El Pintor y la Genética   

Por Hector A Rodriguez PhD     

  Para Andrés Valerio                              .

 “Aplicad sin miedo a cada acto de

  la vida las leyes de la naturaleza”

                                         José Martí                                                     

La luz penetraba el estanque, y los pececitos reflejaban un color azul plateado que se extendía a lo largo de su cuerpo, desde la cabeza hasta la cola. Lo curioso del color era que cambiaba con el tiempo. Al principio, era solamente azul ascua, pero, a medida que el pintor avanzaba en su actividad genética con ellos, se convertía en azul plateado, el tono que, según su experiencia, representaba el color deseado, pues propiciaba que el pequeño pececito adquiriera el comportamiento reproductivo esperado.

¿A qué se debía este metamorfismo? El buen pintor debía ser necesariamente un buen observador. Picasso decía que la vida de sus cuadros dependía de la interpretación de quien los veía, y que era el observador quien les daba vida.

A nuestro pintor le sucedía algo similar. Observaba todo y daba vida a lo que veía. Sentía la vida de lo que hacía y propiciaba vida a sus actos, como ocurría en el experimento con sus pececitos. Un día se dio cuenta de que los comerciantes de peces ornamentales solo vendían machos, con el fin de mantener el monopolio del mercado. Noto que, quizá por error, había adquirido un pececito hembra. Su admiración aumentó cuando comenzó a observar los cambios de color en los animalitos. Estos cambios se comportaban de manera distinta según cómo ejercía su trabajo como pintor.

Mantenía una rutina estricta. Se levantaba temprano con el alba y recorría su hermoso patio, lleno de plantas ornamentales, árboles frutales y maderables. Tenía orquídeas, lirios, begonias, geranios, rosas, enredaderas floridas que cubrían su gazebo y, entre los árboles, robles, aguacates, almácigos y un flamante flamboyán color naranja, la joya del patio en esta época del año. Casi al costado del patio estaba el estanque de sus peces, donde criaba dos especies: el Goldfish cabeza roja, o cabeza de león, y los tetras, con los que experimentaba su genética.

¿En qué consistía su interés genético? Creía que, seleccionando los peces por su luminosidad reflejada, llegaría el momento de identificar al pececito hembra, que era quien alcanzaba el deslumbrante azul plateado, infundiéndole un especial estímulo para sus pinceles, mientras que el macho permanecía de color azul oscuro, casi negro.

El pintor notaba que, cuanto más pintaba, más adquiría su mano un movimiento especial, estimulando en sus cuadros los colores de sus peces. Comenzaba a pintar después de desayunar, tras su recorrido matinal por el patio y de alimentar a sus peces, lo cual hacía dos veces al día, por la mañana y al atardecer. Tenía un jamo con mango de madera y una bolsa plástica de tela horadada que usaba para sacar los peces indeseados durante la selección, que luego regalaba a sus amistades.

Los peces llegaban a identificarlo, nadando alegremente hacia él, moviendo sus colas sinuosas y esperando el alimento que el pintor les proporcionaba. Terminado este ritual alimenticio, comenzaba su trabajo: pintaba sin cesar. Era un enamorado de su arte y transmutaba su progreso en campos tan complejos como el cuerpo humano, los animales, las plantas y algunas formas abstractas; en fin, una gama de formas enriquecidas con el color.

Este era su don: había nacido con la habilidad de capturar el color en sus pinturas. Aquí estaba la piedra angular de sus experimentos con los peces: lograr identificar el color con la genética, coronando su vida. El color de los pececitos lo ayudaba en la selección artificial, permitiéndole adquirir la hembra de la especie.

Así, cuanto más pintaba, más crecía el azul plateado de sus peces, y mientras más pintaba, transmitía esa energía a sus animalitos, logrando la intensidad del color junto con la intensidad de sus pinceladas. Se percató de que su experimento había llegado a su fin: había alcanzado el color perfecto en el dorso del pececito, característico del sexo femenino de la especie, permitiéndole mantener la cría en su propio estanque y llenando su vida de felicidad.

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