Les llegó el turno a los anglicanos

Por Carlos Manuel Estefanía

Toda mi formación intelectual se ha desarrollado en ambientes esencialmente anticatólicos: en la Cuba ortodoxamente fidelista, en la Rusia estancada del marxismo-leninismo tardío y en el muy desarrollado, luterano y no por ello menos secularizado reino sueco. A pesar de ello, y gracias a una innata curiosidad que me lleva a cuestionar cualquier relato oficial, he aprendido a valorar en su justa medida el papel de la Iglesia Católica, a menudo presentada como un antro al servicio del poder y el oscurantismo, y, en los últimos años, caricaturizada por la propaganda mediática como un nido de pedófilos. Sin negar los hechos reales que han sido exagerados para crear tan nefasta imagen, debo reconocer, aun sin ser católico, que esta Iglesia ha desempeñado un papel significativo en la historia de muchas regiones del mundo fuera de Europa, especialmente durante los períodos de colonización o expansión imperial, como debería decirse en el caso español. Su influencia se ha manifestado en diversas facetas, desde la educación y la salud hasta la promoción de valores y sistemas de creencias en comunidades indígenas, en particular aquellas cuyas prácticas antropofágicas o incestuosas resultarían inaceptables para el hombre promedio de nuestros días.

Uno de los aspectos más destacados del rol civilizatorio de la Iglesia Católica ha sido la fundación de escuelas, universidades y centros de formación. En América Latina, por ejemplo, las instituciones educativas católicas han sido fundamentales en la alfabetización y la formación de líderes locales. Estas instituciones no solo enseñaban religión, sino también ciencias, artes y humanidades, contribuyendo al desarrollo cultural de las sociedades.

Salud y Bienestar

La Iglesia también ha estado en la vanguardia de la atención sanitaria, estableciendo hospitales y clínicas en regiones donde los servicios de salud eran escasos. Órdenes religiosas, como los franciscanos y los dominicos, desempeñaron un papel crucial en la atención médica y la asistencia social, introduciendo prácticas de cuidado y tratamiento que beneficiaron a las comunidades locales.

Promoción de Valores

El cristianismo, a través de la Iglesia Católica, ha influido en la moral y los valores sociales en diversas culturas. Aunque a menudo se ha criticado la imposición de la fe católica sobre las creencias indígenas, también se ha argumentado que la Iglesia contribuyó a la promoción de la dignidad humana, la justicia social y la paz en contextos de conflicto.

A pesar de sus contribuciones, el rol civilizatorio de la Iglesia Católica no ha estado exento de controversia, muchas veces exagerada como parte de la leyenda negra promovida desde los países protestantes contra los católicos, en particular contra el más importante de todos: España. Como parte de esta agenda, se ha exacerbado el relato, con base histórica o no, de la asociación de la actividad misionera católica con la explotación y el intento de erradicar las culturas indígenas. Sin embargo, se pasa por alto que, bajo los dominios de la muy católica España, no solo los pueblos indígenas, sino incluso los esclavos, a pesar de los intentos de evangelización católica, mantuvieron tradiciones y creencias que llegan hasta nuestros días, algo que no se puede decir de muchos de los territorios colonizados por potencias protestantes.

A pesar de ello, y como es fácil constatar, incluso en los países donde un día predominó el catolicismo, en las últimas décadas, la Iglesia de Roma ha sido objeto de un creciente escrutinio y presión para pedir disculpas por una serie de crímenes históricos, incluidos abusos sexuales y su papel en la colonización. Sin embargo, esta dinámica plantea preguntas sobre la selectividad de la memoria histórica y el silencio en torno al papel de otras tradiciones cristianas en crímenes similares a los que se atribuyen a los católicos. Mientras que a nivel mediático y en el discurso político la narrativa en torno a las disculpas de la Iglesia Católica ha prevalecido, otras denominaciones cristianas han quedado en la sombra, bajo la protección de los mismos actores que colocan en la picota pública al catolicismo.

Los escándalos de abusos sexuales dentro de la Iglesia Católica han pasado de los periódicos a las industrias culturales, donde el asunto es tratado en series y películas con un tono que raya en lo morboso. La inevitable repercusión de esto en la opinión pública ha llevado a un clamor internacional por la rendición de cuentas, aumentando la presión sobre el Vaticano para que reconozca y pida disculpas. En 2000, el Papa Juan Pablo II hizo una histórica disculpa por los errores de la Iglesia a lo largo de la historia, que incluyó una mención a los abusos cometidos por miembros del clero.

