El hombre es un «asilo cultural»

Por Ángel Herrera

La vida humana rebosa mucho más allá de los tratados filosóficos y sus laberintos verbales, esa especie de enredo abstracto y charlatán al que algunos despectivamente llaman «metatranca». Desde el nacimiento, el ser humano no es solo un ente teórico: es un ser inmerso en una danza de defensas biológicas y sociales, un baile constante entre la inmunidad que lo protege y las formas de vida que busca crear.

El sociólogo Niklas Luhmann, en su estudio profundo llamado «Los sistemas sociales: una teoría general», destacó cómo diferentes sistemas sociales y culturales se entrelazan con el sistema inmunológico biológico para preservar la vida. Luhmann interpretó el «sentimiento» como una expresión del sistema inmunológico biológico. Además, el ser humano desarrolla sistemas inmunológicos adicionales para navegar el mundo: la «jurisprudencia» (el derecho) y la «espiritualidad», un símbolo para enfrentar los misterios más allá de lo tangible.

El miedo surge cuando el sistema biológico se siente amenazado, mientras que el bienestar se siente en el enamoramiento, activando la conciencia del entorno. En el ámbito social, tanto la «casa» como la «ciudad» se convierten en defensas iniciales contra los embates de la naturaleza. Las antiguas «ciudades-estado» griegas se erigieron como las primeras defensas políticas, seguidas por las estructuras militares y filosóficas.

A medida que la teoría evoluciona, la jurisprudencia se alza como un sistema social y político que defiende los límites de la convivencia. En la actualidad, la colaboración entre la inteligencia artificial y la genética refleja debates sobre el sentido de la vida. El feto espera en la «casa de la placenta» durante 9 meses, conectado a ella, su primer amor. Al nacer, el mundo abruma, activando el sentimiento como medida de seguridad. El lenguaje, la poesía, el hogar, todo se busca como refugio en este peregrinaje.

El ser humano, al darse cuenta de las fallas del sistema biológico, construye simbólicamente una «placenta» en el mundo exterior: un asilo cultural. Vive como un poeta, atento a las apariencias más que a su ser. En un centro comercial, entra en una «placeta» artificial. Parece que el destino humano está más en la apariencia que en la esencia misma.

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