Por Carlos Manuel Estefanía
En Suecia, un país que se enorgullece de su liderazgo en cuestiones de igualdad de género, emerge un debate tan delicado como urgente: la identidad masculina en crisis. Esta conversación, que va del púlpito religioso al espejo del gimnasio, del pódcast eclesiástico a la columna periodística, revela una búsqueda de significado entre hombres que se sienten cada vez más desplazados en una sociedad que no les ofrece anclas claras ni horizontes firmes.
El Diagnóstico de Eric Schüldt
En el centro de esta discusión se encuentra el periodista cultural Eric Schüldt, cuya intervención en el pódcast Vox Populi, editado por el semanario Kyrkans Tidning de la Iglesia Luterana Sueca, ha encendido la mecha de un polvorín. Su célebre sentencia —“Det är något djupt problematiskt med männen” (“Hay algo profundamente problemático con los hombres”)— describe un paisaje de pasividad y pérdida de sentido en las nuevas generaciones masculinas.
Schüldt apunta hacia una solución inusual: la iglesia. Según él, el ritual, la liturgia y la estructura espiritual pueden ofrecer a los hombres modernos lo que les ha sido arrebatado: propósito, disciplina y contención. Sin embargo, desde una perspectiva masculinista, esta propuesta puede interpretarse como una forma de domesticación, un intento de modelar al hombre moderno bajo una espiritualidad que lo hace dócil y sumiso.
La Masculinidad como Diagnóstico Patológico
La afirmación de que lo masculino es “problemático” opera como una sentencia colectiva que convierte al varón en sospechoso por naturaleza. Se asume que su extravío es fruto de una esencia defectuosa y no de un entorno cultural que ha trivializado las expresiones tradicionales de virilidad. Pero los hombres no están rotos; están desposeídos. Les han arrebatado referentes y reconocimiento. Su crisis no nace de su biología, sino de un relato hegemónico que ha hecho de la masculinidad un blanco fácil.
La Iglesia como Jaula Dorada
Cuando Schüldt propone que los hombres hallen redención en la liturgia, lo hace desde una perspectiva paternalista: la del hombre perdido que necesita guía. En su visión, el varón virtuoso es aquel que se despoja de su fuerza y capacidad de liderazgo para abrazar la obediencia. Este uso de la espiritualidad como herramienta de domesticación no invita al hombre a florecer, sino a atarse. No lo acompaña en su transformación, sino que lo reconfigura para encajar en moldes estrechos, donde la virilidad se convierte en sospechosa y la obediencia, en virtud suprema.
Del Altar al Espejo: La Tentación del Looks Maxxing
Lejos del templo, otra manifestación de esta búsqueda identitaria se refleja en el fenómeno del looks maxxing. Este término se refiere a la creciente obsesión de muchos hombres jóvenes por mejorar su apariencia física a través de diversas prácticas extremas, como rutinas rigurosas de ejercicio, dietas específicas, tratamientos estéticos y la adopción de estilos de moda que prometen una imagen idealizada.
El looks maxxing no es mera frivolidad; es un grito silencioso, una respuesta desesperada a una cultura que ha vaciado de contenido positivo la identidad masculina. Cuando el varón no encuentra validación en su ser profundo, busca compensarla en la forma. El gimnasio y el espejo se convierten en los nuevos púlpitos, donde la musculatura sustituye al sentido y el control del cuerpo reemplaza al liderazgo real.
Sin embargo, esta obsesión puede ser vista como una forma de reafirmación de la masculinidad. La dedicación al cuidado físico y la búsqueda de una imagen robusta pueden verse como un esfuerzo por recuperar una identidad que ha sido despojada de su valor. En lugar de ser un signo de superficialidad, el looks maxxing puede ser interpretado como una búsqueda de poder personal y una forma de expresar la fuerza intrínseca del hombre.
Ritos de Paso o Ritos de Sumisión
Schüldt acierta al señalar la ausencia de ritos de paso para los hombres modernos, pero yerra al proponer la liturgia eclesial como remedio. La maduración masculina necesita ritualidad, sí, pero no de cualquier tipo. No basta con una pedagogía de la obediencia; se requiere un camino de desafío y conquista. El paso de la adolescencia a la adultez exige pruebas que fortalezcan el carácter y reafirmen la pertenencia a una comunidad de iguales.
No Son los Hombres el Problema: Es la Narrativa que los Disuelve
Lo verdaderamente tóxico no es la masculinidad en sí, sino la narrativa que la infantiliza. Esta describe al hombre como incompleto, un ser que solo puede salvarse mediante intervención externa. El masculinismo ofrece una contranarrativa: los hombres no están incompletos, solo desconectados de su fuente interna de fuerza, responsabilidad y propósito.
Conclusión: Una Masculinidad que No Suplica su Derecho a Existir
El hombre sueco de hoy se debate entre dos polos que, aunque opuestos, comparten una raíz común: el intento de redefinirlo sin escucharlo. La iglesia le ofrece redención a cambio de docilidad, mientras que el gimnasio le promete poder a través de la imagen. Pero en ambos casos, se le exige que se justifique.
La solución no radica en elegir entre sumisión espiritual o compensación estética. Está en recuperar el derecho de ser, liderar, proteger y construir sin pedir perdón. La masculinidad no es un error que deba corregirse, sino una energía que debe canalizarse. No es un privilegio a desmantelar, sino una responsabilidad que puede engrandecer a la sociedad si se le da el espacio y el respeto que merece.
No es en la rendición donde el hombre se encuentra, sino en la afirmación valiente de su esencia. Y eso, ni el púlpito ni el espejo pueden ofrecerlo si no se reconoce su valor intrínseco.–
”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”
Redacción de Cuba Nuestra
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