Viva Cuba

Por: Rafael Pineiro López

Viva Cuba es más de lo mismo que hemos visto en la cinematografía cubana del pasado cuarto de siglo. Esa supuesta crítica social de alcances políticos que floreció desde los años noventa de la mano de Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío tras la exitosa Fresa y Chocolate, y que a estas alturas aburre por repetitiva, tibia, hipócrita y sesgada, es lo que encontraremos en esta especie de road movie naif.

Sensiblera y pseudo nacionalista, como casi toda cinta criolla que se atreve a echar una mirada, de soslayo, a la predominancia del castrismo. Repleta de lugares comunes y situaciones forzadas. Una especie de “homage” de la Guantanamera de Alea y Tabío.

Los personajes y las situaciones están conformados a la usanza del maniqueísmo tradicional del discurso oficialista, donde los malos quieren escaparse de la isla y tienen familiares en el extranjero, y los buenos soportan estoicamente las inclemencias del presente.Es en los escasos momentos en que Cremata y Malberti deciden salirse de los estrictos moldes del criollismo fílmico, que esta pieza alcanza el lugar de los elogios, como en aquella escena en que una lluvia de estrellas se dibuja en los cielos de Varadero, o en aquella otra donde un Guije se aparece en medio de la manigua.

Aburrida, ligerilla, predecible y pujona, paquetera y hasta pretenciosa, al final la obra de Cremata y Malberti no pasa de ser una apología del folklorismo criollo, del “excepcionalismo” cubiche, de la “singularidad” isleña que tanto complace a los relativistas de la realidad cubana. Por cierto, intentar vendernos el discurso de que la infancia se sustrae a los grandes dilemas de los adultos en un lugar como la ínsula de la infamia, solo puede mover a risa o divertimento.

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