Francis Picabia. «Udnie», 1913. Óleo sobre tela. 290 x 300 cm. Centre Georges Pompidou, París

Francis Picabia. «Udnie», 1913. Óleo sobre tela. 290 x 300 cm. Centre Georges Pompidou, París

Deberemos seguir siendo

Por Gregorio Vigil-Escalera

La polémica de si debe eliminarse del arte toda habilidad artística y plástica para suprimir su emotividad y reducirlo a meras ideas, significaría el uso de un método tendencioso que ha encontrado intencionadamente una forma para un contenido y que éste es el que al final lo confiere y determina.

Tal teoría da a entender que la materia artística que compone la base de la obra de arte queda condenada y maltrecha, pues propiedades como luz, color, línea, sombra, quedan subordinadas o desaparecidas y que como tal modo de representación ha sido declarado más que obsoleto. 

Además, según la misma, no procede juzgar la singularidad del arte como un estar-siendo y como un infinito en su suceder, implicando en ese proceso una configuración que consigue dotarle de su forma propia.

También se desecha el que la causa obrante de la materia sea la forma y que ésta encierre en sí misma un sentido teleológico, y que en los colores se depositen sus vivencias cargadas de incógnitas, por más que Chantal Maillard exponga que atendiendo a la forma podemos llegar a conocer el contenido más allá del mismo o, incluso, en contra o a pesar del mismo.

Sin embargo, hay que resistirse a esta avalancha en que la visión hay que buscarla entre renglones y volver a escuchar a Bazaine, cuando ha manifestado en su día que en el momento en que el arte deja de ser puramente mágico, de ser rito, cesa en su función social inmediata.

Por consiguiente, el artista debe expresarse de manera total y autentica, sin dejarse limitar por cualquier dogmatismo o doctrinarismo al uso que condicione su arte para impedirle dar respuestas a las necesidades humanas.

Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional
y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)

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