Además de los abusos, la Iglesia Católica ha enfrentado críticas por su papel en la colonización y la opresión de pueblos indígenas. En 2015, el Papa Francisco se disculpó por el papel de la Iglesia en la colonización de América, un acto que fue bien recibido por muchos, aunque aún dejó a algunos críticos exigiendo acciones más concretas y reparadoras.

La Narrativa Selectiva

A pesar de la atención centrada en la Iglesia Católica, otras tradiciones cristianas, como las iglesias protestantes y ortodoxas, han sido menos examinadas en relación con sus propios crímenes históricos. Durante la colonización, muchas iglesias protestantes también jugaron un papel significativo en la opresión y el abuso de comunidades indígenas. Sin embargo, estas historias a menudo se pasan por alto en el debate más amplio sobre la responsabilidad histórica de las instituciones religiosas.

Más aún, muchas denominaciones protestantes han sido cómplices en el racismo y la esclavitud. Sin embargo, la narrativa tiende a centrarse más en la culpa de la Iglesia Católica.

Esta omisión suele explicarse con la fragmentación del protestantismo, que ha resultado en una falta de una voz unificada que reconozca estos crímenes. Se pasa por alto que, al igual que sus predecesores católicos, los protestantes han sido herramientas de un poder que es el mismo que los defiende y minimiza los crímenes que hayan podido cometer en su servicio. Sin embargo, cuando estas formas de control mental comienzan a estar de capa caída, ese mismo poder que hasta ayer los amparaba puede abandonarlos a su suerte, encontrando mejores alternativas para manejar las multitudes y utilizándolas como cabezas de turco para distraer la atención de sus culpas históricas. Así parece haberle llegado el turno a la intocable Iglesia Anglicana, cuyo clero no ha dado noticias de algo parecido a un fray Bartolomé de las Casas, hasta la llegada en pleno siglo XX del clérigo Desmond Mpilo Tutu, un pacifista sudafricano que adquirió fama internacional durante la década de 1980 por su lucha contra el apartheid. Laureado con el Premio Nobel de la Paz en 1984, se enfrentó al gobierno de una de las pocas excolonias inglesas independizadas de esa red neocolonial que es la Mancomunidad Británica.

En 1961, tras un referéndum que aprobó la conversión de Sudáfrica en una república, el país dejó la Mancomunidad y no regresó hasta el 1 de junio de 1994, bajo el gobierno de Nelson Mandela. El arzobispo anglicano Desmond Tutu y Mandela compartieron una relación profundamente significativa, marcada por su compromiso común con la lucha contra el apartheid y la reconciliación en Sudáfrica. Mientras Mandela estaba en prisión, Tutu fue un defensor firme de su liberación y un símbolo de resistencia pacífica, a pesar de que Mandela había sido condenado por terrorismo. Así, Mandela, convertido en símbolo de la libertad por los mismos medios que se dedican a avivar el presunto oscuro pasado de la Iglesia Católica, y a quien no le basta con el estigma de su amistad con el dictador Fidel Castro, no dudó en devolver a su pueblo al vasallaje de la antigua metrópoli, cuyo rey es considerado el jefe de la Mancomunidad. La Casa Real Británica actúa, por tanto, como un símbolo de unidad y continuidad dentro de la Mancomunidad. Aunque los países miembros tienen la libertad de decidir su relación con la monarquía, muy pocos se atreven a romper con ella declarando abiertamente su estatus como repúblicas. Algo debe haber detrás de esta reticencia.

Pero volviendo al presente, es evidente que la Iglesia Anglicana ya no es un instrumento del poder anglo, como pudo haberlo sido en el pasado. Esto se deduce del informe del Grupo de Supervisión, elaborado para los Comisionados de la Iglesia de Inglaterra, que aborda la creación de un fondo destinado a la sanación y la reparación por el involucramiento histórico de la Iglesia en la esclavitud africana. Este documento no solo reconoce el papel de la Iglesia en esta injusticia histórica, sino que también propone un modelo de inversión y apoyo a las comunidades afectadas.

