La «arquitectura de la devoción». De las plazas del siglo XX a los algoritmos del XXI

Por Anna Müller

¿Qué conexión real existe entre un mitin de MAGA en Ohio, una concentración en La Habana de los 80, el fervor del Peronismo, o los regímenes totalitarios de Hitler o Stalin del siglo pasado? A primera vista, sus ideologías son muros infranqueables. Sin embargo, si retiramos las etiquetas de «izquierda» o «derecha», descubrimos una estructura ósea idéntica: la tecnología de la fe política.

El líder como eje ontológico

En todos estos movimientos, el liderazgo no es administrativo, es mesiánico. Cuando las instituciones tradicionales se perciben como cáscaras vacías o nidos de corrupción, el individuo no busca un gestor, busca un Redentor.

El salvador: ya sea el «Comandante» que interpreta la historia, el «Führer» que encarna la raza, o el líder que promete «Drenar el Pantano», la figura central se eleva por encima de la ley.

La verdad personalizada: la lealtad no es a un programa, sino a la persona. La duda deja de ser un ejercicio intelectual para convertirse en una traición moral. Como en el peronismo, el movimiento puede cambiar de dirección, pero la lealtad al líder permanece como el único norte.

La fabricación del enemigo y la identidad grupal

La sociología de estos movimientos nos enseña que una nación o un grupo no se definen por lo que son, sino por lo que odian. La cohesión de hierro se logra mediante la creación de un «Otro» deshumanizado.

El léxico de la exclusión: términos como «gusanos», «enemigos del pueblo», «élites globalistas» o «traidores» cumplen la misma función: simplificar la complejidad del mundo en una lucha eterna entre el bien y el mal.

La guerra cultural permanente: del Maoísmo al MAGA, la idea es que la revolución o el rescate nacional nunca terminan. Siempre hay una amenaza infiltrada en las escuelas, la prensa o las instituciones, lo que justifica una vigilancia constante y una movilización perpetua.

La evolución del control: del megáfono al algoritmo

La gran diferencia entre los defensores del castrismo en los 80 y los seguidores de la nueva derecha actual no es el «qué», sino el «cómo».

Mientras que los regímenes del siglo XX dependían de una propaganda vertical y monolítica (el Estado controlando el televisor), hoy vivimos en la era de la fragmentación de la verdad.

La cámara de eco: el algoritmo moderno actúa como un comisario político invisible. No prohíbe la verdad contraria, simplemente hace que deje de existir en el radar del usuario, creando burbujas de realidad alternativas donde el líder es la única fuente fiable.

La gamificación de la lealtad: hoy, ser seguidor es ser un «guerrero digital». La validación instantánea de las redes sociales sustituye a los desfiles en la plaza, permitiendo que el ritual de pertenencia sea constante, íntimo y adictivo.

El fin de los hechos: bienvenida la post-verdad

A diferencia de la propaganda clásica, que intentaba convencer de una sola mentira, la post-verdad busca destruir la idea misma de que la verdad existe. Al inundar el ecosistema con infinitas teorías y «hechos alternativos», el ciudadano termina agotado, rindiéndose a la única certeza que le queda: su identidad tribal. «No sé qué es verdad, pero sé quiénes son los míos», es la consigna filosófica de nuestra era.

El regreso de lo sagrado

Poner al MAGA, al castrismo, al nazismo y al peronismo en el mismo sitio no es igualar sus intenciones, sino señalar que todos beben de la misma fuente: la necesidad humana de certidumbre y pertenencia.

Estos movimientos son el espejo de nuestra propia fragilidad. En tiempos de caos, el ser humano tiende a cambiar su libertad por la seguridad de un dogma y la mano firme de un guía. La tecnología ha cambiado, las banderas han cambiado de color, pero el deseo de disolver el «yo» en un «nosotros» absoluto sigue siendo el motor más potente de la historia.


Anna Müller (Suiza, 1995) es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Heidelberg, en Alemania. Desde joven, mostró interés por los asuntos internacionales y la política, lo que la llevó a estudiar una carrera en este campo. Su dedicación y pasión por el estudio de las políticas públicas y las relaciones internacionales la han convertido en una de las estudiantes más prometedoras de su generación. Además de sus estudios, Anna escribe y publica regularmente en medios alternativos, donde comparte sus análisis y opiniones sobre temas políticos actuales. Firme defensora de la privacidad, Anna practica un estricto anonimato que la mantiene alejada de las redes sociales y los medios. Su compromiso con la difusión de información y el debate público la ha hecho ganar reconocimiento entre sus pares y lectores, sin comprometer su privacidad personal. Ha publicado Todo lo que no te gusta es comunismo (Exodus, 2024)

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