Ironías de la Recepción de Churchill en Cuba

Por Carlos Manuel Estefanía

La revista española Armas y Cuerpos, especializada en temas militares, se establece como un recurso esencial para la formación de los oficiales del Ejército de Tierra español. Su edición más reciente, correspondiente a abril de 2024, presenta una variedad de temáticas relevantes para la actualización de los cadetes en la Academia General Militar. Entre sus contenidos se destacan reflexiones que, de manera directa o indirecta, afectan a los cubanos en el contexto de nuestra historia compartida con una España que, a pesar de las décadas de hispanofobia sembradas en nuestras aulas, sin duda podemos calificar como Madre Patria.

Un artículo que merece particular atención es «Un británico condecorado con la Cruz Roja al Mérito Militar», escrito por Gustavo Adolfo Delgado Diestro, Coronel de Artillería y Director del Museo y Biblioteca de la AGM. Este texto explora en profundidad la fascinante historia de cómo Winston Churchill, entonces un joven alférez británico, fue condecorado por el ejército español durante la campaña en Cuba de 1895. Delgado no solo describe las circunstancias que llevaron a esta inusual distinción, sino que también enmarca el evento dentro de un contexto histórico más amplio, mostrando cómo la práctica de enviar observadores militares se consolidó desde el siglo XVIII.

Contexto Histórico y la Práctica de los Observadores Militares

Delgado Diestro contextualiza la figura del observador militar, un oficial de un ejército extranjero que acompaña a tropas en combate para aprender tácticas y estrategias sin participar directamente en el conflicto. Esta práctica, documentada desde la Guerra de los Siete Años (1756-1763), permitió a oficiales españoles como José Manes y Francisco Estacheria observar de primera mano las operaciones de los ejércitos francés y austriaco.

Churchill en Cuba: La Misión de un Joven Alférez

El texto detalla cómo Churchill, impulsado por su deseo de adquirir experiencia militar, logró ser aceptado como observador en la campaña española contra los rebeldes cubanos. Con el respaldo de su madre, la norteamericana Jennie Jerome, y del embajador británico en España, Sir Henry Wolff, Churchill también actuó como corresponsal para el diario británico Daily Graphic.

Llegó a La Habana en noviembre de 1895 y fue asignado al Estado Mayor del General Valdés, donde presenció su primer enfrentamiento el día de su 21.º cumpleaños. En sus memorias, Churchill relata cómo una bala pasó muy cerca de su cabeza, destacando la valentía del general español en combate.

Simpatía hacia los Españoles

En una carta particular dirigida a uno de sus amigos, el joven alférez de caballería demostró cierta simpatía hacia los españoles después de haber convivido con ellos. Este comentario ilustra su perspectiva:
«Espero que los Estados Unidos no fuercen a España a dejar Cuba, a menos que estén preparados para aceptar la responsabilidad de los resultados de dicha acción. Si los Estados Unidos desean ocupar Cuba, debería ser de la mejor manera posible para el mundo y para la isla. Pero mantengo que sería algo monstruoso si lo único que van a hacer es crear otra república sudamericana, que aunque degradada e irresponsable, es apoyada en sus acciones por los estadounidenses, sin mantener ningún tipo de control sobre su comportamiento.»

Perspectivas y Críticas sobre la Misión

A pesar de que su estancia en Cuba fue breve, Churchill dejó constancia de sus impresiones sobre el conflicto, elogiando el orgullo y carácter de los soldados españoles. Sin embargo, también expresó sus dudas sobre el futuro de Cuba, sugiriendo que una independencia bajo un modelo republicano podría derivar en inestabilidad política.

La campaña cubana del alférez Churchill duró realmente poco; un mes después, en diciembre del mismo año, debió abandonar la isla para dirigirse a Tampa, Florida. Una de las causas de su repatriación fue la presión ejercida por los medios de comunicación anglosajones, especialmente británicos, partidarios de los rebeldes cubanos.  Nada de extrañar cuando la independencia había sido organizada por logias masónicas subordinadas en última instancia a Inglaterra.  Estos medios cuestionaron la legitimidad de su condecoración en una campaña militar de una nación como España, de la que los británicos siempre habían sido enemigos en su ansia por las posesiones coloniales en América.

