Por Carlos M. Estefanía
La muerte de José Manuel Carvajal Zaldívar, conocido en el mundo artístico como El Taiger, ha desatado una ola de conmoción que trae a la memoria un suceso histórico en Cuba: el asesinato de Alberto Yarini en 1910. Yarini, famoso proxeneta habanero, fue una figura controvertida que representó el poder y la influencia en un ambiente de criminalidad y política. Su asesinato a manos de un rival francés marcó un antes y un después en la sociedad cubana. Hoy, más de un siglo después, la violenta muerte de El Taiger ha generado una conmoción similar, removiendo el panorama cultural, político y social de la Cuba contemporánea.
El 3 de octubre de 2024, El Taiger fue hallado con una herida de bala en la cabeza en el vecindario Allapattah de Miami. A pesar de los esfuerzos médicos, fue declarado muerto una semana después. Su muerte, como la de Yarini, ha sido objeto de un extenso debate, no solo por la pérdida de una figura pública, sino también por lo que su vida representó: una mezcla de controversia, música y conexión con lo más profundo del pueblo cubano.
Una Vida en los Reflectores: Música y Controversia
Nacido en La Habana el 6 de septiembre de 1987, El Taiger se forjó como uno de los pioneros del «cubatón», fusionando los ritmos del reguetón con los sonidos autóctonos de su tierra. Temas como «La Historia», «Papelito» y «Habla Matador» se convirtieron en éxitos que lo posicionaron entre los grandes exponentes de la música urbana cubana. Su influencia trascendió fronteras, colaborando con artistas internacionales como J Balvin y participando en la banda sonora de la película Rápidos y Furiosos 8.
Sin embargo, al igual que Yarini, su éxito estuvo marcado por una constante controversia. El Taiger enfrentó numerosos escándalos y problemas legales a lo largo de su carrera, con acusaciones de posesión de drogas y agresión, temas que fueron aprovechados por el influencer cubano Alexander Otaola para atacar al artista. Otaola, conocido por su estilo incendiario, dedicó gran parte de su contenido a criticar a El Taiger, exponiendo los momentos más oscuros de su vida y vinculándolo con un entorno delictivo. El influencer no ha tenido pelos en la lengua al seguir recordando la actividad delictiva de El Taiger y atacar a sus seguidores, acusándolos de doble moral y de no haber hecho nada por frenar el camino hacia el abismo emprendido por el artista. Esta postura ha sido interpretada por muchos como un acto de inhumanidad por parte de Otaola y utilizada por sus numerosos enemigos como una vía para atacar su castillo virtual, desatándose una batalla retórica espectacular, digna de aquellas películas japonesas donde un samurái era capaz de enfrentarse a un sinnúmero de ninjas y todavía salir ileso.
La Manipulación Gubernamental: Un Río Revuelto
Al igual que en la historia de Yarini, donde la política y el poder se entrelazaron con su figura, la muerte de El Taiger no ha escapado de la manipulación política. A pesar de haber criticado abiertamente la represión del 11 de julio de 2021, figuras vinculadas al régimen cubano, como Lis Cuesta Peraza, esposa del gobernante Miguel Díaz-Canel, expresaron públicamente su apoyo a El Taiger tras su muerte. Esta muestra de condolencia, vista por muchos como oportunista, refleja cómo el oficialismo ha intentado capitalizar el impacto emocional de la tragedia.
El oficialista Instituto Cubano de la Música (ICM) por ejemplo, emitió una declaración oficial expresando su pesar y destacando “el amor del artista por su país”. Mientras tanto medios propagandistas estatales como el periódico Trabajadores utilizaron la ocasión para desviar la narrativa hacia temas como la violencia en Estados Unidos, culpando al entorno norteamericano del incidente.
De forma aún más controvertida, el troll progubernamental conocido como El Guerrero Cubano exalta al artista en uno de sus videos, destacando entre otras cosas la capacidad de El Taiger para reconocer sus errores y presentándolo como un contraste moral frente a Otaola, lo que subraya el interés del régimen por manipular esta tragedia en su propio beneficio.