El fondo, denominado Fondo para la Sanación, Reparación y Justicia, se establece con un capital inicial de 100 millones de libras esterlinas, con la intención de abordar el legado de la esclavitud y su impacto en las comunidades afrodescendientes. El fundamento del fondo está inspirado en el versículo de Isaías 58:12, que habla de ser «reparadores de brechas».

Objetivos y Principios

Los principios rectores del fondo incluyen:

  • Sanación y Reparación: Se busca reparar el daño causado por la esclavitud y sus efectos persistentes.
  • Transparencia: El fondo operará de manera abierta y accesible, con informes públicos sobre su progreso.
  • No Repetición: Se garantizará que las inversiones no perpetúen las injusticias del pasado.

El informe destaca que el fondo será liderado por personas de comunidades afrodescendientes, asegurando que las voces de estas comunidades guíen el uso de los recursos. Esto implica un enfoque en la inversión en emprendedores y proyectos que beneficien directamente a estas comunidades.

El fondo no solo busca proporcionar apoyo financiero, sino que se espera que sirva como un modelo de inversión que pueda atraer capital adicional de otras fuentes, ampliando así su impacto. Se establece un objetivo ambicioso de movilizar más de 1,000 millones de libras a largo plazo.

Reparaciones y Justicia Social

El establecimiento de este fondo representa un paso significativo hacia el reconocimiento y la reparación de las injusticias históricas. Las recomendaciones del informe abordan no solo la compensación económica, sino también la necesidad de abordar las desigualdades sistémicas que persisten hoy en día.

Cambio en la Narrativa

Al reconocer su rol en la esclavitud, la Iglesia de Inglaterra está tratando de cambiar la narrativa en torno a su legado. Esto podría influir en otras instituciones para que también reconozcan y asuman la responsabilidad por su historia en relación con la esclavitud y el colonialismo.

Creación de Conciencia

No vemos a ser del todo negativos con este reconocimiento. El informe y la creación del fondo pueden ayudar a crear conciencia sobre los impactos duraderos de la esclavitud africana y la necesidad de justicia reparativa. Esto puede incitar a un diálogo más amplio sobre las reparaciones en otros contextos y regiones. Pero del mismo modo habría que aceptar el hecho de que puestos a pedir disculpas por los crímenes coloniales, este informe no solo llega tardíamente, sino que resulta un curita para el monto de crímenes cometidos por el Imperio Británico y sus dos cómplices espirituales: la Iglesia Anglicana y la masonería, en especial en el caso de la colonización de la India, cuya barbarie, reconocida incluso por Marx, resultó justificada por las “consecuencias modernizadoras” que, para él, implicaría. Sin embargo, la realidad parece haber sido otra.

Definir el impacto económico del dominio británico en la India es una tarea compleja, ya que abarca múltiples dimensiones, como la explotación de recursos, las hambrunas y las consecuencias a largo plazo de las políticas coloniales. A pesar de ello podemos hacernos una idea de su costo sobre todo humano partir tres puntos clave:

  1. Explotación de Recursos: Entre 1757 y 1947, se estima que el Imperio Británico extrajo recursos por un valor de cientos de miles de millones de dólares actuales, lo que afectó gravemente la economía local.
  2. Hambrunas: La Hambruna de Bengala de 1943, en parte provocada por políticas británicas, costó entre 2 y 3 millones de vidas. Las pérdidas económicas asociadas podrían haber alcanzado cifras millonarias en términos de productividad y salud pública.
  3. Pérdida de Tierra y Medios de Vida: Las políticas de desposesión y los altos impuestos llevaron a la ruina a millones de agricultores, resultando en pérdidas económicas que se cuentan en miles de millones de dólares.

Todo esto fue observado por los obispos anglicanos sin que, al menos en comparación con la reacción de figuras como Tutu en Sudáfrica, se pusiera el grito en el cielo, nunca mejor dicho. En este contexto, es pertinente preguntarse quién debe pedir perdón y asumir responsabilidades, incluso financieras, por los crímenes cometidos, si los católicos enfangados hasta el cuello por los medios o si estos anglicanos de cuyo paso por la historia colonial nadie parece haberse percatado hasta que ella misma ha decidido pagar por su daño a los africanos.–

 ”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

Redacción de Cuba Nuestra
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