que yo lea sus textos antes de ser publicados, llamándome “maestro” con un respeto reverencial que en verdad no creo haberme ganado con esas nuevas generaciones, aunque sí sé que me gané esa condición en mi trabajo de apoyo y promoción a nombres hoy importantes de otras generaciones anteriores. Súmale a eso que cada semana me llegan mensajes de cubanos, en la isla y en la diáspora, que me comentan y agradecen mis libros. 

RRR: A pesar de que has escrito sobre tópicos de la Alemania de otros tiempos, generalmente abordas temas cubanos ¿Que significa emigrar para un escritor cuya obra está enraizada dentro de su país como la tuya? 

AV: He dicho en otras entrevistas que, aunque muchos no lo entiendan, emigrar es un acto natural de la especie humana y por ello, ni siquiera por lo traumático que fue mi destierro, lo considero un trauma. Emigrar es una posibilidad de probar tus fuerzas, de poner ante ti retos que prueban tu capacidad y fortaleza como ser humano. Y para un intelectual, para un escritor, para un artista, es un reto para ampliar el alcance de nuestra creación, para conquistar nuevos espacios, para luchar por entrar en ese territorio amplísimo que es la cultura universal.  

Yo conocía muy bien la cultura alemana, había leído a sus más importantes autores y algunos de ellos me habían influido como narrador (pienso en Thomas Mann, Gunter Grass, Herman Hesse, Heinrich Böll) y, como fan de la historia que soy, leí muchos libros sobre personajes y momentos históricos importantes de esta parte del mundo, desde sus inicios hasta eso que hoy conocemos como Alemania. Verme viviendo por seis meses en la casa de campo del premio Nobel de Literatura 1972, Heinrich Böll, a quien yo conocía muy bien por sus obras, y sentarme, comer y dormir allí en la misma habitación donde se sentó, comió y durmió otro premio Nobel de Literatura 1970, el ruso Alexander Solzhenitzyn, otro de los escritores que me influyeron por su poderoso concepto del sentido crítico que debe tener la literatura, tuvo para mí un simbolismo especial. Lo entendí como una señal de que debía zambullirme en la cultura alemana, en esa difícil lengua, en la intrincada filosofía de vida de los hijos de esa cultura. Y esa zambullida, inicialmente en mi idioma y luego releyendo a muchos de esos pensadores y escritores en su propia lengua, me hizo revisitar mi propio idioma, descubrir muchas cosas que, en la orfebrería literaria, pasamos por alto. Y los críticos y profesores universitarios que estudian mis obras han dicho que se ha producido un salto de calidad y de profundidad sociológica en lo que escribo. Si eso es cierto, pues la verdad yo no lo noto mucho, lo debo a mi destierro, al hecho de haber caído en un país con una cultura poderosa e impresionante, y a mi deseo de plantarme, con mis raíces cubanas, en esta sociedad y esta cultura a la que tanto agradezco humanamente. 

RRR: Hay quienes piensan que Cuba necesita un mecenazgo para librarse de la tiranía de los Castro y el partido comunista. ¿Crees que la salvación de Cuba está en otras manos que no sean las nuestras? 

AV: Según la inopia social y el natural escapismo del pueblo cubano intentando sobrevivir en la isla o escapar de la isla; según el deplorable estado y el errático comportamiento de la oposición tanto en la isla como en el exilio; según ese circo romano de influencias mal dirigidas que existe en internet fuera de la isla de muchos que dicen desear la libertad de Cuba pero que curiosamente perderán ese negociazo si se cae la dictadura, y que lejos de unir lo que hacen es dividir cada vez más rabiosamente a los cubanos; según la complicidad o aceptación tácita que recibe el régimen por parte de la opinión pública internacional y de los organismos internacionales, y según los acercamientos del régimen a socios ideológicos y sus estrategias económicas y financieras internacionales de los últimos años…, si unimos todos esos elementos, el único cambio posible que veo vendrá del régimen mismo y veremos en Cuba otra fase más profunda e inhumana de ese mismo capitalismo de Estado mafioso y militarista que vemos en la Rusia de Putin, con una política exterior al estilo de China y el mismo discurso internacional falsamente conciliador y mañoso del régimen de Vietnam.  

A todos los líderes políticos cubanos con los que he conversado en estos años, a partir de mi experiencia de trabajo como asesor para América Latina de reconocidos políticos alemanes y europeos, les he comentado algo que no puede olvidarse: Cuba y la libertad de Cuba es un asunto de los cubanos.  

RRR: ¿Como ves la salud de la literatura y la cultura cubana en el exilio? 

