La ideologización del Museo Pérez: el caso de Cecilia Vicuña

Por Carlos Manuel Estefanía

El Pérez Art Museum Miami debe su denominación a Jorge M. Pérez. Este notable filántropo y coleccionista de arte realizó una generosa contribución al museo, tanto económica como en obras de arte, lo que fue esencial para la edificación de su nuevo recinto y la ampliación de su colección.

Orígenes del PAMM

Todo inició en 1984 cuando se inauguró el Centro de Bellas Artes. En esa época, se centraba principalmente en exposiciones itinerantes y no poseía una colección permanente propia. A mediados de los 90, el centro experimentó una reestructuración y se transformó en el Miami Art Museum (MAM). Este cambio marcó un nuevo capítulo, ya que el museo comenzó a desarrollar su propia colección de arte.

En 2013, un evento significativo transformó al museo. Gracias a una generosa donación de Jorge M. Pérez, el MAM se trasladó a un impresionante edificio diseñado por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron. Este nuevo hogar, situado en el Maurice A. Ferré Park con vistas a la Bahía Vizcaína, se convirtió en un ícono arquitectónico de Miami. En reconocimiento a su valiosa contribución, el museo decidió honrarlo nombrándolo en su honor. Así, en 2013, el antiguo Miami Art Museum pasó a llamarse Pérez Art Museum Miami (PAMM).

El PAMM alberga una colección de arte moderno y contemporáneo que abarca una amplia variedad de estilos y medios, con un enfoque especial en el arte latinoamericano y caribeño. El museo presenta exposiciones temporales que investigan temas pertinentes y muestran el trabajo de artistas tanto consagrados como emergentes.

Conexión con la Comunidad

El PAMM se ha convertido en un centro cultural esencial para la comunidad de Miami, ofreciendo programas educativos, eventos públicos y actividades para todas las edades. Sin embargo, en medio de lo positivo, existe el riesgo del adoctrinamiento infantil que debemos evitar.

Hablemos del Mecenas que Lleva Su Nombre

Nacido en Argentina y con raíces cubanas, Jorge M. Pérez se ha convertido en una figura emblemática del mundo empresarial en Estados Unidos. Con una fortuna que ronda los $4,000 millones, este destacado magnate ha sido incluido en múltiples ocasiones en las listas de Forbes que reconocen a los hombres más ricos del mundo. Sorprendentemente, es el único inmigrante latino en figurar en estas prestigiosas listas, consolidándose como uno de los 500 hombres más acaudalados del planeta.

La historia de Pérez es fascinante y refleja el poder del espíritu latino en Florida y en todo EE. UU. Su trayectoria ejemplifica cómo la educación, la solidaridad, el arte, el orgullo hispano y el éxito económico pueden entrelazarse de manera armoniosa.

A la edad de 9 años, Jorge se trasladó con su familia a Colombia, dejando atrás su Argentina natal. Aunque deseaban regresar a Cuba, la complicada situación política en la isla los llevó a establecerse en Estados Unidos, donde comenzó su nueva vida.

Desde su infancia, Jorge heredó de su madre una profunda pasión por el arte. Su interés se centró especialmente en los artistas latinoamericanos. Con menos de 20 años, ya era un ávido coleccionista de obras de pintores mexicanos, cubanos y colombianos. Hoy, a sus 67 años, su colección incluye piezas de renombre mundial, que adornan sus casas y galerías.

Llegó a Miami en 1968 con el sueño de estudiar en la universidad. Poco después, se unió al Departamento de Planeación del Gobierno de la Ciudad, donde adquirió valiosa experiencia. Combinando su pasión por la arquitectura y el arte con un fuerte sentido de solidaridad, decidió invertir su dinero en construir viviendas para personas de bajos ingresos en el icónico barrio de Little Havana.

El éxito de su primer proyecto le abrió las puertas a un camino de constante crecimiento. Desde entonces, ha desarrollado viviendas en múltiples barrios y proyectos diversos, y en 1979 fundó The Related Group, una empresa que ha dejado una huella imborrable en la ciudad.

Se calcula que Jorge M. Pérez y su empresa han edificado más de 100,000 viviendas en Miami. En el ámbito de los negocios, es conocido como el “Rey de los condominios”, y su empresa ha sido fundamental en la transformación de la ciudad, elevándola al estatus de megaciudad.

Su donación a lo que antes se conocía como el Museo de Arte de Miami ascendió a los 20 millones de dólares en piezas de su colección y otros 20 millones en efectivo. Según él, era esencial que un museo de talla mundial llevara el nombre de un latino, y así nació el Pérez Art Museum Miami (PAMM).

