NOTAS AL MARGEN: EN EL CENTENARIO DEL MAYOR NARRADOR CHECO

Por Waldo González López

                                «[…] toda mi forma de vida está centrada

                                 exclusivamente en la creación literaria» 

                                                        Franz Kafka

No creo equivocarme al afirmar que el mejor homenaje al Centenario de Franz Kafka (1883-1924) es la publicación, en Miami, de un libro del nivel de Existencialismo de variedades en la narrativa de Franz Kafka, el muy  atendible ensayo aparecido por el sello Éxodus de la Fundación Ego de Kaska, presentado en la Séptima Convención de la Cubanidad, celebrada con éxito el pasado agosto en el Hotel Aloft, cuya edición estuvo dedicada al tema tripartito «Totalitarismo, castrismo cultural y postcomunismo en Cuba», muy necesario en los tiempos actuales.

   Escrito por el historiador, director y editor de Ediciones Éxodus, Ángel Velázquez Callejas, con sobrio y apropiado diseño de Roger Castillejo, el volumen adopta y adapta un tema no común en los estudios kafkianos: el peculiar arte del circo, del que recuerdo se ocuparían realizadores cinematográficos de la talla de Federico Fellini en La Strada, Carol Rited (Trapecio), George Marshall (El gran Houdini) y Woody Allen (La rueda de la maravilla), como, asimismo, asumirían la temática decisivos artistas plásticos, entre otros: Georges Seurat, Picasso, Alexander Calder y Fernando Botero, por apenas mencionar un cuarteto excepcional.

   Ya en la «Introducción», Velázquez subraya que, tal se comprueba en la peculiar narrativa del gran autor de La metamorfosis, El proceso y El castillo, el circo y sus componentes desempeñarían un papel crucial en la exploración de la existencia y la condición humana, asumida por el indispensable «narrador de fondo» que fue, es y será el inimitable escritor, tal lo corroboran sus historias y personajes, vinculados con este arte tan gustado desde su aparición siglos atrás.

   En ello, puntualiza, tendría que ver el influjo de un filósofo de raigambre mundial: Friedrich Nietzsche, cuyo impacto sobre la necesidad del ejercicio y el entrenamiento de las habilidades, seguirían creadores occidentales, tales el narrador germano Thomas Mann y dos poetas: el checo en lengua alemana Rainer Maria Rilke y el francés Jean Genet, asimismo singular dramaturgo.  

   Kafka asumiría el «existencialismo de variedades», abarcador de distintas formas del peculiar arte del circo, sabedor de que la humanidad nunca dejaría la defensa tales prácticas que enriquecen su existencia. Por ello, en el primer aforismo de su Diario, apuntaría Kafka: «El camino verdadero va sobre un alambre que no está tensado en lo alto, sino casi pegado al suelo. Más que para caminar por él, parece estar destinado a hacer torpezas.»

   Justamente, en el inicial capítulo homónimo «Existencialismo de variedades», cuyo nombre se relaciona con las funciones de ‘entretenimiento’, en el circo y el teatro ―definición que, en la segunda manifestación, no comparto por mi intensa/extensa labor como profesor de Historia del Teatro, en la Escuela Nacional de Artes Dramáticas, pues siempre en las clases a mis alumnos no pocos de ellos  mis clases resaltaría un tópico esencial: la mejor escena ha sido, es y será tribuna de análisis y crítica de agudos aspectos sociales de los humanos, demasiado humanos, rasgo comprobable de la tragedia griega (Esquilo, Sófocles, Esquilo y Eurípides) al Teatro Realista [Norte]americano (la «Sagrada Trinidad»: Eugene O`Neill, Tennessee Williams y Arthur Miller), pasando por relevantes dramaturgos actuales (el inglés, Duncan Macmillan, los americanos David Lindsay-Abaire y David Mamet, el argentino Daniel Veronese, los españoles Juan Mayorga y Alberto Conejero…) el autor subraya que Nietzsche y Kafka «comparten la noción de un desequilibrio en la vida entre el poder y el deseo, como la existencia de tendencias aversivas hacia la negación y la disminución del querer», en consecuencia, mientras el filósofo presenta sus ideas de modo heroico, el escritor prefiere las figuras paradójicas; aunque ambos coincidan en los temas.

   No es ocioso adjuntar el siguiente apunte de Callejas sobre el filósofo y el narrador, toda vez que subraya el influjo del pensamiento del primero sobre la creación del segundo:

Para explorar la influencia de Nietzsche, fue Franz Kafka quien parece haber absorbido profundamente las ideas del filósofo desde joven, aunque casi no hay referencias explicitas de Nietzsche en su obra. Kafka desarrolló estas ideas, reduciendo el tono heroico y destacando la universalidad de la dimensión ascética y acrobática de la existencia humana.

   Mas, otro aspecto enriquece la lectura del volumen: tanto en los capítulos como en los relatos, incluidos en la edición ―«Informe para una academia», «Fragmentos para el informe para una academia», «De la muerte aparente», «Un artista del hambre» y «Un artista del trapecio»―, Callejas comenta decisivos aspectos sobre su tesis en torno a estas particulares narrativas kafkianas, con sus temas y personajes circenses.

   Con ello, además, ofrece un mejor conocimiento del autor a los   posibles lectores que ¿acaso temen su supuesta complejidad?, al acercarlos a estos textos, constaran que no son tales y, al contrario,  favorecerán su cultura literaria, filosófica: vital, pues, tal sentenciara el gran científico Albert Einstein: «La lectura es un sendero que nos conduce a un entendimiento más profundo y a una apreciación rica de la vida.»

   Para comprobar el talento de Kafka, he aquí la primera muestra de estos peculiares textos―que hoy llamaríamos minirrelatos―: «La muerte aparente», publicado en 1912 por la revista literaria checa Hyperion, donde iniciara su luego mundialmente conocida narrativa, en la que evidenciara su impar talento, al combinar elementos religiosos (Moisés en el Monte Sinaí) con la muerte… ¿o acaso otros temas propone Velázquez?  

   Tal bien anota el autor, «los grandes movimientos […] de la modernidad, sobre todo la filosofía y el teatro del absurdo, remitían a la creación del judío de Praga» y su expectante narrativa. De tal suerte, encabezaría las corrientes literario/artísticas (dadaísmo, surrealismo…) del primer cuarto de siglo tras la 1ª. Guerra Mundial, surgidas como rechazo a las formas decimonónicas, creadas por los poetas, narradores y plásticos, quienes transforman el arte, como los niños, cuando descubren el mundo en torno, recordando el homo ludens de Johan Huizinga, quien destacara el acto de jugar, como «el elemento de juego en la cultura» y no «el elemento de juego de la cultura».

   Mas, ya finalizo, pues con esta crónica ―como la mayoría de las que escribo y publico por esta excelente vía― solo pretendo sugerir algunas de las lecturas de autores y obras que leo y pienso puedan favorecerles a ustedes, amigos. Y como siempre, espero no caigan en saco roto.   

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