AV: La cultura cubana que se ha hecho durante estas seis décadas en la diáspora, lo he dicho otras veces, es una de las mayores proezas de resistencia cultural en la historia de la humanidad. Y es que ningún otro exilio en el mundo, hasta donde conozco, ha tenido que imponerse superando dos descomunales barreras: los intelectuales, artistas, escritores que por causas diversas tuvieron que irse de Cuba a partir de 1959, han tenido que luchar contra la invisibilización y el descrédito lanzado desde la isla por la mal llamada “Política Cultural de la Revolución”, que considera que han perdido sus raíces y por eso no se les puede considerar cubanos…, pero también han tenido que luchar con el escenario internacional de la cultura −léase gremio cultural, académicos, editoriales, prensa− que, mirando a Cuba con la nostalgia de lo que pudo ser esa Revolución y plegándose a su propaganda, no consideran cubanos a quienes decidieron o se vieron obligados a emigrar a otros países. La cultura de la diáspora cubana ha vivido durante seis décadas en aguas enturbiadas por la política y la ideología de izquierda que les ha negado siempre el derecho a existir. Y aún así, hoy nadie puede hablar de cultura cubana, sin mencionar lo que varias generaciones de cubanos emigrados han escrito, compuesto, pintado o pensado.  

RRR: El Wokismo que surgió como una postura de crítica y de lucha, en los Estados Unidos es hoy un refugio para posiciones absurdas que afectan a las mayorías, como algunas premisas de la llamada Teoría Critica Racial (CRT por sus siglas en inglés) que sostienen movimientos como Black Lives Matter, o la fatal ideología de género. ¿Existe alguna tendencia que haya o que pudiera contaminar a la literatura cubana con estos postulados? 

AV: En ambas orillas de “lo cubano” existe ya esa contaminación. Es curioso, y creo que alguien debería dedicarse a estudiar este tema, que los escritores e intelectuales cubanos (y esto también se reproduce en otras modalidades creativas en el terreno de la cultura) se concentran en los extremos del espectro socio-ideológico que se ha impuesto en las últimas décadas desde que el wokismo ha cobrado fuerzas y protagonismo a nivel universal. O se concentran en un pensamiento humanista conservador tradicionalista, la mayoría de las veces intolerante hacia cualquier otra forma de pensamiento…, o se concentran en un pensamiento supuestamente “progre” y “humanista” empantanado en ese wokismo que mencionamos y que por su naturaleza extremista está cargado también en muchos casos de una intolerancia ciega hacia lo tradicional y lo distinto. En el medio de esas dos tendencias hay una masa pequeña y amorfa que recibe ataques de ambos bandos. A nivel literario he leído verdaderos bodrios que pretenden encarnarse como “obras representativas” en ambas vertientes. Es triste que la tendencia dominante, porque de algún modo ha logrado colarse en las plataformas promocionales de la cultura y en los círculos académicos y editoriales, milite con una conciencia muy utilitaria del “divide y vencerás” en ese canal del pensamiento woke. Estamos viendo cómo se intenta imponer un “canon cubano” de autores y obras menores que siguen algunos de los postulados de esa tendencia, irrefutables bodrios de sello woke que, no obstante, reciben el mecenazgo y el apoyo de plataformas promocionales muy poderosas y consolidadas en el terreno de la literatura y los estudios literarios a nivel internacional. Más curioso aún es que esa postura woke (y esos autores, esas obras y esos promotores) −aunque en el discurso público lo nieguen− favorece y suele apoyar a la dictadura y a los intereses de sus comisarios culturales.  

RRR: Como se sabe asistimos a una época de una profunda crisis donde los cambios y transformaciones están marcados y acelerados por el desarrollo de las tecnologías. En este momento, la inteligencia artificial (AI) ha cambiado muchas cosas, pero también tiene preocupada a mucha gente. ¿Piensas que vamos hacia adelante o que vamos a una debacle absoluta de todo lo que hasta ahora ha creado la humanidad como piensan algunos? 

AV: No me asombra el impacto de la inteligencia artificial en la sociedad moderna en la que hoy vivimos. Es una sociedad que lleva décadas aniquilando la inteligencia humana en todos los ámbitos de la vida: una sociedad que se niega a usar las neuronas y asume como máximas de vida lo que algunos listillos han pensado; una sociedad que lee cada vez menos y cada vez peor, con lo cual se va minimizando la generación natural de pensamiento que ocurre cuando el cerebro se activa en la lectura; una sociedad que incorporó el facilismo de recibir todo “masticado” renunciando a esa especialización −un rasgo evolutivo fundamental, por cierto− que es lograr, hacer, conseguir uno mismo las cosas mediante su esfuerzo; una sociedad donde el minuto pasado se olvida totalmente porque el desarrollo alcanzado grita que todo minuto futuro será superior y mejor y más fácil… La humanidad llegó a su estatus actual venciendo retos, pero hoy lo que vemos son millones y millones de personas que se niegan a asumir retos considerando que es justo, humano y mejor que un algoritmo asuma esos retos en su lugar. Lo triste es que no vemos que detrás (y aprovechándose) de esa renuncia estúpida hay ciertos poderes cuya concentración de control es más peligrosa que el instrumento que utilizan (la inteligencia artificial) para monopolizar y dominar a la gente, a la sociedad y al mundo.  

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