Mandy, el escritor. Reflejos del arcano Armando de Armas

Foto tomada en la Casa del Ser

Por Antonio Ramos Zúñiga

Mandy, así le decíamos al escritor y buen amigo Armando de Armas. Sin conocerlo personalmente, me agradaba, no porque lo leyera como fan fiel, sino por su estilo propio: galante como un dandy, con la gracia de ser profundamente cubano sin caer en narcisismo fatuo. Cada foto suya en Facebook no era para pavonearse ni alardear de buen mozo, sino para revelar la libertad de su Yo: su collar y sus mocasines reflejaban esa mezcla de mundanidad y paganismo que tienen los artistas que saben venderse sin prejuicios y los hombres con alternativas. «Coño, Mandy, te pareces al amante de Lady Chatterley», comentó un jodedor de Facebook en un post. Por mi parte, siempre lo asocié con Lawrence de Arabia. “Oye, Mandy, ¿a quién te quieres parecer?”, le preguntó un conocido cambia casaca con su estilo chabacano. Él respondió con un raspón: “A cualquiera menos a ti, soy normal y no soy chiva”.

Nunca lo vi agredir verbalmente a nadie; se mantenía neutral en los debates ríspidos, cuidando la forma en las broncas ideológicas, siempre y cuando la olla de grillos no se desbocara en lo chancletero. Intelectual, al fin y al cabo, buscaba el momento justo para objetar o cuestionar, tanto los infundios morales como el analfabetismo político y el revolucionarismo woke o snob, llámese también izquierdismo pro-castrista, velado o explícito. Como periodista de una influyente emisora estadounidense, Radio TV Martí, estaba bien informado y tenía base para eludir a los subjetivos y fanáticos, alejándose de los extremos y las trivialidades. Sabía muy bien quién era quién en el establishment de Miami.

En 2020, cuando Facebook alcanzó su cúspide de catarsis política, con encarnizadas batallas a favor o en contra de Trump y la censura despedazaba lo poco que quedaba de democracia en Internet, Mandy comenzó a exhibir publicaciones sobre arte antiguo, arquitectura medieval, religiones, metafísica, y también mostraba su perfil de conocedor de armas, en especial los revólveres Colt del viejo Oeste. Publicaba tanto filosofía como análisis de guerras pasadas y teorías sobre los orígenes del judaísmo, etcétera. También hacía acto de presencia en el espectáculo de La Máscara Negra y Playa Albina, inolvidable por su picaresca y sugerente intelectualismo, la comedia anti-barbarie más exitosa de Facebook, dirigida y protagonizada por el historiador y escritor Ángel Velazquez Callejas, junto con sus numerosos seguidores, en medio de aquella guerra de cromañones que invadió Estados Unidos, dejando huellas expresionistas en una Miami plagada de procastristas anti-Trump.

Conocí a Mandy años antes de que Velazquez comenzara su gesta cultural Ego de Kaska, gracias al poeta cubano residente en Italia, Carlos Carralero, quien lo presentó como un genio deseoso de expresarse, lo que condujo a la creación de ARCA, un think tank inspirado para salvar a Cuba de la opresión totalitaria mediante teoría, poesía, humanismo y misiones educativas internacionales. Con ARCA, inició una campaña para impedir el juicio político al filósofo y psicoanalista anticomunista italiano Armando Verdiglioni. Mandy y Carralero habían colaborado en ediciones de libros con Verdiglioni, lo que permitió que se publicara en Italia Contra toda esperanza, del embajador y ex preso político cubano Armando Valladares. En esos años, Mandy emergió como un escritor de pluma firme, impulsando la visita de Verdiglioni a Estados Unidos en apoyo de la causa cubana en el exilio. Así, por casi un año y medio, nos reconocieron como los “arcanos”. Cuando ARCA se formalizó, una de las observaciones de Mandy asentadas en su constitución fue la defensa de la libertad como meta esencial de la redención de Cuba, basada en hechos y no en discursos y diálogos vacíos.

De estas circunstancias, surgió un lazo fraternal entre un círculo de pensadores, cuyo fruto fue El libro rojo del marxismo cultural, concebido por Ego de Kaska y editado por Exodus, lazo que se consolidó en la VI Convención de la Cubanidad, en 2023, organizada por Ego de Kaska. La convención fue un éxito; Mandy presentó su ponencia “Woke, la carcoma cultural”. Al día siguiente, conocí al Mandy pensador en una reunión que marcó una experiencia especial. Fui testigo de un debate entre buenas personas que saben respetar las ideas divergentes y humanizar las tangentes. Como bien demuestra Nietzsche, los grandes debates no siempre se celebran en público, sino en una cueva, en un café o en un soliloquio insólito. Este tuvo lugar en el apartamento de una gran familia cubana, con Mandy, Carlos Carralero, Ángel Velazquez, Saturnino Polón, y otros más. No pudo estar Luque Escalona, a quien habíamos invitado.

También estuvo presente una botella de vino, la buena vibra y la cubanología, en discusión sobre Rusia, la guerra en Ucrania y el destino final de Cuba. Era el tema de última hora, donde Mandy percibía una posible salida para el problema cubano, si la situación provocaba el enfrentamiento de los imperios (Rusia, Estados Unidos, China), obligando a Estados Unidos a respaldar de manera efectiva la democracia en la isla. O bien, podría suceder lo contrario, y la perpetuidad castrista se impondría, como sostenía Polón, si el gobierno de Estados Unidos, bajo el Partido Demócrata, no superaba la política de entente deferente, establecida desde Nixon y Kissinger y prolongada por Clinton y Obama. Dicho así, parece simple, pero los criterios precursores que cada cual expuso los vi reflejados meses después en los análisis de los medios.

El destino de Cuba, según Mandy, no estaba en La Tabla, su novela más querida, sino en una isla atrapada en la trampa geopolítica de los imperios, como escribió en otro texto. Armando de Armas, como otros tantos escritores cubanos fallecidos, merece una biografía bien argumentada que celebre su crédito intelectual y humano; espero que se realice pronto. Mi homenaje es recordarlo con nobleza, como un escritor y un héroe de la libertad, un orgullo cubano.

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