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Impresiones de Juan Carlos Recio sobre la Séptima Convención de la Cubanidad

Por Juan Carlos Recio

Ángel Velázquez de Callejas, quien ya cuenta con patrocinadores visibles en una pantalla y cuyos nombres él quizás pueda aclarar con justeza, siempre se ha cuestionado sobre cierto desplazamiento de la labor de la prensa, que no hace un trabajo en el que averigüe o asuma la interrogante sobre de qué se trata dicho evento.

Este año, a mi juicio (como espectador en primera fila), ha sido una unidad de altura temática en sus logros, debido a lo bien preparados que lucieron los ponentes ante el gran desafío y acierto de contextualizar los temas a tratar. El hallazgo para todos los asistentes fue que el contenido y la esencia de este evento no eran políticos ni festivaleros (se manejan en esta Convención), sino apropiados para el pensamiento creativo y las funcionalidades de la crítica, asumidas no en la prisa de una eventualidad.

Los panelistas invitados destacan también por su capacidad de crear juicio y conciencia sobre los temas escogidos. De hecho, es apropiado reiterar que todos los que presentaron ponencias (de manera casi pareja) estaban bien fundamentados en sus estudios, justificando así su invitación, lo cual es otro punto a favor de los organizadores.

En primer lugar, la organización del evento, las facilidades y comodidades fueron perfectas para sentirse a gusto. Eduardo René Casanova recogía en cámara los sucesos del evento.

Resalto en especial, por su tema y por la manera excelente de comunicarlo y ser polémico consecuente (todo un caballero de batalla), lo que se denomina “conciencia creativa” de parte de Armando de Armas. Para quienes todavía creen que lo que ocurre en el mundo pueda verse como negro y blanco, demócratas y republicanos, y toda esa perspectiva equivocada de pensar que no estamos bajo el dominio de intereses mucho más globales, de hegemonía y control de la totalidad de la sociedad.

Armando habló de ciertas corrientes de cambio que pueden dar un giro en este tema suyo que intento atrapar de memoria, y que explicó de manera magistral: por qué la derecha, tal como la creemos, no es tal en ese “concepto de mira no resentido”; contexto de su utilización y aclaratorio sobre la caída de los eufemismos románticos de lo que se cree útil tal como lo conocemos. Aun cuando quisiéramos tener esa máxima en nuestros comportamientos de antiizquierda, por ejemplo, y que pueda oponerse sin ser dependiente de las mismas razones contra las que se lucha… nada que sea magistral en su presentación puede ser resumido a su altura, en ello me disculpo con el autor de Armas.

La otra parte también singular se dio con Yanetsy Pino Reina y su exposición sobre ser mujer en Cuba, con pleno dominio de las circunstancias donde fue obligada a reconsiderar las causas de la narrativa en la que ella se dio cuenta de que perder el miedo y provocar cambios es crear en el lenguaje tanto de la creación como de la defensa de los derechos y la manera de disentir, una narrativa que apele a la misma contemporaneidad con la que los interlocutores, sean represores o víctimas, necesitan para sobrevivir más que en la sobrevida, en el hecho de que esas otras narrativas “creen vehículo” comunicacional; y se logren aspectos lúdicos de esa toma de lenguaje diferente al impuesto. Por ejemplo, lo que Alina Bárbara López entiende, con esa otra manera de hacer resistencia y testimonio, de ejemplo que ha logrado (arriesgo de su vida), y que Yanetsy, además de referirse a ello, logró captar a manera de sencillez sangrante.

Denis Fortun tuvo otra presentación muy apropiada sobre un libro de Alfredo Triff que todavía cuestiona por qué muchos cubanos apoyan supuestamente al régimen cubano, y la pregunta que hizo al principio Manuel Sosa, sobre qué es Cuba como nombre, y que en la polémica, sobre lo que Denis aclara de su lectura al libro, nos referiríamos a la Cuba que no existe, porque todos fuimos o somos simuladores del hecho inapropiado de que aún exista la dictadura cubana. Yanetsy Pino Reina, con mucho acierto sobre “las otras narrativas”, concepto que ella manejó de manera muy útil, aclaraba sobre el comportamiento que se produce con el daño antropológico causado por años de doctrina y todo tipo de abuso de poder. Y aunque Triff no estuvo, siguió con su legado de levantar pólvoras.

