El Niño Jesús y el niño post-navideño

Por KuKalambé

La figura del niño Jesús, como representante de la dinámica de la metafísica clásica, entra en una compleja interacción con las visiones de Nietzsche y Saint-Exupéry, quienes, aunque distantes en tiempo y pensamiento, ofrecen enfoques contrastantes sobre el significado del ser y la existencia, desafiando las construcciones tradicionales que el cristianismo y la metafísica clásica han promovido.

Nietzsche, en su crítica a la metafísica tradicional, ve la figura de Cristo y su infancia como un símbolo de lo que él considera una moral decadente. Para Nietzsche, el cristianismo, en particular la idea de un Dios encarnado en la figura de un niño inocente, refleja una visión del mundo que niega la vida y la voluntad de poder. En su obra Así habló Zaratustra, Nietzsche presenta el concepto del Übermensch (superhombre) como una figura que trasciende la moral judeocristiana y la metafísica clásica. El niño Jesús, entonces, podría ser visto por Nietzsche como el epítome de una moral que promueve la sumisión, el sacrificio y la trascendencia pasiva, opuesta a la afirmación de la vida que él propone. En la visión nietzscheana, el niño Jesús simboliza la negación de la voluntad de poder y el ideal de la vida plena, marcando el contraste entre la sumisión cristiana y la autonomía del individuo que Nietzsche defiende.

Por otro lado, Saint-Exupéry, en su famoso El Principito, aborda una visión distinta que, si bien no tiene la misma carga filosófica radical que Nietzsche, también subraya una ruptura con la perspectiva cristiana tradicional. El principito, como un niño que llega de otro planeta, representa la pureza, la inocencia y la claridad con la que un ser no contaminado por las convenciones sociales observa el mundo. El niño estrella. En su encuentro con el zorro, el principito aprende que «lo esencial es invisible a los ojos», sugiriendo que la verdadera esencia de las cosas no se encuentra en su apariencia o en la estructura metafísica de la realidad, sino en las relaciones genuinas y en la comprensión intuitiva. Esta visión puede verse como una forma de rechazar las construcciones de la metafísica clásica que buscan explicar la existencia mediante una jerarquía de esencias y categorías rígidas. Saint-Exupéry, al igual que Nietzsche, invita a mirar más allá de las estructuras establecidas y a buscar una verdad más profunda en la simplicidad y la percepción directa.

Ambos pensadores, a su manera, desafían la visión del niño Jesús como la representación del ser puro y la encarnación de una verdad metafísica trascendente. Mientras que Nietzsche critica la sumisión pasiva que representa la tradición cristiana, Saint-Exupéry pone en duda la necesidad de estructuras rígidas para entender la esencia de la vida, proponiendo una visión más fluida y menos dogmática de la existencia.

Así, la visión de Nietzsche y la de Saint-Exupéry ofrecen interpretaciones que, aunque diferentes, dialogan con la figura del niño Jesús en términos de una crítica a la metafísica clásica. Nietzsche, al cuestionar la moral cristiana y la pasividad implícita en la figura del niño divino, y Saint-Exupéry, al resaltar la importancia de lo esencial, intangible e invisible, nos invitan a replantear nuestra comprensión del ser, más allá de las representaciones tradicionales, para aproximarnos a una filosofía más dinámica y menos vinculada a los principios metafísicos de la antigüedad.

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