Por Carlos M. Estefanía
Introducción
Hace 150 años, Suecia era una nación empobrecida, dependiente de la agricultura y con una economía frágil. Hoy, es uno de los países con mayor calidad de vida y estabilidad económica del mundo. Este artículo traza la evolución de Suecia desde sus orígenes agrarios hasta su consolidación como un Estado de bienestar moderno, identificando los momentos clave y las estrategias que permitieron su transformación.
Siglos XVII y XVIII: Suecia en la era preindustrial
Durante el siglo XVII, Suecia era una potencia militar con grandes ambiciones territoriales, lo que generó una fuerte carga fiscal sobre la población. Su economía dependía principalmente de la agricultura, la minería y la exportación de hierro y madera. En el siglo XVIII, comenzaron las primeras reformas agrícolas, como el «skifte» (reorganización de tierras), que permitió aumentar la producción. Sin embargo, la mayoría de la población seguía sumida en la pobreza y el crecimiento económico era lento.
Siglo XIX: Industrialización y emigración masiva
A mediados del siglo XIX, Suecia seguía siendo un país rural, con el 75 % de su población dedicada a la agricultura. La inestabilidad económica, las malas cosechas y la falta de oportunidades llevaron a una gran ola migratoria hacia Estados Unidos: entre 1850 y 1930, más de un millón de suecos emigraron en busca de mejores condiciones de vida.
Pero también en esta época comenzó el despegue industrial. La construcción de ferrocarriles facilitó el transporte de materias primas y el comercio. Las industrias del acero, la celulosa y la manufactura comenzaron a expandirse, atrayendo mano de obra a las ciudades y acelerando el proceso de urbanización. En 1870, la renta per cápita de Suecia era apenas la mitad de la de Gran Bretaña, pero gracias a un crecimiento sostenido, a finales del siglo XIX el país ya había comenzado a cerrar esta brecha.
Siglo XX: De la crisis a la construcción del Estado de bienestar
Tras la Primera Guerra Mundial, Suecia atravesó una fase de incertidumbre económica. La crisis de los años 30 golpeó duramente al país, con una alta tasa de desempleo y dificultades financieras. Fue en este contexto que nació el modelo sueco de concertación entre el Estado, los empresarios y los sindicatos, conocido como «la modelo de Saltsjöbaden», que estableció las bases del Estado de bienestar.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Suecia se benefició de su neutralidad en el conflicto y experimentó un auge económico sin precedentes. La producción industrial creció, las exportaciones aumentaron y el gobierno implementó políticas sociales que garantizaron acceso universal a la salud, educación y pensiones. Durante la posguerra, el país se convirtió en un referente global en políticas de bienestar, invirtiendo en infraestructura, educación y servicios públicos. En los años 60, Suecia era ya una de las economías más avanzadas del mundo, con un crecimiento del PIB que superaba el 4% anual.
Crisis de los años 70 y recuperación en los 90
La crisis del petróleo de los años 70 afectó a Suecia, provocando inflación y un aumento del gasto público. En los años 90, el país sufrió una severa crisis financiera, con caída del PIB y un colapso del sector bancario. Para recuperarse, el gobierno adoptó reformas estructurales, privatizó empresas estatales y flexibilizó el mercado laboral. Estas medidas permitieron que la economía se estabilizara y volviera a crecer de manera sostenida. En 1995, Suecia ingresó a la Unión Europea, lo que abrió nuevas oportunidades para el comercio y la inversión extranjera.
Siglo XXI: Innovación, sostenibilidad y desafíos futuros
En la actualidad, Suecia es un referente en tecnología, innovación y sostenibilidad. La inversión en investigación y desarrollo ha sido clave para mantener su competitividad global. La digitalización, las energías renovables y la educación de calidad han fortalecido su modelo económico. El país es líder en el uso de energías limpias, con un 54 % de su electricidad proveniente de fuentes renovables. Empresas como Spotify, Ericsson y Volvo han consolidado a Suecia como un actor clave en la economía digital y la industria automotriz.
Sin embargo, el país enfrenta nuevos desafíos, como el envejecimiento de la población y la necesidad de mantener su sistema de bienestar sin comprometer la competitividad económica. La crisis económica derivada de la pandemia de COVID-19 en 2020 afectó el crecimiento, aunque el país logró recuperarse con políticas de estímulo y una estrategia flexible de confinamiento. Actualmente, la inflación y el aumento de los costos de vida han generado debates sobre la sostenibilidad del modelo sueco.
En 2023, el Producto Interno Bruto (PIB) de Suecia alcanzó los 6 208 117 millones de coronas suecas, aunque experimentó una leve contracción del 0,2 % en comparación con 2022. En el tercer trimestre de 2024, el PIB creció un 0,3 % respecto al trimestre anterior y un 0,7 % interanual, tras corrección por calendario. A lo largo de las últimas décadas, la tasa promedio de crecimiento del PIB ha sido del 2 % anual, aunque con fluctuaciones significativas.
Suecia ha enfrentado cuatro grandes recesiones desde el año 2000: la crisis de las puntocom en 2001, provocada por la sobrevaloración y el colapso de empresas tecnológicas que no lograron generar beneficios sostenibles, lo que llevó a una caída masiva en los mercados bursátiles y afectó la inversión en tecnología, la crisis financiera global en 2008, la crisis de la deuda europea en 2011-2012 y la crisis derivada de la pandemia en 2020. Durante la crisis de 2009, el PIB cayó un 5 %, la mayor contracción en décadas. No obstante, gracias a un sistema financiero sólido y políticas fiscales prudentes, Suecia logró recuperarse rápidamente y mantener su posición como una de las economías más resilientes de Europa.
El sector privado genera el 79 % del valor agregado de la economía sueca, mientras que el sector público representa el 21 %. En términos de uso, las exportaciones constituyen el 55 % del PIB, mientras que la inversión alcanza el 25 %. La productividad laboral ha seguido aumentando, aunque el costo unitario del trabajo ha crecido un 133 % desde el año 2000, reflejando la evolución de los salarios y la eficiencia productiva.
Conclusión
La transformación de Suecia de un país rural y empobrecido a una potencia económica y social es un ejemplo de cómo la educación, la innovación y el consenso político pueden generar un crecimiento sostenible. Para los cubanos exiliados, este modelo ofrece valiosas lecciones sobre el papel de las instituciones, la estabilidad política y la inversión en el bienestar de la población como motores del desarrollo. A pesar de los retos actuales, Suecia sigue siendo un modelo de cómo combinar crecimiento económico con bienestar social, demostrando que es posible evolucionar sin sacrificar los principios de equidad y justicia social.
Sin embargo, también existen aspectos negativos en la evolución social de Suecia, que deben ser tomados en cuenta si se busca aplicar su experiencia sin cometer sus errores. Estos fenómenos serán analizados en artículos posteriores.
También te puede interesar
-
AIMEE JOARISTI ARGUELLES UNA CREADORA POLIÉDRICA
-
Enfrentamiento entre la Unión Europea y Rusia: un conflicto exacerbado por Gran Bretaña
-
Tertulia editorial con David Remartínez. Entrevista con el vampiro | Arpa Talks #71
-
Reedición de cuatro textos de Jorge Mañach en formato de plaquette y libro
-
«Burbuja de mentiras» de Guillermo ‘Coco’ Fariñas Hernández