Por Juan Carlos Recio
En Últimas profecías (Eds. Exodus, 20:24), libro reciente de Yanetsy Pino Reina, uno percibe un compromiso inquebrantable con la verdad; pero no con todas las verdades. La suya se atreve a profundizar en una interioridad radical y, al mismo tiempo, expone cartas que no son un juego —ni de palabras ni de provocaciones. Su intención es seria, y logra, con esa voz interna que evita el pesimismo, iluminar lo que denuncia, ofreciendo su propio cuerpo espiritual en una escritura sin ambiciones de protagonismo semántico o banalidades gratuitas. Sus temas, abordados con sobriedad y enfoque, toman forma como noticias contadas con la cercanía de lo visto a plena luz.
Esa narrativa honesta elige la autenticidad como medio para un diálogo convincente. En el primer poema, Pino Reina escribe: Pregunto cómo están, y responden en silencio, refiriéndose a madres nacidas para ver a sus hijos crecer no solo en la carencia, sino también en la falta de libertad y desapego de doctrinas. Más allá del «daño antropológico» que ella misma ha señalado respecto a la vida social cubana, aquí la política se encuentra no desde una neutralidad imposible, sino en el terreno del miedo. La visión de la poeta, plasmada con honestidad, le otorga un doble valor: no es lo mismo el silencio de las madres ante hijos presos por supuesta rebeldía política; no es lo mismo, porque la poeta nos presenta un mosaico de existencias que desnudan la realidad.
Este testimonio poético, sin agresividad, se sostiene en una claridad que asume su postura política. No se trata de ajustar cuentas con el pasado, sino de la voz de una sobreviviente que, en una sociedad jerarquizada por la dictadura, ha sabido discernir luces y sombras. Pino Reina, con la fragilidad de una flor ante sus labios, finalmente transgrede —desde la conciencia— lo que alguna vez calló.
Este libro no busca mitos ni leyendas; es un discurso desnudo que rehúye la grandilocuencia y los universos vacíos. Desde una conceptualización valiente, sus versos profundizan en “la celda ya no existe porque arrinconada tu muerte le ha cobrado su tributo”, revelando, en versos de aliento sostenido, deseos de ética y justicia. Los poemas, fechados al momento de su creación, otorgan al libro un aire de diario o confesionario. Para mí, este libro no solo capta los aguaceros y contratiempos de un país que se ha desvanecido, sino que también ilumina las sombras y luces que configuran un cuerpo estructural.
A pesar de la decadencia del momento y de las historias tejidas como escrituras de vida, la poeta evita el lamento oscuro. Su voz, integrada con ese cuerpo ético, representa una nación posible, una patria futura tras romper con los designios malogrados. Ediciones Exodus aporta con su habitual calidad y gusto refinado, desde la primera imagen hasta la contraportada firmada por Mabel Cuesta. Ha sido un placer escribir esta reseña para una mujer que ha escrito:
“He tenido esas vidas y esa muerte… Mariposa nocturna/ encerrada/ en lo que queda…”
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