«1959» (nota a pie de página)

Por Coloso de Rodas

Este libro puede ser mal leído y mal interpretado por la «claque» positivista de la intelectualidad cubana si no se precisan algunas cosas.  Gayol ni es «antinacionalista» ni es «globalista». Su «universalismo» o «panteísmo» en este caso se reduce a una crítica de los defectos del «ego nacional» per se que, por añadidura, la considero una crítica necesaria.  Si hablo en este sentido usando una epopeya «metaegoísta», es porque he leído el libro «1959» de principio a fin no como un «ensayo intuitivo» tal y como él lo propone, sino como un «estudio hantológico» (la inconsciencia mítica de las visitaciones de los textos). El ego individual, colectivo y nacional constituye una construcción heredada de las visitaciones de los textos, orales y escrito.

El desequilibrio cultural que apunta Gayol en su libro resultado del ego enfermizo ya fue esbozado hace varias décadas por Jorge Ibarra en un estudio que marcó época cuando el psicoanálisis se introdujo en los estudios de la historiografía cubana.  Un Análisis psicosocial del cubano constituye un ensayo que recoge algunos de los defectos según el bajo carácter de una burguesía criolla dependiente y asimilada por el capital extranjero lo cual provocó una crisis de carácter en el ego patriótico, revelado por Alberto Lamar en 1930. Se trata de un problema historiográfico, no de la historia psicoanalítica del ego, esto último tema cardinal en la obra de Gayol.

Cuando se trata de un «complejo de inferioridad» y de un «problema de bipolaridad» en el sujeto psicoanalítico por falta de imaginación, intentamos introducirnos en el diabólico camino del mesianismo, la otra historia desconocida del Ego. Y en este punto estoy de acuerdo con Gayol, aun cuando no es explícito.  Toda la historia del ego se resuelve en el eterno retorno de lo mismo. Al fin y al cabo, no hay acabamiento y cierre en la imaginación. ¿Por qué las masas continúan obedeciendo a los dictadores? La psicología no lo puede explicar o, al menos, el psicoanálisis se queda corto.

La falta de imaginación de un pueblo es un punto importante para comenzar, porque de ello depende una tercera interpretación de los sueños del sujeto como médium: la subjetividad solo puede entenderse desde la circunstancia de que los seres humanos son habitados desde siempre por textos, los cuales pueden desencadenar un carácter determinado de «metemtextosis», no de «metempsicosis». En el horizonte imaginado se puede revelar un acontecimiento inacabado del ego, un espectro: el ego imperfecto nos devuelve al principio y a la naturaleza vital de las cosas mediante la cual echamos andar nuevamente la marcha sobre el historicismo.

De ahí que la oportunidad de la esperanza deviene en sueño ante el ego imperfecto. El universalismo de Gayol se hace presente: el ser esencial cubano puede desarrollar la virtud universal, el amor y, por añadidura, convertirse en un ser diverso. La paradoja de la metafísica clásica raya el límite y el cubano se revela –según Gayol- en un ser para la nostalgia. El proyecto post-nacional de este libro toma forma y concuerda con el sueño emprendido por la ilustración y el formateo en los días que corren de la globalización postnacional. Pero como dije al principio, Gayol ni es antinacionalista ni globalista y ni siquiera post nacionalista. El psiquismo humanos está precedido de una impronta ideológica. Si algún día podamos hablar en firme sobre un ser cubano en un sentido ontológico, ese ser existiría «en la cercanía» y no en lo universal. Para la hantología, un ser cubano que dejaría de ser un sujeto político, social, psicológico e imaginario.

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