De hecho, varios periódicos criticaban las columnas informativas que Churchill enviaba al Daily Graphic y reclamaban su abandono de la isla. En el Newcastle Leader escribieron: «Las personas de bien se preguntan cuál es el motivo para que un oficial británico reciba una condecoración en una disputa en la que él no tiene nada que ver». Respondiendo a estas presiones de la prensa, a su llegada a Tampa, Churchill negó que hubiese luchado contra los mambises, argumentando: «Yo ni siquiera he disparado un revólver. Formaba parte del Estado Mayor del General Valdés simplemente por cortesía, y fui condecorado con la Cruz roja también por cortesía».

Meses después, el 15 de febrero de 1896, Churchill escribió en el Saturday Review otro artículo sobre Cuba, en el que afirmaba: «Aunque la administración española es mala, el gobierno cubano podría ser peor, igual de corrupto, más caprichoso y mucho menos estable. Por todo ello, sin duda las revoluciones serían periódicas, la propiedad insegura y la igualdad desconocida», y por lo tanto, «la victoria rebelde ofrecería muy poco beneficio para el mundo en general y para Cuba en particular».

La presencia de Churchill en la campaña de Cuba fue realmente corta para lo que solían ser las comisiones de los observadores militares de los ejércitos en campaña. Sin embargo, supo aprovechar ese escaso mes al máximo. Allí aprendió de la realidad de la guerra y de los soldados españoles. De la guerra, que él describió como «una cosa muy sucia», y de los soldados españoles, que, según  se cita la revista militar, eran «gente orgullosa que no pasaban por alto un insulto».

Fue condecorado con la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Rojo del Ejército Español el 6 de diciembre de 1895, siendo ratificada la concesión a petición del general Valdés el 25 de enero de 1896. Años más tarde, cuando ya era Lord del Almirantazgo británico, también recibió del Gobierno español la Medalla Conmemorativa de la Campaña de Cuba, creada por R.D. de 1 de febrero de 1898 por la Reina Regente María Cristina de Habsburgo como recompensa al personal del Ejército y de la Armada que participó en esta campaña, soportando penalidades y sufrimientos.

Impacto y Legado

El autor del artículo  concluye resaltando cómo esta experiencia marcó los inicios de la carrera de Churchill, quien aprendería valiosas lecciones sobre la guerra y las culturas extranjeras. Su paso por Cuba, aunque menos conocido, es significativo en la vida de uno de los grandes estadistas del siglo XX.

Los pasajes citados en el artículo muestran un notable respeto de Churchill hacia los soldados españoles, tanto por su valentía como por su orgullo. Sin embargo, su perspectiva similar sobre los cubanos, que luchaban por su independencia, queda ausente en el artículo, tal vez porque no existiera.

La Visita de 1946: Un Encuentro Irónico

Avanzando medio siglo, encontramos a Churchill nuevamente en Cuba, esta vez en 1946. Con 71 años, buscaba un respiro tras los rigores de la guerra. Su visita fue facilitada por el presidente cubano Ramón Grau San Martín, quien, en un gesto irónico, lo recibió con honores. Aquí radica la contradicción: el mismo Churchill que había sido condecorado por el ejército español —el enemigo de los cubanos y de su héroe nacional José Martí— fue aclamado por los herederos del ferviente independentista.

Este encuentro resalta una profunda ironía en la historia. Mientras los cubanos honraban a Churchill, recordaban también que sus antepasados habían luchado contra el colonialismo español, elogiando a un hombre que, en su juventud, había admirado a los soldados que luchaban del lado opuesto. La recepción de Churchill en La Habana, marcada por el entusiasmo popular, contrasta drásticamente con el legado de Martí, quien había sacrificado mucho para liberar a su país de lo que él consideraba un yugo colonial.

En resumen, la figura de Churchill, tanto en su papel de observador militar en 1895 como en su visita de 1946, se convierte en un símbolo de las complejidades y contradicciones de la historia cubana. La forma en que fue recibido por los cubanos, herederos de un movimiento independentista que él observó sin tener de aquel la mejor opinión, invita a una reflexión más profunda sobre la memoria histórica y las relaciones entre naciones y culturas.–

 ”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

Redacción de Cuba Nuestra
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