Por Julián Binilli
El arte, la literatura y las ciencias culturales necesitan videntes, no escritores. Parece que ya nadie necesita arriesgarse a profetizar la vida y la realidad. ¿Hay miedo o incapacidad? Lo cierto es que vivimos en la cultura del cinismo literario. Cinismo cuya conciencia hace caso omiso al cambio, al riego, a lo diferente. Casi nadie quiere ver más allá de las narices. Por eso el buenismo se ha inoculado en el corazón y los huesos de gran parte de los humanos postmodernos, activando una suerte, para expresarlo con Hans Wurtz, de terapia para discapacitados.
C. G. Jung (erudito, psicoanalista y promotor del concepto Inconsciente colectivo) confirma en una serie de seminarios impartidos en la década de 1930 lo que el autor de Así habló Zaratustra dijo una vez en Ecce Homo (1887): Mi Zaratustra es “el mayor regalo jamás realizado a la Humanidad”, una obra de arte y escritura. Gran parte de ese regalo, explica Jung en los seminarios, Nietzsche no debió publicar. ¿Por qué? ¿El Zaratustra de Nietzsche es un arquetipo para la conciencia colectiva? Sí y no. Sí, porque, según Jung, un símbolo nunca es algo inventado. Es algo que sucede. No, porque nunca se ha entendido como tal, la gente que lo lee no tiene los conocimientos necesarios sobre simbología para darse cuenta, pero con la psicología analítica uno puede realmente llegar a conseguirlo.
Para Jung, Nietzsche inoculó a la posteridad el arquetipo Zaratustra. Queramos o no, el poder de Zaratustra es uno de los arquetipos que da unidad colectiva a la estructura vital de este mundo. Al no comprenderse esto, se producen por equivocación las llamadas narrativas antinacional, anticolectiva, antitotalitaria, antiEstado y distópica. Narrativas del fragmento, narrativas de los márgenes, narrativas del reverso, en fin, narrativas anti arquetípicas.
Por eso en Cuba la resección del pensamiento Nietzscheano fue y será nula, mirado con recelo y, hasta cierto punto, esquivado. Tenemos que descubrir cuáles son nuestros arquetipos, cuáles son los sueños en el inconsciente que dan unidad colectiva a una región o país cultural. Hasta ahora hemos indagado bastante en la conciencia ideológica y moral o, en lo que Mañach solicitaba en su programa Universidad del aire, en la necesidad de una conciencia nacional colectiva. Jamás se podrá llegar a otear en lo colectivo de esa manera.
En cambio, alguien propuso en un estudio para una región cultural cubana (cuenca del Cauto-Guacanayabo) el mito Bayam, arquetipo del cual no sabemos todavía mucho, cuya narrativa del inconsciente colectivo de la comunidad, a lo largo de varios siglos, continua oculta y soterrada en la catacumba del imaginario. E incluso en una comarca donde nací hace más de cincuenta años no sabemos todavía qué significa el arquetipo, el mar y la montaña. Narrar la historia de la localidad y la nación cubana a partir de las obras de intelectuales es un paso, en el principio, importante en una larga búsquedas de la Cuba Profunda.
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