Enfrentamiento entre la Unión Europea y Rusia: un conflicto exacerbado por Gran Bretaña

Por Carlos Manuel Estefanía

Desde hace dos siglos, el Reino Unido viene perfeccionando el arte de socavar a sus adversarios imperiales. Aprendida la lección de la pérdida de sus trece colonias en Norteamérica, una independencia que habría sido imposible sin la acción de los despotismos borbónicos de Francia y España, Inglaterra hizo de la fragmentación y el desmantelamiento de potencias rivales su estrategia política más efectiva. Y mire usted, estudiando la historia moderna, si no lo ha logrado. Con tácticas adaptadas a cada coyuntura histórica, Londres ha contribuido al colapso de los imperios español, austriaco, otomano,  francés y germano. Pero su obra maestra ha sido Rusia, primero promoviendo la caída de los zares y luego facilitando la disolución de la Unión Soviética. Hoy, con la guerra en Ucrania, perpetúa su legado de injerencia indirecta, evitando a toda costa la recuperación de la hegemonía rusa sobre los territorios donde nació: Ucrania. Y es que, si Moscú recupera su cuna, nadie podrá impedir que se devuelvan a sí mismos los territorios perdidos de la noche a la mañana en toda Eurasia, lo que significaría la resurrección de un imperio que podría servir de ejemplo a los otros ya muertos.

Esto es lo que espanta al poder anglosajón, dirigido desde Londres. Claro está que no permitirá la restauración de Rusia como una potencia soberana. Pero la cosa se le complica con unos Estados Unidos, instrumentalizado por la vieja metrópoli como su instrumento por excelencia para ejecutar el trabajo sucio del globalismo intervencionista, y de pronto se le revierte, aunque no lo declare abiertamente, apostando por el aislacionismo nacionalista que defiende Donald Trump. Peor aún, y con dolor de su alma, el Reino Unido persiste en su misión histórica de impedir que Moscú recupere su influencia extraviada. Lo que hoy presenciamos en Europa del Este es, en esencia, una guerra híbrida dirigida por Gran Bretaña y ejecutada por sus subordinados, a quienes podría calificarse como «cipayos» contemporáneos. Una burocracia moldeada durante décadas a partir de la ocupación del viejo continente por los aliados que llegaron de allá del mar para derrotar el imperio nacionalsocialista, establecido por Hitler.

La narrativa imperial disfrazada de lucha por la democracia

El discurso predominante en Occidente retrata el conflicto ucraniano como una pugna entre democracia y autoritarismo. No obstante, esta visión reduccionista oculta la realidad geopolítica de una confrontación diseñada para perpetuar el dominio de las estructuras controladas por el Reino Unido y sus aliados. La Unión Europea, lejos de actuar con plena independencia, ha sido arrastrada a una estrategia que favorece a Londres y que gustaba en Washington cuando era dominado por el belicismo demócrata, lo cual ya es historia.

Mediante el control de la narrativa, los medios occidentales han ensalzado la resistencia ucraniana mientras demonizan cualquier intento ruso de preservar su esfera de influencia. El uso de la propaganda ha sido clave para cimentar un consenso en favor del respaldo irrestricto a Ucrania. Se han acallado voces disidentes y se han promovido sanciones económicas sin precedentes, cuya consecuencia real ha sido el debilitamiento de Europa continental, no de Rusia. La manipulación informativa ha permitido disfrazar los verdaderos intereses en juego y justificar la prolongación del conflicto.

El sabotaje británico a la paz

La historia demuestra que el Reino Unido ha sido un obstáculo recurrente para cualquier intento de equilibrio de poder en Europa. A lo largo de los siglos, ha instigado guerras y divisiones para garantizar que ninguna nación rival se fortalezca lo suficiente como para desafiar su hegemonía. Hoy, esa estrategia se replica en el conflicto ucraniano. Cualquier iniciativa de mediación que busque una resolución negociada, especialmente si proviene de figuras como Donald Trump, será sistemáticamente socavada por Londres y sus acólitos.

El actual mandatario estadounidense ha expresado su intención de poner fin a la guerra en Ucrania mediante negociaciones. Sin embargo, mientras no se reconozca el papel central de Gran Bretaña en la perpetuación del conflicto, cualquier esfuerzo pacificador será torpedeado desde las altas esferas del poder británico. Las fuerzas pacifistas y antibelicistas deben dejar de ignorar este factor crucial si desean avanzar hacia una solución genuina y perdurable.–

 ”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

Redacción de Cuba Nuestra
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