Rechazo a la ideología institucionalizada: un llamado a la rebelión interior

Por Carlos Manuel Estefanía

Toda ideología institucionalizada, desde la masonería al servicio del Imperio Británico y su hermana mayor, el anglicanismo, hasta el catolicismo, el luteranismo y las diversas iglesias ortodoxas —en particular la rusa, que se ha convertido en herramienta del putinismo—, hasta llegar al liberalismo y su hijo rebelde, el socialismo, está diseñada para servir a algún poder terrenal, en un sentido casi «diabólico». Los discursos sobre el crecimiento espiritual y moral, así como sobre la fraternidad, la libertad o la justicia, no son más que pretextos que encubren su verdadero propósito. Aquellos que se dejan llevar por los ideales enarbolados para atrapar a incautos y que se confunden al intentar ser redentores, inevitablemente terminarán crucificados, tal como ocurrió con el carpintero de Nazaret.

Así, se teje una intrincada red de manipulación donde las creencias son moldeadas para consolidar estructuras de poder. Cada rito y cada liturgia se convierten en herramientas no destinadas al verdadero crecimiento espiritual, y mucho menos a la realización de utopías, sino para mantener a las masas en un estado de sumisión y control. Los líderes carismáticos de estas instituciones, que hipnotizan a las multitudes, se transforman en meros títeres de quienes mueven los hilos desde las sombras, perpetuando ciclos de opresión bajo el disfraz de salvación.

El mensaje de unidad y amor se diluye en doctrinas que, en el fondo, son divisorias. Las guerras santas, las cruzadas y las revoluciones son recordatorios de cómo el polvo del camino puede nublar la visión del verdadero propósito humano: la búsqueda de un conocimiento auténtico y una conexión genuina con lo divino. Como dice el viejo refrán, la historia se repite, y el ser humano parece condenado a tropezar una y otra vez con la misma piedra del fanatismo y la ignorancia.

Aquel que se atreva a cuestionar el dogma y desafiar la estructura impuesta encontrará puertas cerradas y el rechazo de sus pares. Temerosos ante la posibilidad de una verdad que podría desmantelar sus creencias, preferirán aferrarse a la cómoda ilusión que les ofrecen sus líderes. Es un juego de sombras donde la luz se confunde con la oscuridad, relegando el verdadero despertar espiritual al olvido.

A medida que las vidas se consumen en la rutina diaria, atrapadas en un ciclo de rituales vacíos, es crucial recordar que el conocimiento es tanto un poder como un peligro. Aquellos que buscan ver más allá son tildados de herejes, pero la verdadera herejía es la conformidad ciega, la negación de la búsqueda de un sentido auténtico. La liberación exige coraje: un coraje que desafía la estructura misma de lo que se nos ha enseñado a respetar y venerar.

Solo entonces, cuando el ser humano se despoje de prejuicios y de la corrosiva influencia de esta ideología institucionalizada, podrá encaminarse hacia una senda real de crecimiento, donde el espíritu encuentre su verdadero hogar, lejos de los templos que, en realidad, son prisiones disfrazadas de santuarios. Será en este viaje hacia lo desconocido, en este acto de rebelión interior, donde podrá florecer el ser auténtico, creando así un nuevo paradigma que honre la esencia de cada individuo, por encima de los intereses de aquellos que transitan por el sendero del poder terrenal.–

 ”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”

Redacción de Cuba Nuestra
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