Ariel Pérez Lazo, sobre un análisis del castrismo cultural en el exilio, fue un cierre de broche de oro, por la toma y referencia de conceptos que, como expresa sobre un libro de ensayo de Ángel Velázquez de Callejas, definía más el concepto de la revolución inconclusa. Quizás porque desde sus inicios lo que podía ser un fundamento de triunfo social y implantación de oportunidades a grandes grupos sociales, tuvo desde intención e improvisación de los perdidos en el asalto al cuartel Moncada, otros temas de provecho personal que no solo se dieron a la tarea de la traición revolucionaria en el sentido apropiado, sino que también implantaron una dictadura que conlleva a un análisis del retroceso de lo cubano como identidad. El tema desarrollado por Ariel conlleva a una lectura no oral, porque repito, la impresión fue excelente.

Ahmel Echevarría, y volvemos al tema conectados con casi todos, “de las otras narrativas”, trajo el tema de la represión que se dio en la vida y la cultura a principios de la dictadura, con los trabajos forzados, y su relación más directa e inapropiada, para corregir conductas naturales, como aberración de un sistema machista e inculto, que buscaba la redención útil de los “procesados en ese paraíso”. Es de destacar que Ahmel, con mucho acierto, fundamenta la contemporaneidad de esa discriminación que, a mi juicio, no representa Mariela Castro con esa otra fórmula de corrección castrista de ideologizar hasta las mariconadas y las congas de esa supuesta felicidad de ser maricón en Cuba, como si el término en realidad fuese “de lo dejado atrás” en su tono discriminatorio revolucionario, que por supuesto no existe, porque todo sigue vigente en dicho tema.

Aunque lo dejé para último, la intervención de inicio del evento de parte de Prats Sariol fue muy elocuente, donde hizo un recorrido magistral con elementos que usaron humor y coherencia total para hacer que Kafka, quien fue visto en la Cuba de los 70 por el poder, como un aliado ideológico, a lo que Prats Sariol desde el castillo Kafka hasta los “van van” en la zafra, logró darnos con ductilidad todas las referencias históricas y el análisis de un Kafka que, aún dentro de su régimen de vida, es salvado por su propia narrativa sobre lo que escribía, y por su gran ironía también, y sentido de poner su desacuerdo con lo imperante como otros de los condimentos que lo hacen aún hoy un adelantado de su época, y un referente mundial fuera del tiempo. Es importante que aclare que Prats merece un recuento como Dios manda y que quizás su resumen sería un clásico.

Y Waldo González López, que, como todas las ponencias de larga duración serán publicadas en la web Egodekaska, y desde allí haré un comentario sobre su intervención, porque usa y maneja muy bien la picaresca y la retórica en los conceptos actualizados y kafkianos del desahogo.

A modo de conclusión, el moderador hizo lo mejor que pudo en relación al tiempo y al debate. Lo que pasó fue que las baterías de preguntas y respuestas fueron sustituidas por intercambios de pareceres, porque el nivel de coeficiente de los que sí escucharon bien y les interesó más los temas que ir a comer o beber (que además estuvo fabuloso y fue un aparte importante en la organización), esos intercambios de intensidad no artificial los produjeron los invitados mencionados al dar claridad y profundidad a sus criterios e interpretación de lecturas, que repito, fueron todas de aplausos.

Es importante además mencionar que Ángel Velázquez de Callejas no se equivoca al exponer en un evento los conceptos que puedan ser polémicos en la actualización de la cubanidad, y para estar a tono con Manuel Sosa… ¿existe la cubanidad?

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