Por Juan Carlos Recio Martínez
Cuando asistes a una presentación de lanzamientos de libros no esperas que todo sea encuentro de colegas y sumisión de horas por compromiso, pero la mayoría de las veces suele ocurrir. Fue bueno que el pasado sábado septiembre 27 del 2025 en Galin II, Art Studio; la Editorial Lunetra, con tres autores de lujo, saliera de cualquier molde preconcebido y nos ofreciera el lado humano de la palabra escrita al apelar no solo a un producto atemporal estético y de contenido para resumir la impresión agradable de la altura de la propuesta llevada.
La Tertulia Lunetreando en Miami comenzó con la presentación de La vida en vilo, del narrador cubano Sindo Pacheco, figura reconocida desde su irrupción en la generación del 80 y que hoy escribe en plena madurez, con la constancia de quien no se resigna a dejar indiferente a nadie. Su narrativa, siempre singular, da voz a personajes que se convierten en testigos de la historia y de la vida, entretejiendo ficción y verdad en un ideario literario donde lo esencial es la belleza. Ya sea a través de la carcajada o del llanto, Pacheco asume —sin pretenderlo, pero con plena responsabilidad— la tarea de atraparnos en una memoria colectiva que se reconstruye tramo a tramo, como un testimonio latente de la nación reflejado en este libro de Sindo.
De la mano del autor y su obra fuimos y regresamos a una época que muchos hemos vivido. Fue como mirar por la juntura de una puerta y reflexionar junto a sus personajes sobre la conciencia de lo que para bien o para mal fuimos.
Efraín Riverón hizo gala de una lectura donde su poesía es la sangre de un hombre que lleva su alma siempre al desnudo. La historia de sus libros —incluido el presentado esa tarde, El Ojo de la Memoria— estremeció profundamente los sentimientos de quienes escuchaban. No siempre en una presentación literaria se alcanza esa oralidad cómplice entre autor y asistentes, pero Riverón lo logró, con ese don suyo de quien sabe ser escuchado y que, en esta ocasión, nos sobrepasó con una descarga emocional sincera y desbordante.
Sus versos fueron espíritu de letra indomable, pertinentes y jamás derrotados por el paso del tiempo; al contrario, poseen la vitalidad de un aliento que, aun desbordando la forma, conserva hondura sin necesidad de estructuras complejas, núcleo de fuerza para comunicar.
Desfilaron sus muertos, su patria, su barrio convertido en país, el dolor de quienes murieron en Miami, y quedó él, con sus hijos, indomable frente a la pérdida y sostenido por la voluntad casi sagrada de escribir cada día.
Como bien dijo Pablo Socorro, improvisar una entrevista no fue poner a José Hugo Fernández en un cuadrilátero de los que pierden. Por el contrario, un hombre que ha escrito tanto —con la convicción de que en su narrativa, en su ficción y en su realidad no hay lugar para el error— siempre es capaz de responder a través de sus personajes, ya sean principales o secundarios, situados en una atmósfera donde el más fino humor se funde con una sensibilidad única. Esto no solo despierta en el lector el interés por la lectura, sino que lo envuelve en un lenguaje poético y en un análisis psicológico y sistémico que revela la agudeza de un narrador que, mentalmente, es un héroe real, capaz de cosechar calidad y permanencia con su obra.
Cuando pasa el tren, como apuntó Pablo Socorro, hizo gala de lo certero y diverso del mundo que construye José Hugo Fernández.
A los tres autores los he leído por años, y el hecho de que vuelvan a sorprender ante un público diverso y amante de la buena literatura, reafirma que, la tarde de ese sábado y en ese espacio, hubo magia y comunión: un pacto invisible entre palabra y memoria, entre voz y silencio, donde la literatura se convirtió en una celebración compartida del espíritu humano.
Un gran reconocimiento y aplauso al director de la Galería, Iván Galindo, por la magnífica atención, y porque entre pinturas y escritos en las paredes, en plena Calle Ocho, la presentación tuvo —además de intercambio entre público y autores—, la complicidad de la energía cargada de toda armonía, para dar ese toque mágico del final, en grande con el actor cubano Omar Torres Sarduy, que nos regaló una función original, un recorrido que, acompañado de la buena música cubana, nos llevó destreza por la poesía sin imitaciones de Luis Carbonell. El homenaje a este grande de la cultura cubana, desde el estilo del actor, fue sin duda un cierre de emociones fuertes, divertidas y contundentes.
Nos quedaría mostrar los títulos de los autores, con sus portadas muy bellas, y agradecer al equipo de Editorial Lunetra Editorial, compuesto por las editoras Zenaida Ferrer y Maité Glaría, y su director Pablo Socorro por escoger a Galindo Art Gallery como un anfitrión acogedor y de atención esmerada.
Solo me queda decirle a Pablo que no ha sido tiempo en vano. La cálida acogida de esta Tertulia Lunetreando en Miami, junto al trabajo realizado con los tres libros y autores presentados, evidencian una labor significativa y valiosa para la cultura del exilio. Al mismo tiempo, aportan a la vida cultural de Miami, que no debería permanecer indiferente ante la memoria que Lunetra está construyendo, ni ante quienes deseen acercarse y descubrir sus libros.