Por Waldo González López
«La cumbre, la felicidad, como una droga, como una daga».
Armando de Armas
En la novela póstuma del también ensayista y periodista cubano Armando de Armas (Santa Clara, 1958-Miami, 2024), Érase una vez en el infierno, el relevante autor corroboraría el caudal de lecturas consumido durante décadas y reflejado en las búsquedas estilísticas de su intensa creación, que marca la singular carrera, ubicada sin duda, entre los más destacados escritores del exilio.
Lo evidencia, entre otras señales, la buena recepción de los lectores, que aprecian sus libros, entre ellos, sus valiosos ensayos: Mitos del antiexilio y Los naipes en el espejo, cuya aguda visión sobre los partidos políticos de EUA, advierten los cambios del difícil mundo contemporáneo.
Descuellan, asimismo, sus volúmenes de ficción ―la mayoría publicados por Ego de Kaska―, tales sus colecciones de relatos Mala jugada, Carga de la caballería y Luces en el cielo, como sus novelas Caballeros en el tiempo, Escapados del paraíso, El Guardián en la Batalla (Premio de Narrativa Reinaldo Arenas), La tabla (Madrid, 2008 y Miami, 2020) ―Bildungsroman: novela de formación/aprendizaje sobre la Cuba destruida por el castrismo― y las más logradas: Avellaneda al atardecer: Historia del amor oculto y Érase una vez en el invierno.
Ya en La tabla…, se advierte el cambio estilístico del narrador, que en el extenso y agónico discurso sin puntuación, de corte joyceano, dilataba el vasto fluir narrativo, tornando su difícil lectura en agotadora tarea, que no placer, sin el que el goce deja de serlo.
En Érase una vez en el invierno ya se atenúan los ecos del narrador cubano tomados del gran irlandés, para entregar su homenaje a su amada Cienfuegos, a la que dedicara esa lúcida novela póstuma.
Vale recordar la huella que dejara el estilo experimental de James Joyce en De Armas, a quien le ganara el flujo de conciencia de los personajes, el sumergir al lector en la mente de sus criaturas, dejando la estructura fragmentada, para emplear diversos estilos en cada episodio, como el drama expresionista, todo en una prosa plena de alusiones, juegos de palabras y ¿humor?, reflejo de los «humanos, demasiado humanos» que integramos este vasto y complicado mundo de hoy.
En el atrayente flujo de esta novela-río y sus cautivantes páginas nos arrastran sus procelosos 49 capítulos, en los que nos inmersa la ansiedad del escritor que ―atenazado por la grave enfermedad que le llevaría a una temprana muerte― escribiría con lógica zozobra, sin abandonar la introspección en/de sus personajes, rasgo que, azares de las valiosas lecturas, igualmente me evoca al Marcel Proust de sus últimos meses, quien sabedor de su cercana muerte, sería atendido por su última sirvienta, Celeste Albaret, quien, en 1922, tras la muerte del gran narrador galo, publicaría Monsieur Proust, suerte de testimonio donde abordara aspectos íntimos sobre los últimos meses del gran narrador de En busca del tiempo perdido, como asimismo ofrece aspectos de la elaboración de la célebre saga y ciertos datos irónicos (¿vengativos?) sobre algunos colegas del agudo Proust. No en vano, el título de Celeste Albaret es considerado un invaluable volumen para la mejor comprensión de la figura de Proust, durante los últimos meses de su vida, llenos de crisis asmáticas y una intensidad creativa que se prolongaría hasta su muerte.
Y el laboreo agónico de Armando ―que no menos se vale de cenitales elementos: juego, fragmentación, metaficción e intertextualidad― lo confirma como el más valioso deudor en Miami del posmodernismo, cuyos íconos en Latinoamérica serían Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy.
En su prólogo a Érase…, la también narradora cienfueguera Elvira de las Casas, advierte la cercanía temática de la valiosa novela La Habana para un infante difunto con Érase….
Yo añadiría otra gran narración clave de Caín, como la clásica Tres tristes tigres que ―negada como novela por el brillante autor de Exorcismos de esti(l)o―le valiera significativos lauros en España, como los Premios: Biblioteca Breve de Novela (1964) y el Cervantes de Literatura (1997). Fue reconocido con el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Internacional de Florida (2000).
Mas, el influjo posmoderno en De Armas se atisba también en la combinación de datos históricos, intercalados, a lo largo de las 244 páginas, como, entre muchos otros, el establecimiento y desarrollo de La Perla del Sur, con breves textos ¿originales? del fundador de la villa: Don Luis de Clouet, junto a otros que evidencian la destrucción del fracaso socialista, combinados con acierto; como tópicos geográficos, citadinos (gustados por quienes disfrutamos en varias ocasiones esa ciudad, hermosa y distintiva, porque atraería siempre como la primera vez).
Otra virtud de Érase…, es la exuberancia del lenguaje, que atrapa no solo por su particular barroquismo, sino también por el desfile de personajes ¿reales? y más, que nos impele a una ávida lectura que, una vez iniciada, no podemos abandonar.
Mucho más podría adjuntar, pero mi objetivo en estas Notas al margen es sugerir algunas de mis lecturas preferidas. Confío que escuchen esta sugerencia de este avezado y avisado lector.
Érase una vez en el infierno se presentará por la narradora Elvira de las Casas el próximo sábado once. a las 3:00 pm., en el salón de eventos del Hotel Chateau-bleau, en 111 Ponce de León Blvd., Miami, Florida.