El Debate sobre la Desconexión: Dilemas Éticos y Emocionales
La tragedia de El Taiger no solo ha desatado un huracán mediático, sino también un profundo debate ético y humano sobre las decisiones médicas en situaciones críticas. Tras ser ingresado en el hospital, las especulaciones sobre su posible desconexión de los aparatos que lo mantenían con vida comenzaron a circular, impulsadas por su representante, Marcel Reinosa, quien lanzó una campaña de recaudación de fondos insinuando dificultades financieras para mantenerlo con vida.
Esta situación trajo consigo una ola de rumores que fue rápidamente desmentida por el doctor Alfredo Melgar, quien aclaró que en Estados Unidos las decisiones sobre desconectar a un paciente no se toman por razones económicas, sino estrictamente médicas. Sin embargo, la confusión y el debate sobre si El Taiger fue desconectado o si murió antes de que los médicos dieran la orden sigue resonando, sobre todo gracias a la información que dieron los medios en un primer momento, al afirmar que el artista había sido declarado muerto y no que “murió”, como se escribiría un día posterior. La palabra “declaración” tiene una connotación más institucional que biológica, y a falta de otras precisiones, más el debate que precedió a la defunción, la duda sobre la desconexión o no resulta pertinente. De cualquier modo, para muchos, este tipo de decisiones son emocionalmente devastadoras y plantean cuestiones más amplias sobre cómo gestionamos la vida y la muerte en el contexto médico.
La situación de El Taiger ha servido como un recordatorio doloroso de los dilemas éticos que rodean la muerte cerebral, un concepto que, aunque médicamente claro, sigue siendo un punto de controversia. La muerte cerebral, definida como la pérdida total e irreversible de la función cerebral, plantea preguntas fundamentales sobre cuándo y cómo se debe permitir que un ser querido parta. La medicina moderna sigue avanzando, y lo que hoy consideramos irreversible podría cambiar en el futuro. Algo que de nada valdría cuando, de manera intencional, se acorta la vida de un ser humano retirándole el soporte que necesita tras un accidente, grave enfermedad o agresión, como fue este caso. Pero más allá de la ciencia, las familias enfrentan un profundo conflicto emocional ante la idea de desconectar a un ser querido, especialmente cuando el apego y la esperanza superan las decisiones presuntamente racionales, con las que se encubre el deseo de ahorrar recursos a instituciones médica o peor aún pagos de seguros, aún a expensas de acortar vidas que podían extenderse de manera indefinida con el uso de esos mismos medios.
Muchos críticos argumentan que se toman decisiones de desconexión demasiado rápido, sin dar tiempo suficiente para explorar todas las posibilidades, incluidas aquellas que pueden emerger en el futuro. En este sentido, la muerte de El Taiger ha sido un catalizador para reavivar la discusión sobre los derechos de los pacientes y la necesidad de un enfoque más compasivo en situaciones críticas. No se trata solo de cumplir con procedimientos clínicos, sino de reconocer el valor humano que existe incluso en los momentos más oscuros de la vida.
Un Legado que Trasciende la Controversia
Hoy, la figura de El Taiger continúa presente, tanto en el recuerdo de sus seguidores como en la música que dejó atrás. Como Yarini, su muerte ha dejado una huella imborrable, pero también ha abierto un debate sobre cómo la sociedad, los medios y el poder manejan las tragedias humanas.
Más allá de las críticas y las manipulaciones, queda su legado: una voz que resonaba con las realidades y contradicciones de una Cuba marcada por las luchas cotidianas. Una voz que, aunque silenciada, seguirá viva en la memoria de quienes encontraron en su música un reflejo de sus propias vivencias. La historia de El Taiger, al igual que la de Yarini, es una historia de pasión, controversia y, sobre todo, de cómo entender los valores y antivalores que, para bien o para mal, conforman eso que hemos dado en llamar pomposamente: “cubanidad”.