Ideologización del Museo Pérez: El Caso de Cecilia Vicuña

Hace varios años visité el Pérez Art Museum Miami (PAMM) y debo reconocer que me impactó positivamente, tanto por su arquitectura como por el contenido de las obras que se exhibían en la institución cultural. En su mayoría, por el contenido y la forma, me recordaban aquellas obras contestatarias que llenaron las galerías de Cuba a finales de los ochenta, hasta que el movimiento fue frenado por el fallecido Carlos Aldana Escalante, entonces miembro del Buró Político y jefe de los departamentos de Ideología, Educación y Cultura, y Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista. En aquel acto, el advenedizo, protegido de Raúl Castro, mostró la astucia necesaria para doblegar a un “revolucionario histórico” como Armando, entonces ministro de Cultura.

Sin limitarme a ello, lo que vi en el museo fue, aunque con las formas de hace treinta años, numerosos ejercicios de condena a la realidad cubana y, en consecuencia, a la tragedia de la emigración. Era como si el movimiento cultural aplastado por el difunto Aldana hubiese sido rescatado del naufragio cultural por este museo, eso bien vale un aplauso.

El 30 de diciembre pasado volví al museo y apenas quedaba rastro de aquello, como si el espíritu de Aldana hubiera encarnado en sus curadores. Lo que sí había en abundancia, como si se tratara de un salón de La Habana en su etapa más dura del antiimperialismo, fue mucha crítica social desde una perspectiva abiertamente de izquierda hacia la realidad social estadounidense: que si la represión violenta de movimientos latinos contra la fuerza de Vietnam, que si el problema racial, que si la aceptación del transexualismo, etc. Lo más parecido al tema cubano fue un cuadro que jugaba con la foto en la que un guardia apunta al tío del famoso niño Elian, en el que el rostro del chico y su tío habían desaparecido, restándole drama y, por supuesto, contexto a la obra.

De toda aquella parafernalia, la que más me impresionó fue la obra de la chilena Cecilia Vicuña titulada «Quipu Gut», no tanto por la obra en sí, sino por el texto que la acompañaba, anclando su significado de una manera que me resultó un tanto alarmante. Se trataba de unos gigantescos paños de lana roja anudados que colgaban del techo imitando una especie de quipu. El quipu, conocido en la ortografía quechua contemporánea como khipu, era una ingeniosa herramienta de almacenamiento de información utilizada por las civilizaciones andinas. Este dispositivo consistía en cuerdas de lana o algodón de diferentes colores, cada una con nudos que representaban datos específicos.

Los quipus servían principalmente para la contabilidad y para registrar relatos épicos de los incas. Sin embargo, existen teorías que sugieren que también podrían haber funcionado como un sistema gráfico de escritura, una idea que ha sido respaldada por investigadores como el ingeniero William Burns Glynn. Solo los quipucamayoc —especialistas en quipus— estaban capacitados para interpretar y comunicar la información que contenían.

En el texto que acompaña a la obra se nos intenta presentar a Cecilia Vicuña como una figura cuya vida y obra están profundamente entrelazadas con la historia política de Chile. Pero la redacción de su biografía parece elaborada en alguna oficina de la prensa latina. Se dice que estudiaba arte en Inglaterra donde decide permanecer exiliada tras el golpe de Estado de Pinochet, cuyo régimen es calificado por el museo de “fascista”, algo que podría cuestionarse, sin negar su autoritarismo, y ni siquiera los excesos que se cometieron para evitar otros peores, es decir, los de la “cubanización” del país austral. Aquí me llama la atención que la muy comprometida sudamericana elija como residencia el país responsable de la partición, el entendimiento y empobrecimiento de los pueblos hispanohablantes, en particular el suyo, incapaz de mediar correctamente cuando, en una suerte de mirada al amo, chilenos y argentinos intentaron la mediación inglesa en sus diferendos territoriales.

En el texto, muy acorde con la leyenda negra contra las hispanoamericanas, se afirma que Vicuña utiliza el quipu, un antiguo sistema de comunicación inca, como símbolo de memoria y resistencia cultural, y se dice que aquel recurso fue prohibido por los “colonizadores”, algo completamente erróneo. Si tenemos noticias de aquel medio primitivo de documentación, fue gracias a que los cronistas de la época, como el jesuita José de Acosta, documentaron estos instrumentos, afirmando que los quipus eran registros complejos que podían transmitir información equivalente a la de libros, incluyendo historias, leyes y cuentas de negocios.

Es más, durante el virreinato del Perú, el uso de quipus se mantuvo, aunque su práctica fue disminuyendo con la llegada de la alfabetización y el deterioro de las estructuras tradicionales incas. Además, si aún existen estos artefactos en los que se inspira Vicuña, es porque la mayoría de los aproximadamente 750 quipus que se conservan en museos provienen de la época colonial.

