CUANDO LA SINCERIDAD VA POR DELANTE

Por Juan Carlos Recio

El panel encabezado por Denis Fortun como moderador, junto con Alejandro Ríos y Elvira de las Casas, fue el vínculo adecuado para que el trabajo de Exodus Editorial, dentro de Ego de Kaska Foundation, estuviera en sintonía con el genio y la figura de Armando de Armas. La tarde de ayer sábado, en Miami, tanto los panelistas como el numeroso público dieron testimonio de quién fue el autor. Sus hijos, allí presentes —como señalaron Luis de la Paz y el propio Denis—, ofrecieron un ejemplo digno del hombre sincero y cercano a su familia y a sus amigos. De la Paz expresó con acierto que, a diferencia de otros escritores cubanos exiliados que murieron dejando su obra inédita, como Carlos Victoria, en este caso la familia ha puesto su mejor empeño en mantener viva la memoria y el legado de Armando de Armas.

Muchas intervenciones de los presentes evocaron anécdotas que subrayaron su compromiso con los ideales, su capacidad para representarse sin ambigüedad y su fidelidad ante los amigos y las causas en que creía. Elvira fue contundente al citar fragmentos del prólogo de uno de sus libros, y Alejandro no se quedó atrás al rendir justicia al valor literario de una de sus novelas póstumas, destacando “ese diablo, esa manera singular de estar vivo y hecho dentro de su voz narrativa”. Una voz distinta de aquellos autores que, aunque favorecidos por grandes editoriales, no siempre logran sostener la atención del lector hasta la mitad de sus libros. Leer a De Armas, en cambio, no es un divorcio entre el autor y su literatura.

Lo que presencié ayer ocurre con frecuencia en Miami. Hay quienes no perdonan la coherencia ni la franqueza de un escritor que jamás se ocultó para expresar sus convicciones políticas o existenciales. Armando de Armas fue un hombre que, incluso desde una posición contraria, practicaba la tolerancia, argumentaba con honestidad y sin odio, rechazaba la evasión y afrontaba con dignidad tanto los aciertos como las derrotas.

En lo personal, considero que la ausencia de muchos —que se alejaron por mezquindades o diferencias— no justifica su cobardía. Ha muerto un escritor exiliado de relevancia que trasciende su generación, con una obra extensa e impresionante, y algunos no fueron capaces de compartir esa memoria junto a su familia y amistades. Resulta irónico ver luego a esos mismos lamentarse, entre lágrimas tardías, por la muerte de intelectuales que apenas se preservan en el tiempo como burócratas de élite o guardianes del silencio. Son aquellos que, a diferencia de Armando de Armas, confundieron la valentía con la insolencia y olvidaron la verdadera misión social del artista y del escritor cubano: decir toda su verdad sin someterse a lo políticamente correcto ni a las verdades supuestas de nadie.

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