Sin embargo, su obra no se limita a la celebración de la herencia indígena; también se convierte en un vehículo de crítica hacia el colonialismo y la explotación de los recursos naturales, y todo ese bla-bla ideológico que pasa por alto que el museo se mantiene, más que nada, por las donaciones de un millonario. Alguien a quien, por lo visto, solo le basta con que le pongan su nombre. Si parte de su dinero se destina a la propaganda, junto con las muestras de arte, que también reconozco, parece no importarle. Nada nuevo bajo el sol en la historia de la alianza entre la izquierda y el gran capital.

La exposición «Quipu Gut» presenta una instalación que combina elementos artísticos y activismo ambiental, donde la lana roja, símbolo de la sangre de los glaciares, intenta convertirse en un llamado a la acción frente a la crisis climática, otra señal de ideología que nada tiene que ver con el arte, ni con la verdadera ecología. Este enfoque resuena con un público cada vez más inconsciente de las manipulaciones de las que es objeto a través de las intersecciones entre arte y política. Es precisamente esta interrelación lo que suscita interrogantes sobre la ideologización del museo.

La Ideologización del Museo Pérez

La ideologización del Museo Pérez se manifiesta en varias dimensiones:

  1. Selección de Artistas y Temas: La elección de Vicuña, por ejemplo, como protagonista de una exposición en un museo de renombre no es casual. Responde a una tendencia creciente de utilizar el arte como plataforma para discutir problemáticas sociales y políticas, a menudo en un marco de activismo. Esto puede llevar a una visión unilateral que prioriza ciertas narrativas sobre otras.
  2. Interpretación de la Obra: La obra de Vicuña, aunque rica en simbolismo y contexto, puede ser interpretada de maneras que refuercen agendas ideológicas específicas, en este caso en una especie de indigenismo ambientalista que no tiene ni pies ni cabeza. El museo, al presentar su trabajo, corre el riesgo de limitar el espectro de interpretación al enmarcarla únicamente en términos de resistencia y crítica contra poderes que hoy resultam más imaginarios que reales, dejando de lado otros aspectos más importantes de lo que debería ser la práctica museística.
  3. Impacto en el Público: La exposición de temas cargados de ideología puede polarizar a la audiencia. Si bien es crucial abordar cuestiones de justicia social, el enfoque rígido puede alienar a aquellos que no comparten la misma perspectiva, limitando el diálogo abierto y diverso que debería caracterizar a un espacio cultural.

Conclusión

El Museo Pérez, a través de la exposición «Cecilia Vicuña: Quipu Gut», se posiciona en la intersección del arte y la política, reflejando una tendencia hacia la ideologización en los espacios culturales. Si bien es esencial que los museos aborden temas relevantes y contemporáneos, también es fundamental que lo hagan de manera que fomenten el diálogo y la diversidad de perspectivas. La obra de Vicuña, con su alusión a fenómenos lejanos y ya superados, con todo su significado y simbolismo, no es accidental. Lleva a una visión unilateral que prioriza ciertas narrativas sobre otras y puede ser interpretada de maneras que refuercen agendas ideológicas específicas.

 El Museo Pérez, al desentenderse de temas actuales como la influencia de los poderes globales, la sustitución de la ciencia por las ideologías, o lo que acontece a 90 millas, donde un régimen con ribetes nacional-socialistas está acabando literalmente con su pueblo, se introduce en un callejón sin salida, dilapidando en cierto sentido el mecenazgo del que disfruta, a la vez que le da la espalda al público que es suyo por excelencia, que no es el de las pequeñas comunidades sudamericanas que pueblan la ciudad, sino el todavía mayoritario entre las hispanas, el de los cubanoamericanos. Y más cuando sustituye lo relevante presente con enfoques de dudosa trascendencia, como los que aborda a través del anclaje que le da el texto a la obra de arte, como ocurre con la exposición «Quipu Gut». Aquí, gracias al apoyo incondicional que le ha brindado la institución, Cecilia Vicuña se posiciona en la intersección del arte y la política, reflejando una tendencia hacia la ideologización en los espacios culturales.

En resumen, si bien es esencial que los museos aborden temas pertinentes, tanto del pasado como contemporáneos, también es fundamental que lo hagan de manera que fomenten el diálogo y la diversidad de perspectivas; la obra de Vicuña, centrada en un hecho de absoluta obsolescencia y medio de tanto presente olvidado no sería el mejor ejemplo. Otra es la misión que se espera de un museo con tantas potencialidades como este del que hemos hablado. —

 ”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

Redacción de Cuba Nuestra
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